Domesticación eurasiática del caballo

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Caballo belga de tiro, animación de fotografías
tomadas por Muybridge a fines del siglo XIX.

La domesticación eurasiática del caballo, difundida luego a todo el planeta, se cuenta entre los hechos tecnológicos de mayor impacto sobre las culturas humanas.


Importancia del caballo

Son escasas las especies nativas de animales domesticables y capaces de transportar o tirar de cargas: los camellos del norte de África y Medio Oriente, los elefantes de África y Asia, los alces de las zonas árticas, los yaks, los búfalos y los cebúes de Asia, los bueyes, los asnos y los caballos de Eurasia. Entre las de todos ellos, las características del caballo se destacan por lejos. Es fuerte y resistente, capaz de tirar de un pesado carro o llevar sobre su lomo una o más personas durante tiempos prolongados. Es manso cuando está bien domesticado. Es muy veloz aún con uno o más jinetes a cuestas, es fogoso, es gallardo, es fiel. Posiblemente sean las 4 últimas características las que han capturado la imaginación humana, más que su notable utilidad práctica. El caballo es, en todas la culturas que lo domesticaron, símbolo de poder y distinción. Los reyes y los militares siempre prefirieron retratarse montados a caballo, y en las plazas de todas las ciudades del mundo abundan las figuras ecuestres. Una pequeña muestra de la importancia que siempre se le asignó es que hoy se conoce el nombre del caballo de Alejandro Magno, Bucéfalo, pero no el del perro de Julio César o del gato de Cleopatra. La sensación de poder que siente un jinete se pone claramente de evidencia en el común dicho argentino se montó en el caballo, que indica que una persona se puso soberbia e inaccesible.

El caballo como símbolo de poder. Fotografía de Aldo Sessa.[1]

Desde el punto de vista técnico el caballo es una fuente eficiente y muy económica de energía. El costo de su mantenimiento es mínimo ya que se alimenta con productos naturales de fácil acceso en muchas partes del mundo: aire, agua, pasto, sal. Sólo requiere de refugio en climas extremos, cuando hay nieve abundante o calor abrasador. Tiene, además, importantes subproductos: sus crines se usan para hacer cepillos; su cuero para múltiples aplicaciones, desde calzado hasta material para cobertura de tiendas; la leche de yegua es un buen alimento; su carne comestible es aún hoy muy usada en productos como la mortadela. No sólo es un recurso renovable sino que se multiplica por sí mismo en condiciones favorables, como sucedió en las pampas argentinas.

El caballo fue el primer medio veloz de transporte personal, capaz de alcanzar fácilmente velocidades de más de 60 km/h y mantenerla durante períodos prolongados de tiempo. Puede desplazarse sobre terrenos muy variados, incluso montañosos, usando sendas mínimas. Por ello amplió enormemente la distancia que una persona puede recorrer en un día: su dominio personal. Esto permitió, por ejemplo, multiplicar el tamaño de los rebaños que un pastor podía controlar y, por ende, su riqueza. El caballo puede también usarse para actividades que las personas valoramos mucho, los deportes. Carreras y juegos como el polo y el pato son algunos ejemplos. Aunque el caballo actual se originó en Eurasia, los procesos de conquista y colonización generalizaron su uso como animal de tiro, carga y monta en casi todo el globo. Fue la fuente de energía preferida para la agricultura (tiro del arado) y el transporte colectivo de personas y cargas (tiro de carruajes y carros). A comienzos del siglo XX, antes de la difusión de los automóviles y camiones, el exceso de bosta de caballo fue uno de los mayores problemas higiénicos de las grandes ciudades europeas.

