Gatic

La enciclopedia de ciencias y tecnologías en Argentina

Planta de Gatic, de 32.000 m², en Coronel Suárez.
(De Bakchellian, p. 129.)

Gatic es una empresa creada por el armenio de nacimiento y argentino por adopción Eduardo Bakchellián en el año 1953. Gatic obtuvo la licencia de la empresa Adidas de Alemania para la fabricación del calzado y otros productos de esa marca en Argentina. A partir de eso Bakchellián creó una cadena nacional de comercios dedicados exclusivamente al rubro deportivo, Show Sport. En el auge de su actividad, al comienzo de la década de 1990, Gatic empleaba más de 7.000 personas, fabricaba más de 16.000 pares diarios de calzado y tenía una veintena de fábricas distribuidas en todo el país con una superficie cubierta de unos 180.00 m². La política de apertura indiscriminada de importaciones del gobierno de Carlos Saúl Menem llevó a Gatic al borde de la quiebra.


Historia

A los 23 años, trabajando con tres personas más en un galponcito de 80 m² con agujeros en el techo, situado en Villa Piaggio (San Martín, provincia de Buenos Aires), Eduardo Bakchellián comenzó fabricando por día algo más de un centenar de pares de zapatillas de tela con suela de goma vulcanizada, cuando la empresa argentina entonces más grande del rubro (Alpargatas) producía unas 5.000. A comienzos de la década de 1990, Gatic llegó a fabricar más de 16.000 pares diarios de calzado muchos modelos, a emplear más de 7.000 personas en una veintena de fábricas instaladas en todo el país que cubrían unos 180.000 m², así como todo tipo de vestimenta deportiva, con marcas de renombre nacional e internacional. En ese momento la empresa llegó a cotizarse en unos 400 millones de dólares, facturar anualmente unos 320 millones y generar utilidades anuales de 28 millones de la misma moneda. Al producirse la apertura indiscriminada de la importación, Gatic tuvo que comenzar a cerrar fábricas, su endeudamiento creció enormemente y su valor de venta cayó casi a cero, llegando al borde de la quiebra. Actualmente Gatic mantiene 15 plantas de producción que ocupan unas 6.000 personas y cubren una superficie de casi 160.000 m2. Con más de 2.000 productos diferentes es el mayor productor argentino de calzado, ropa y accesorios deportivos, así como de calzado informal. Su tecnología está a la par de las más modernas del mundo y se autoabastece de los componentes necesarios para sus actividades de fabricación y su facturación anual ronda los 400 millones de dólares.

Promoción industrial

Los regímenes de promoción industrial y el dólar barato de la década menemista fueron en general usados para la evasión impositiva y para la especulación, no para la creación de puestos estables de trabajo y la actualización de tecnologías, es decir, para el crecimiento productivo. Predominaron los empresarios oportunistas que buscaban el máximo lucro en el menor tiempo posible, usando para ese fin cualquier medio, fuera o no lícito. Un empresario emprendedor, honesto, deseoso de fabricar y comercializar buenos productos industriales, no sólo para ganar dinero sino también para brindar trabajo digno y estable en los lugares donde es más necesario, encontró casi insalvables obstáculos económicos y políticos. El relato que el propio Bakchellián hace de sus vicisitudes (véase Fuentes) ilustra políticas gubernamente frecuentes en Argentina y de cómo esta clase de hechos condiciona fuertemente el desarrollo tecnológico nacional. Bakchellián señala constantemente las vitales contribuciones hechas a la empresa en todos los campos (económico, financiero, técnico, comercial, publicitario, legal...) por familiares y colaboradores, empresa a la que retrata como si fuera un ser vivo, encarnado en cada momento particular en una o más personas diferentes, descripción que se adopta en lo que sigue del artículo.

Evolución técnica

Cuando inicia sus actividades, la importación de bienes de todo tipo era muy difícil, así que Gatic no sólo debió usar materia prima local sino también comprar, adaptar o crear en el país las maquinarias necesarias para su producción, supliendo las carencias con ingenio o más esfuerzo. Cuando inicia (bajo patente italiana) la tarea de fabricación de suelas de goma sintética, su maquinaria demoraba diez veces más tiempo en hacer la misma tarea que la italiana de la época. Tan pronto su disponibilidad de capital se lo permite, Gatic incorpora las mejores tecnologías, inviertiendo incesantemente en materiales, métodos y maquinarias, así como en la capacitación de todo su personal.

