Diferencia entre revisiones de «La Caverna de Platón»
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Revisión del 16:28 27 oct 2011
La Caverna de Platón es una metáfora expuesta por el filósofo griego Platón en el Libro Séptimo de La República para ilustrar la relación entre la ignorancia y el saber. La metáfora, simplificada, es la siguiente.
Imaginen hombres que desde su infancia están encadenados a la pared interior de una caverna. A sus espaldas, en lo alto, hay grandes fuegos cuyos resplandores los alumbran. Entre los fuegos y los cautivos hay un camino por el que pasan personas portando objetos de todo tipo y forma. Las ataduras de los cautivos les impiden girar la cabeza, de modo que sólo pueden ver, sobre la pared, sus propias sombras y las de las personas y objetos que circulan. Así, los únicos objetos reales para ellos son las sombras que se mueven el muro. Las voces de las personas y los ecos de esas voces serían sólo las de las sombras móviles.
Si se liberara un cautivo de sus cadenas para que mirara directamente hacia la luz, sus ojos quedarían primero deslumbrados impidiéndole distinguir los objetos causantes de las sombras. Una vez que empezara a distinguir a las personas y objetos circulantes, quedaría perplejo si alguien le dijera que se trataba de los objetos verdaderos, de los que las sombras, antes consideradas lo único real, eran sólo una consecuencia. Aunque ese alguien, insistiendo en identificar a las personas y los objetos que portaban, lo llevara hasta el camino para que pudiera verlos de cerca y hasta tocarlos, pasaría mucho tiempo hasta que el liberado pudieran aprehender su nueva realidad. Si fuera luego forzado a salir a la luz del sol, el dolor del enceguecimiento haría que prefiriera seguir mirando las sombras de las cosas y no a las cosas mismas. Gradualmente evolucionaría mirando primero las imágenes reflejadas en las aguas, luego las luces de los cielos nocturnos, hasta poder llegar a contemplar de modo directo, sin incomodidad, las personas y los objetos plenamente iluminados. Podría entonces asociar al sol con las horas del día, las estaciones y las cosechas, con todo lo que es visible. Si entonces recordara su antigua condición, los saberes que allí tenía y a sus compañeros de esclavitud, sentiría compasión por la ignorancia de éstos y felicidad por su afortunado cambio de situación.
Fuentes
- Platón; La República; Ediciones Bureau Editor SA; Buenos Aires; 1999; Libro Séptimo.