Los tubos fluorescentes —que generan luz por excitación de electrones con campos eléctricos alternos— tienen una eficiencia unas cinco veces mayor que las incandescentes: un tubo de 20 [http://es.wikipedia.org/wiki/Vatio W] tiene una luminosidad equivalente a una lámpara incandescente de 100 W, proporcionando así la misma iluminación con 1/5 del gasto de electricidad. Los tubos fluorescentes se dieron a conocer en 1939 pero no reemplazaron totalmente a la lámpara incandescente porque su costo inicial, incluyendo la instalación de su soporte y [http://es.wikipedia.org/wiki/Balastro balasto], era demasiado alto. Los primeros tubos medían 1  metro o más de largo, por lo que se usaron mayoritariamente sólo en ambientes grandes que requerían mucha iluminación, de modo que la inversión inicial podía amortizarse en un lapso razonable. En la década de 1990 aparecieron las primeras [[lámpara fluorescente compacta|lámparas fluorescentes compactas]] que podían enroscarse en un portalámparas común, sin necesidad de instalaciones especiales. Su costo era entonces diez o más veces superior al de una incandescente, inversión que sólo se recuperaba, por menor costo operativo, en mucho más de un año. Estos costos bajaron mucho en Argentina alrededor del 2008, cuando se hizo viable el reemplazo masivo de las lamparitas incandescentes.
El uso de las lámparas incandescentes tiene también un aspecto psicológico, el del color (rango de frecuencias) de la luz que emiten. Esta característica, también importante para las tomas de fotografías y filmaciones, es la que técnicamente se denomina [http://es.wikipedia.org/wiki/Temperatura_de_color temperatura de color]. El origen del nombre proviene del siguiente fenómeno físico: el color de un cuerpo incandescente depende de su temperatura. A bajas temperaturas un cuerpo caliente tiene color rojo; a medida que la temperatura aumenta el color se hace progresivamente anaranjado, amarillo, blanco y azul. La lámpara incandescente produce una luz cuyo color es levemente rojizo, por lo que produce una sensación psicológica de calidez (¿el recuerdo ancestral del fuego?). La luz emitida por los tubos fluorescentes —salvo —salvo los llamados ''luz de día'', cuyo color externo es levemente rosado— rosado— tiene una tonalidad verde azulada que produce una sensación psicológica de frialdad. Por esta razón todavía hay muchas personas que, tal vez inconscientemente, prefieren usar la lámpara incandescente incluso para usos comerciales donde su costo operativo es muy alto.
Los díodos luminiscentes, usualmente llamados leds (de la sigla inglesa de '''l'''ight '''e'''mitting '''d'''iode, díodo emisor de luz), tienen bajos costos de fabricación y operativo. El problema es su escaso tamaño e iluminación, que seguramente irá aumentando a medida que se perfeccionen su diseño y fabricación. Funcionan bien con corrientes continuas y bajos voltajes, como los proporcionados por pilas o baterías comunes. Su costo operativo, a igualdad de intensidad luminosa, es aproximadamente 1/10 del de una lámpara incandescente y la mitad del de una fluorescente. Su desventaja es el escaso tamaño que hace necesario usar conjuntos de 20 o más leds para dar iluminación similar al de una lámpara incandescente de 25 Watt. Estos conjuntos ya se fabrican con transformadores y rectificadores incluidos en un dispositivo de tamaño similar a las lámparas incandescentes y fluorescentes de rosca, pero su costo en 2009 era casi 10 veces el de las fluorescentes. No generan calor, por lo que tienen óptimo rendimiento y son especialmente apropiados para lugares donde hay riesgo de tocarlas con la mano, como los veladores. Cuando se fabriquen en forma de superficies luminosas suficientemente extensas, reemplazarán con seguridad a todos los otros tipos de lámparas para la iluminación de ambientes.
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