Entre 1991 y 1995, por ejemplo, invierte unos 100 millones de dólares en nuevas tecnologías. Esta política hizo que un importante banquero nacional calificara a Bakchellián de fierrero loc, pecado imperdonable en un momento en que la regla era la especulación financiera. Cuando los dólares están baratos, en vez de comprarlos para sacarlos del país —comportamiento habitual de los empresarios argentinos— Gatic aprovecha la oportunidad de equiparse. No guarda su capacidad tecnológica sólo para sí, asesora permanentemente a sus compradores sobre la mejor manera de usar los productos que les vende enseñando, por ejemplo, mejores técnicas de pegado de las suelas a las capelladas. Combate la inflación manteniendo los precios, para lo cual disminuye sus costos aumentando la producción (economía de escala). Compra invariablemente materia prima nacional.

Calidad del producto

Gatic aprende la importancia de la publicidad, usando conocidas figuras del cine y el deporte y equipando importantes eventos deportivos, como las Olimpíadas de Munich de 1972 y el Mundial de Fútbol de 1978, para promocionar sus productos. Pero no promueve sólo las apariencias sino que busca constantemente mejores características funcionales. Cuando detecta productos europeos con ambas virtudes, viaja para gestionar licencias para su fabricación en Argentina y pasa exitosamente las pruebas y controles de calidad que le requieren para otorgárselas. Bakchellián cuenta respecto a sus experiencias con el fabricante alemán de calzado deportivo Adi Dassler:

He pasado algunas horas tirado en una alfombra, con una caja, un cuadrado de blindex arriba y un espejo abajo. En ese cuadrado se apoyaba un ayudante de Dassler calzado con un zapato con suela de tal o cual diseño. Y ahí veíamos la zona de giro, la zona de freno, la zona de pique. Y todo el tiempo hacía reformas... algún cambio en el diseño. Cada zapatilla, cada zapato, son el resultado de muchas horas de porfiada observación.

Hacia 1981 Gatic exportaba ya productos a Italia, Holanda, Francia y Alemania, exportaciones que debieron suspenderse durante la guerra de Malvinas.

Corrupción

La justicia argentina es extremadamente lenta y costosa, haciendo que la cobranza de deudas resulte en la práctica imposible, salvo el caso de montos muy elevados. Es una práctica común del país transferir los problemas económicos propios a terceros dejando de cumplir compromisos adquiridos. Así, si algún cliente no paga una deuda, se estafa a otro dándole menos de lo prometido (sea en calidad de producto, sea en garantía, sea en cualquier otro aspecto). Gatic vivió estos problemas desde el primer día. El comprador de sus primeros 250 pares de zapatillas, nunca las pagó. Su distribuidor exclusivo retiraba productos entregando documentos, pero cuando dejó de pagar los documentos no devolvió los productos. Gatic nunca transfirió estos problemas ni a sus compradores ni a sus empleados. En épocas de inflación descontrolada con remarcación de precios, nunca demoró la entrega de productos comprometidos para poder cobrarlos más, y cuando no alcanzaba el dinero eran los directivos los que no cobraban sus sueldos, no los empleados, a diferencia de la práctica generalizada. Algunos funcionarios argentinos —es difícil saber si son o no la mayoría, pero con seguridad son demasiados— consideran a sus puestos no como una responsabilidades a asumir en beneficio de la comunidad, sino como medios para enriquecerse. Como señala Bakchellián, Hay mucha gente en altísimos cargos que crea problemas para que uno le pague por resolverlos.

Algunos políticos argentinos consideran normal esta práctica, eximiendo del pago sólo a los amigos o cómplices. Durante el Plan Austral podían aumentarse los precios si se demostraba que los márgenes de ganancia de ese momento eran insuficientes. Gatic no pudo obtener este reconocimiento en la medida justa, debido a las trabas creadas por algunos funcionarios. En otra oportunidad, al necesitar Gatic un aval de un banco estatal, su presidente insinuó la conveniencia de que “conversaran”. Cuando Bakchellián le comentó el hecho a un importante funcionario nacional, éste se sorprendió porque a los amigos del Presidente no se los coimea, lo que implicaba que era lícito hacerlo con los que no lo eran.