El máximo impacto cultural del caballo lo produjo su uso guerrero. La primera aplicación conocida de la rueda fue la construcción de carros de guerra tirados por caballos hecha por los habitantes de la Mesopotamia asiática (actual Irak), hace unos 5.000 años. Los caballeros con armadura usaron el caballo para sembrar el terror entre la infantería enemiga y los aborígenes americanos fueron inicialmente aterrorizados por la caballería de los conquistadores españoles. Al multiplicar el poder de un guerrero, el caballo fue usado para la conquista y el subyugamiento de los pueblos que no lo tenían. La domesticación del caballo permitió que pueblos originalmente pacíficos se transformaran en guerreros depredadores. Tal fue el caso de los primeros jinetes de las estepas rusas y también el de numerosas tribus aborígenes americanas, como los tehuelches y araucanos de las pampas argentinas.

Historia de la domesticación eurasiática del caballo

Las estepas de Eurasia conectan el continente de este a oeste, casi sin obstáculos.

Aunque la domesticación del caballo ocurrió varias veces a lo largo de la historia, la evidencia arqueológica disponible ubica su primera aparición alrededor de año 3.500 aC en la región de Ukrania y Kazajistán . La tecnología se difundió luego por las praderas y estepas eurasiáticas que van del Mar Caspio casi hasta el Río Amarillo de China, región donde estaba la Ruta de la Seda. Los numerosos pueblos que allí habitaron a través del tiempo —botai, escitas, cimerios, sármatas, hunos, siung-nu y mongoles, entre otros— eran originalmente cazadores y pastores de rebaños. El historiador griego Heródoto describe como los escitas habían esclavizado a todas las restantes tribus de la Rusia meridional; otros pueblos han sido estudiados por los arqueólogos. El uso de los caballos como cabalgadura permitió a los pueblos cazadores la captura de presas más grandes y rápidas, como el alce y el bisonte, que antes estaban fuera de sus posibilidades. A los pueblos pastores les permitió aumentar la cantidad de ganado que controlaban y ampliar su radio de acción para seleccionar mejores campos de pastura, con el consiguiente incremento del número y peso de sus animales. Ambos podían cazar nuevos caballos salvajes, en un importante proceso multiplicativo de sus nuevas posibilidades. En ambos casos mejoró mucho la satisfacción de las necesidades alimentarias y se aceleró el crecimiento de sus poblaciones.

Al disminuir el tiempo necesario para la resolución de sus necesidades de alimentación, pudieron emplearlo en otras tareas. Las técnicas de la caza son la preparación natural para la guerra porque desarrollan la capacidad de usar más eficientemente armas mortales, inicialmente en animales, luego en otras personas. Tanto la economía de la caza como la pastoril requieren la preservación de los territorios que se usufructúan. La ampliación de los radios de acción, más tarde o más temprano, hizo que los pueblos de jinetes entraran en conflicto con los de otras tribus, conflicto que en general conducía a la guerra. Al mismo tiempo, al pasar cada vez más tiempo lejos de los asentamientos estables de los grupos de su propia tribu que se dedicaban a las tareas agrícolas, necesariamente sedentarias, los vínculos con ellos se fueron debilitando. El éxito en la guerra hecho posible por el uso del caballo, más tarde o más temprano condujo a la opresión de los agricultores pácificos, primero de otras tribus, luego de la propia. El caballo exacerbó así el carácter guerrero de estos pueblos y modificó completamente su estructura social. Cuando la tecnología de domesticación del caballo se extendió, en algún momento los nómades guerreros que la practicaban tuvieron más en común entre sí que con las culturas de las que originalmente procedían. Estos pueblos nómades, cuyos herederos mongoles todavía habitan las estepas eurasiáticas, son los que conquistaron la China y socavaron los cimiento del Imperio Romano.

El episodio más reciente de domesticación del caballo, que se consumó en aproximadamente un siglo, es la hecha por los aborígenes americanos en la etapa inicial de la conquista europea de América, entre los siglo XVI y XVII. En ambos casos el proceso tuvo características similares, transformando a los pueblos nómades —gracias al poder que les otorgó el caballo— en guerreros depredadores (véase el artículo culturas ecuestres de Argentina.

Fuentes