Ética del trabajo

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Ética del trabajo es un término acuñado por el sociológo alemán Max Weber en La ética protestante y el espíritu del capitalismo. En Argentina el término es frecuentemente usado en el sentido de que es valioso esforzarse con independencia de los resultados obtenidos. Zygmunt Bauman señala que ésto es una manera de legitimar la explotación laboral haciendo que los trabajadores sacrifiquen, en aras de la virtud del trabajo duro, sus aspiraciones a una vida más próspera y noble.


Historia

La tradición religiosa judeo-cristiana expresada por la Biblia considera al trabajo como un mal necesario. Cuando Adan y Eva fueron expulsados del paraíso, fueron condenados a ganarse el pan con el sudor de la frente.

El vocable griego para trabajo, pona, tiene el mismo origen que el término castellano pena (sufrimiento). Platón y Aristóteles enseñaban que el trabajo manual degradaba a las personas al quitarles tiempo para las actividades intelectuales.

Los romanos consideraban que las únicas actividades físicas dignas de un hombre libre eran la agricultura y el comercio.

La nobleza castellana de los tiempos de la conquista de América consideraba denigrante tanto los trabajos manuales como la práctica de las artesanías y hasta de artes como la pintura. Cualquier trabajo en relación de dependencia era considerado indigno de un noble y podía producir la pérdida total de sus privilegios. Los únicos trabajos valorados eran los relacionados con la guerra, la religión y el comercio. Los mayoritariamente plebeyos conquistadores tenían el mismo ideal que sus dominadores, los nobles. Aunque en los primeros tiempos tuvieron que hacer tareas manuales para sobrevivir, derivaron las tareas manuales a los aborígenes encomendados y a los esclavos negros que importaron de África. Una destacada excepción a esta ideología fueron los jesuitas del territorio.

La Reforma Protestante de Lutero y Calvino reivindicó la dignidad del trabajo manual, fenómeno que fue detalladamente estudiado por Max Weber en La ética protestante y el espíritu del capitalismo.

Zygmunt Bauman señala que ésto es una manera de legitimar la explotación laboral haciendo que los trabajadores sacrifiquen, en aras de la virtud del trabajo duro, sus aspiraciones a una vida más próspera y noble. En este sentido, desde los tiempos de la conquista hasta nuestros días, es frecuente acusar a los trabajadores —desde los indígenas asignados a las encomiendas hasta los obreros de cualquier gran fábrica de hoy— de desidia, de falta de deseos de trabajar.

La diferencia principal, no siempre explicitada, entre la tesis de Weber y la de Bauman, es la finalidad con que se practica el esfuerzo. Cuando el esfuerzo es voluntariamente hecho por una persona para aumentar sus destrezas, es dignificante. Cuando el esfuerzo es forzado, como en la esclavitud, es degradante.

Fuentes

Véase también