La Aduana es la institución por la que circula mayor valor de mercaderías, y donde cualquier demora en la entrega tiene grandes costos económicos. Es, en consecuencia, uno de los lugares preferidos de los corruptos. Uno de ellos retuvo retuvo mercadería de Gatic legalmente ingresada al país por valor de USD 200.000, exigiendo el pago de USD 20.000 para su liberación. La empresa se negó a pagar el soborno y la mercadería fue rematada como si hubiera entrado de contrabando, perdiendo la empresa la totalidad de su valor. Situaciones similares se repitieron en ocasión de trámites de créditos críticos, cuando se demoraron los pagos casi hasta el último segundo en espera de la consabida “comisión”.

Gatic debió afrontar la competencia desleal de los productos de contrabando y vendidos sin factura (es decir, sin pagar impuesto a las ventas), competencia consentida por las propias autoridades, ya que estos productos se comercializaban, por ejemplo, en el estatal Mercado Central de Buenos Aires. A pesar de esto, en el año 2000 Gatic proveía casi la totalidad del restante mercado deportivo de Argentina (alrededor del 45% del total).

Capital

La mayoría de los inversionistas argentinos no invierten en forestación, quieren ganancias rápidas y seguras. Los primeros socios de GAtic se fueron sólo dos meses después de iniciadas las actividades, cuando surgieron los primeros problemas de cobro.

Inflación

Argentina sufrió durante muchos años procesos inflacionarios que eran una manera casi invisible de transferir recursos de los compradores a los fabricantes y revendedores, así como de licuar los crónicos déficits estatales. En 1985, durante la presidencia de Raúl Alfonsín, el Ministro de Economía Juan Vital Sourrouille lanzó el Plan Austral como manera de terminar con la inflación y sincerar las cuentas fiscales y privadas. Se introdujo para ello una nueva moneda, el austral, devaluada respecto a la anterior, se aumentaron los salarios, se aumentaron las tarifas de los servicios públicos y se congelaron los precios de las actividades privadas. Se introdujo además el desagio, figura legal por la cual debía hacerse una quita en todas las deudas y compromisos económicos. El objetivo del desagio era eliminar la previsión de inflación que hacían en la época casi todos los que iban a cobrar a futuro. Gatic, como todas las empresas que no hacían recargos desmesurados, resultó triplemente perjudicada: por el aumento de sus gastos salariales y operativos, así como del monto en australes de sus deudas en divisas extranjeras. Como resultado tuvo una perdida casi total de rentabilidad (hay que tener en cuenta que las actividades de fabricación industrial tienen usualmente márgenes mucho menores que las de comercialización). En cambio, como no había control de los precios minoristas, los comercios minoristas mejoraron sensiblemente sus ganancias.

Usura financiera

La primera experiencia de Gatic con el capital financiero fue con un prestamista que quiso quedarse con la fábrica, y aún después de cancelado el préstamo se negaba a devolver los documentos y los materiales entregados en garantía. Como las tasas de interés bancario fueron y son altísimas en Argentina, cuando Gatic comenzó a tener problemas en cobrar los productos vendidos, se endeudó en el exterior con tasas mucho menores.

El valor de las divisas extranjeras en Argentina—en rigor el dólar, moneda preferida de ahorro y cobro de exportaciones— no se fija en función de los interes productivos o generales sino de la especulación financiera y los grandes capitales. Periódicamente se produce un gran aumento del dólar (durante el 2001 llegó a ser casi del 200%) que transfiere recursos de los pequeños ahorristas a los grandes tenedores. Además de determinar el costo de las importaciones, en épocas inflacionarias el dólar determina también los valores inmobiliarios, alquileres, arriendos y ventas de terrenos y casas. Es también usual que los préstamos se otorguen en dólares que, como la tendencia usual es a la suba, tienen tasas de interés inferiores a los préstamos en pesos. El atractivo de estos bajos intereses fue una de las trampas en que cayó Gatic. La pérdida de rentabilidad producida por el Plan Austral la obligó a contraer deudas tanto en dólares como en euros, que luego sufrieron enormes revaluaciones, ocasionándole pérdidas millonarias.

En 1999 el Ministerio de Economía gravó con un impuesto tanto los intereses pagados por los créditos tomados por la empresas como también la renta presunta. Gatic había perdido prácticamente todo su patrimonio en los cuatros años anteriores debido a los créditos en moneda nacional (donde los bancos les ejecutaban los bienes dados en garantía a una fracción de su valor real) y extranjera y la falta de protección industrial, pero debía pagar impuestos sobre su deuda. Cosa de locos, puntualiza ∫Bakchellián.

