Proteccionismo en Argentina

La enciclopedia de ciencias y tecnologías en Argentina

(Redirigido desde «Proteccionismo»)

El proteccionismo es el conjunto de medidas —usualmente, pero no exclusivamente económicas— que un país aplica para proteger sus producciones de cualquier especie, aunque lo más frecuente es vincularlo a las industriales. El proteccionismo se considera usualmente lo opuesto al libre comercio o librecambio. En el ámbito internacional, el organismo que se ocupa de mantener reglas comunes de comercio entre todos los países es la Organización Mundial de Comercio (OMC). En Argentina, las discusiones y medidas vinculadas al proteccionismo y al libre comercio datan de la época colonial y se han sucedido a lo largo del tiempo en ámbitos muy variados, como se historia en este artículo.


Monopolio español del comercio

1806: Representación de los Hacendados de Mariano Moreno

1831: Pacto Federal

1875: Discusión de la ley de aduana en la Cámara de Diputados de la Nación

En 1875 la Cámara de Diputados de la Nación discutió los valores a fijar para los derechos de importación y exportación de mercaderías. Intervinieron en el debate destacadas personalidades de la época, entonces diputados nacionales, entre los que se destacan Vicente Fidel López (economista, historiador y jurista), Carlos Pellegrini (luego presidente de la Nación), Miguel Cané (escritor y político), Norberto de la Riestra (entonces ministro de Economía de la Nación) y Lucio V. Mansilla (escritor, militar y político). Los tres primeros (López y sus dos "discípulos") se destacaron en la defensa de la tesis proteccionista, mientras que los dos últimos lo hicieron con la del libre comercio.

La discusión se reanudó al año siguiente, cuando López expresó:

Yo no conozco una doctrina más odiosa ni más impía que la del libre cambio aplicada en países nuevos, en países pastoriles y de trabajo rudimentario como el nuestro. Es impía, es odiosa y sus mismos defensores más distinguidos llegan a conclusiones terribles, por no decir inicuas, con los pueblos que se hallan en una escala de producción inferior con respecto a los pueblos de Europa, robustecidos por siglos enteros en que han sido protegidos en su trabajo y en su industria. Nuestro país se encuentra hoy en las mismas condiciones que la Arabia, se encuentra en las condiciones de los países, no diré bárbaros, pero sí sin industria y sin trabajo. Y ¿porqué? Porque no sabe manufacturar la materia prima que produce. (...) Es preciso tener materia prima, señor Presidente, no para mandarla a Europa y conseguir dinero por ella, porque ese dinero se va irremediablemente a los consumos. Es preciso tener materia prima para elaborarla. ¿Cómo se elabora? Teniendo capital para pagar el trabajo, y para conseguirlo se necesita trabajar, que el precio del trabajo quede en el país donde se manufactura: en unas palabra, que se civilice, porque fuera de la civilización no hay riqueza.

El diputado Lagos García expresó:

El libre cambio producirá la baratura actual, pero ello es la carestía futura, porque es un monopolio de la industria extranjera, sin concurrentes ni rivales. La protección aumentará temporariamente los precios, pero desarrollará al mismo tiempo el trabajo y concluirá por disminuir aquellos, trayéndolos a un nivel más bajo que el que tenían bajo el régimen del libre cambio.

Por su parte, Miguel Cané imputó a los librecambistas ser más papistas que el papa, recordando la prevención hecha por Adam Smith y economistas posteriores de que no debían tomarse estas doctrinas como ecuaciones matemáticas de cumplimiento obligado. Cané citó las recomendaciones hechas por el librecambista Pradiere Foderé a los peruanos:

Os afligís momentáneamente bajo el peso de las necesidades que vuestra inexperiencia de pais joven ha acumulado; pero es para levantaros mejor más tarde, el día que os hayáis creado una industria nacional, en que os hayáis decidido a explotar vosotros mismos vuestras grandes riquezas, en que hayáis roto con vuestras costumbres de tributarios de Europa, en que os bastéis a vosotros mismos por la omnipotencia del trabajo, en que concurráis a figurar en el gran mercado de las naciones como productores y no como consumidores solamente. He allí el fin que deben proponerse vuestros esfuerzos.