Comercialización

La preocupación de Gatic por la estética y la funcionalidad le vale ganar un mercado local ávido por sus productos, pero sin adecuados canales de comercialización: en 1970 habían en toda Argentina sólo unos 10 comercios especializados en artículos deportivos. Gatic comete el error inicial de vender toda su producción a un único gran distribuidor y cuando éste deja de pagar sus documentos (que inicialmente se canjeaban por materia prima) Gatic enfrenta graves problemas económicos. Comienza luego a vender zapatillas a través de puestos de venta callejera de diarios y revistas, al tiempo que fomenta la especialización deportiva de comercios de todo el país. No siendo esto suficiente, crea su propia cadena de locales, Show Sport, que en el año 2000 ya suman 35, y franquicia otros 80 en momentos en que en todo el país habían unos 1.800 comercios de artículos deportivos, fruto de su actividad de fomento.

Competencia interna

La única virtud social de la libre competencia, cuando es honestamente ejercida, es que estimula a la mejora de las características de los productos y de la eficiencia de su fabricación, es decir, con mayores prestaciones y menores precios. Ésto no sucede en mercados como los argentinos, donde es más fácil impedir o destruir la producción ajena que mejorar la propia.

Ejemplo del primer caso es el de una importante fábrica argentina de colchones que al tomar conocimiento de que Gatic había obtenido la licencia de un tipo más confortable de colchones, se la compra para impedir su fabricación local. Ejemplo del segundo método es que cuando Gatic comienza a vender masivamente sus productos, la empresa competidora más importante del ramo comienza acciones para bloquear su producción. Primero la denuncia por evasión de impuesto ante el organismo recaudador, lo que conduce a una clausura temporaria y a acciones judiciales que duraron 3 años. Ésto estuvo a punto de producir la cancelación de la licencia de fabricación de uno de sus más importantes productos. Esta misma competidora, en momentos en que Gatic se encontraba en graves dificultades financieras, intenta luego comprarla de modo encubierto, a través de terceros.

Competencia externa

La industria argentina tuvo una histórica desprotección frente a la competencia externa. Gatic fue una de las muchas empresas que sufrió el peor embate del siglo XX, la apertura indiscriminada de la década menemista. A partir de 1995 la entrada masiva de importaciones de todo tipo destruyó gran parte de la industria nacional, en particular la del calzado. Gatic debió competir con productos importados que pagaban escasos impuestos, no generaban puestos de trabajo sino los destruían, productos que a veces imitaban marcas de renombre pero eran de calidad muy inferior. Señala Bakchellián que no más de 100 personas dedicadas a importar productos fabricados en países con mano de obra mal pagada podían dejar sin fuente de sustento a unas 30.000 personas, el equivalente de 15 Islas Malvinas, mientras unos pocos empresarios hacían pingües ganancias (30% – 40% por importar, versus 5% - 10% por fabricar). Así sucedió en muchos ramos industriales y estuvo a punto de sucederle también a Gatic.

Afirma Bakchellián:

No soy partidario de la economía cerrada. Acepto la apertura en una medida lógica que nos obligue a competir lealmente. Es como la lluvia: en su justa medida, fertiliza, produce riqueza; en cambio, la inundación destruye. (...) En cualquier país del mundo más de un 20% de importación en un mercado se considera agresión(p. 279).

Contestando al planteo de un ex ministro de Economía de que lo importante es que el consumidor argentino compre productos más baratos, Bakchellián le señala que el consumidor es primero un trabajador que se convierte un consumidor por la fuerza de su salario; y para que se cobren salarios las fábricas tienen que abrirse, no cerrarse.

Gatic descubre que los tratados firmados con la Organización Mundial de Comercio contenían salvaguardas legales que tenían, en virtud de la última reforma constitucional argentina de 1994, carácter constitucional, es decir, superior a las leyes. A pesar de ello le llevó a Gatic más de 6 años lograr que empezaran a implementarse los recaudos protectores constitucionales imponiendo cupos máximos de importación de calzado deportivo durante 3 años. Sin embargo (otra vez la corrupción), a pesar de que la norma no permitía el ingreso de más de 11 millones de pares, durante el primero año de su vigencia entraron 18 millones de pares y durante el segundo 21 millones, récord histórico de importaciones. Ésto le valió sufrir las presiones de un ex embajador estadounidense, transformado en lobbysta de grandes empresas, para que desistiera de los reclamos de salvaguardas.