El 24 de mayo de 1897, en un discurso pronunciado en la Unión Industrial Argentina en relación con la protección al azúcar y otros productos nacionales, Carlos Pellegrini recordaba así aquellos debates:

Hace veinte años que un grupo de diputados, encabezados por mi distinguidísimo maestro y amigo el doctor Vicente Fidel López, iniciábamos en el Congreso Nacional leyes protectoras de la agricultura nacional y por primera vez se establecía sobre la harina y los cereales derechos protectores. En aquella época se levantó contra esta iniciativa la opinión de esta capital que, como la de todas las grandes capitales, es siempre esencialmente egoísta. Se declaró entonces que ese movimiento importaba atacar al consumidor, que íbamos a encarecer el pan del pobre (es una frase obligada que se presenta siempre). Pues bien, señores, en aquella época Chile, mucho más laborioso que nosotros, cultivaba sus estrechos valles y, como un sarcasmo, enviaba aqui, al país de las grandes llanuras feraces, sus cereales; y Norteamérica, a través del océano, nos mandaba sus malas harinas. Y en esa época los precios eran los siguiente: la fanega de trigo valía doscientos cincuenta pesos moneda corriente, o sea diez pesos oro (es decir treinta pesos moneda nacional) la harina, y el pan del pobre (tenía) el valor consiguiente. El pan en nuestras campañas era una golosina, no se conocía en el rancho del pobre y raras veces en la estancia del rico. Pues bien, se pusieron los derechos, se protegió la industria agrícola en el convencimiento de que era una de las industrias más indicadas para esta protección. A los pocos años la situación había cambiado radicalmente y hoy dia el pan del pobre —es decir el trigo, que valía treinta pesos— vale nueve y el pan blanco se come hoy en el más pobre rancho de la República Argentina. Hemos conseguido no sólo abaratar el producto en la república, sino que hemos contribuido a mejorar la suerte de la clase menesterosa en el mundo entero, porque somos hoy un factor que contribuye a establecer el precio del trigo en todos los grandes mercados. De manera que esta protección tiene justamente por objeto explotar las condiciones naturales de nuestra tierra, prestando a las industrias nacientes aquella protección que les es indispensable para luchar con la experiencia, para luchar con la falta de capitales, con la falta de mercado, con esos cien inconvenientes que rodean una industria que nace, para alcanzar en un porvenir más o menos cercano el gran desideratum que es ofrecer al consumidor un producto nacional a un precio más barato que el similar extranjero.

Fuentes

  • Villafañe, Benjamín; Miseria de un país rico: proteccionismo y libre cambio, atentados a la República, industrias muertas o en agonía; Talleres Gráficos del Estado; San Salvador de Jujuy; 1926; VillafañeB2 MPR; pp. 62‑70.

1990‑2000: La apertura indiscriminada

Métodos proteccionistas

No todos los métodos proteccionistas tienen la misma eficacia ni la misma facilidad de implementación. Algunos de ellos, como la prohibición de importaciones, pueden ser sancionados por organismos internacionales como la Organización Mundial de Comercio. Los siguientes son algunos de los métodos usados en Argentina para proteger las producciones nacionales:

  1. Tasa de cambio.
  2. Aranceles aduaneros.
  3. Prohibición de algunas importaciones.
  4. Licencias no automáticas.[1]

s

Fuentes

  • Buch, Tomás & Solivérez, Carlos E.; De los quipus a los satélites: historia de la tecnología en la Argentina; Edit. Universidad Nacional de Quilmes; Bernal (pcia. de Buenos Aires); 2011; ISBN 9789875582378 (BuchSolivérez QS); pp. 66, 69, 204, 214, 224, 231, 236, 289, 423.
  • Kestelboim, Mariano & Schteingart, Daniel; Elites y …; diario Página/12; Editorial La Página SA; ciudad de Buenos Aires; 27 de octubre de 2013.