Resultó así que los cerca de 1600 comercios de artículos deportivos cuya creación fuera fomentada por Gatic, gracias a las facilidades de pago que les daban los grandes importadores, comenzaron a comercializar mayoritariamente productos importados. A mediano plazo los mismos comercios resultaron perjudicados por no tener la capacidad de reponer los números y modelos en tiempos razonables. Se descapitalizaron, perdiendo capacidad de pago, lo que volvió nuevamente a perjudicar a Gatic, que no cobraba en tiempo los productos vendidos. El resultado fue que en la década de 1990 cerraron 1200 empresas de calzado y 1500 de indumentaria deportiva. En la Argentina del “1 a 1” (un dólar valía un peso) se paralizaron todas las actividades productivas de bienes y prosperaron solamente las actividades financieras y de servicios.

Durante los escasos períodos de la historia argentina en que hubo regímenes de promoción industrial, fueron mayoritariamente usados como medios de conseguir créditos a baja tasa de interés, extracción de capitales del país o desgravaciones impositivas indebidas, no para crear fuentes de trabajo en lugares donde eran realmente necesarias. A tal efecto se montaban galpones vacíos, donde por la puerta trasera se ingresaban productos fabricados en otro lado, los que luego se sacaban por la puerta principal como si hubiesen sido hechos en su interior. A Gatic le ofrecieron “dádivas” de este tipo, que nunca quiso aceptar y cuando se instaló en zonas promocionadas lo hizo con genuinas producciones que ocupaban mano de obra local.

Creación de puestos de trabajo

Gatic multiplica sus fábricas, pero no las ubica sólo en el Gran Buenos Aires, como es la práctica generalizada de los industriales argentinos. Busca lugares apropiados del interior y así es se instala no sólo en la provincia de Buenos Aires (Arroyo Corto, Azul, Juárez, Coronel Suárez, Cura Malal, Huanguelén, Las Flores, Lezama, Migueletes, Montes, Olavarría, Pardo, Pigüé, Pilar, Rauch, Saavedra, San Andrés, San Martín, Veinticinco de Mayo), sino en las de Córdoba (Alto Alberdi, Córdoba, La Calera), Corrientes (Cacharí, San Luis del Palmar), La Rioja (Anillaco, Chamical).

El aporte que estos puestos de trabajo significaban para la población no siempre fue reconocido por los gobernantes locales, que en una oportunidad, al menos, crearon grandes problemas a Gatic porque pagaba a sus empleados salarios muy superiores a los usuales en la zona.

Valores éticos

Bakchellián instaló un instituto de kinesiología para brindar tratamiento gratuito a los deportistas amateurs. Su celo profesional y su cultura del trabajo, en el sentido de Weber, se ponen claramente en evidencia en sus propias palabras, algunas de las cuales se transcriben a continuación:

.. me marcaron poesías como esa que dice "Si te caes diez veces te levantas / otras diez, otras cien, otras quinientas. / No han de ser tus caídas tan violentas / ni tampoco por ley han de ser tantas. (p. 43.)
Yo era un tipo que a las seis de la mañana estaba en la fábrica y más de una vez volvía con el último tren, que era el de las dos menos cuarto de la mañana. Para mí no había siesta y apenas dormía cuatro o cinco horas. A mi trabajo lo tomé con pasión absorbente. Prevalece el facilismo en todos los terrenos. (...) Ahí tenemos recuerdos muy nefastos de la época del proceso, de la patria financiera. Hubo operarios de nuestra fábrica que llegaron a vender su casa para poner el dinero a intereses. Nefasto, tremendo. Desgraciadamente esa cultura del no trabajo (...) sigue vigente. Se privilegia la tenencia de dinero y no la capacidad de trabajo. La perversa ley del menor esfuerzo. Esto traté de advertirles a mis hijos: el amor al trabajo, el dinero no como un fin sino como un medio de generar más trabajo. Y lo hice, más que con palabras, con hechos. (p. 73.)

Respecto a la costumbre de los argentinos ricos de pasar largas vacaciones en Punta del Este (Uruguay) —así como en el siglo pasado lo hacían en París— comenta:

Íbamos a todas las exposiciones de maquinarias del mundo. (...) En eso invertíamos, no en Punta del Este. Mi fobia no es contra el lugar sino contra lo que significa: farándula, banalidad, exhibicionismo ofensivo de riquezas no siempre bien habidas. Siempre pensé que Punta del Este es simbólicamente la capital de la descapitalización argentina.

Según su sobrino Walter Todo aquello que significa perder tiempo lo saca de quicio. Según Bakchellían

¨Para los economicistas de escritorio soy un fierrero que hace fábricas en lugares imposibles. Para mí lo fundamental es hacer cosas, no coleccionar billetes. Nadie puede gastar todo lo que coleccionó. Yo creo que un hombre esencial trasciende a través de sus obras, no de los billetes que coleccionó. (p. 32.)

Entiendo que no me entiendan. ¿Quién va a pensar que hay tipos que piensan que la ganancia es un medio y que el fin es crear algo, dejar algo y ser un aporte para la sociedad en la cual vivimos? Sólo un flor de tarado puede pensar en esos términos en un país que se quiere tan poco a sí mismo. (p. 228-229.)
El haber levantado una empresa como Gatic, transparente, con reglas éticas y morales hacia la sociedad e internamente, significó un costo muy grande. El costo siempre valdrá la pena y cualquier sacrificio. Yo conozco bastantes empresas y el criterio es otro. El criterio es que el capital tiene que dominar todo. Y no es, no tiene que ser así: las empresas, chicas o gigantescas, se hacen con hombres y mujeres, con trabajadores. Nunca el capital puede prevalecer sobre la gente. (p. 33-34.)

Su hijo Fabián describe así el legado de su padre:

Más que frases, ejemplos. Honestidad. En la Argentina un tipo que paga impuestos, que invierte aquí, un tipo que no ha vendido ni un cordón en negro, más que un ejemplo es un tonto. Pero esto para nosotros sigue siendo un valor. Eso lo mamamos. En los peores momentos él no quiso hacer una reserva de dinero para nuestra salvación familiar. Nada de eso. Nada de convocatoria (de acreedores), nada de sacar la plata en negro. Debe de haber mucha gente honesta en la Argentina, pero yo no conozco a muchos como mi viejo. Repito, para esta mentalidad y esta Argentina mi viejo es un auténtico tarado. Pero para mí es puro orgullo.

Ser empresario en Argentina

Bakchellían termina su libro señalando:

Yo cometí y sigo cometiendo errores de los que estoy orgulloso. Errores que, como dije, son tales porque con más de medio siglo de desatinos nos hemos fabricado un país donde todo está de patas para arriba. Cometí el error de pagar impuestos, todos los impuestos, siempre, convencido de que había, hay y habrá que hacerlo.Si alguna vez Gatic se demoró no fue para eludir los impuestos sino porque estábamos desbordados por la situación. No quise ampararme nunca en la coartada esa de que para qué pagar impuestos si después se los roban. Se pagan impuestos para tener mejores hospitales, mejores escuelas, mejores maestros, mejor seguridad, mejor justicia, mejor salud y educación, mejor vida. Uno, cuando paga sus impuestos —hablo de los que todavía no están fundidos, claro— no es un tonto, es alguien que devuelve parte de lo que recibe. Cometí el error de apostar al trabajo; me dicen que tengo algo de socialista, no sé, soy trabajista. Cometí el error de no apostar a la especulación. Cometí el error de abrir fábricas no en la orilla del opulento puerto sino en pueblos muy distantes, donde el diablo perdió el poncho. Cometí el error de querer fabricar en la Argentina en vez de comprar lo fabricado por países con mano de obra esclava. Cometí el error de pagar sueldos civilizados en zonas del país todavía dominadas por capangas esclavistas. Cometí el error de superar las crisis creciendo, cometí el error de superar los grandes éxitos creciendo. Cometí el error de no ampararme en la comodidad de las convocatorias (de acreedores) cuando las papas quemaban. Cometí el error de reinvertir los cientos de millones de dólares que ganamos en más fábricas, en más fuentes de trabajo. Cometí el error de no sacar ¡jamás! el dinero de la Argentina. Cometí el error de reemplazar la especulación por sucesivas utopías. Cometí el error de ser transparente. Cometí el error de ir a contramarcha de lo fácil. Cometí el error de no pagar salarios en negro ni facturar en negro. ¿Qué más? Cometí el error de perder máquinas en la aduana por no solucionarlo con la bendita cometa. Cometí el error de no participar del cohecho; sí, cometí el error de no ser coimero. Cometí el error de creer que el país es todo el país y mientras más lejos de la Capital ¡más país todavía!; cometí el error de contradecir una y otra vez a la cabeza de Goliat. Cometí el error de estar enamorado del futuro de esta tierra.Bueno, sumando todo eso, cometí el error de ser argentino.

Bibliografía

  • Bakchellián, Eduardo; El error de ser argentino: vida; pasión y desventuras de un industrial; la historia de Gatic S.A.; la historia de un país; Galerna; Ciudad de Buenos Aires (Argentina); 2000.