Joseph Schumpeter
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El economista austríaco, nacionalizado estadounidense, Joseph Schumpeter dió a las tecnologías un rol central en los fenómenos económicos.
No es casual, a mi juicio, que haya sido junto con Max Weber uno de los tres editores de la revista Archiv für Sozialwissenschaften (Archivos para las ciencias sociales). Considerado un economista heterodoxo, ni neoclásico ni marxista, enfatizó la importancia de los empresarios innovadores en la generación de los ciclos económicos (como los de Kondratieff, de unos 40 a 60 años de duración), hasta entonces descriptos como hechos empíricos con causas desconocidas.
Schumpeter atribuye el origen del sistema capitalista a una evolución gradual de la sociedad medieval —donde los excedentes productivos de las casi autosuficientes comunidades campesinas pertenecían a la iglesia y al señor feudal— hacia una concepción más racional del mundo circundante y de las instituciones políticas. Diferenció claramente entre progreso económico, estabilidad política y progreso social. Auguró la decadencia del capitalismo —por razones muy diferentes a las de Marx— víctima de su esclerosamiento interno y del creciente rechazo de los intelectuales (cuya influencia probablemente sobrestimó), y de la creciente injerencia del Estado en la planificación económica. No era partidario de la intervención estatal en los mercados, sino de la libre concurrencia. Consideraba al capitalismo el mejor sistema para el progreso económico, pero no encontró ni propuso la manera de evitar su para él inevitable colapso.
Schumpeter señala que en las teorías económicas vigentes hasta ese momento, los mercados donde está asegurada la libre concurrencia, la propiedad privada de los medios de producción y los precios se fijan según la ley de la oferta y la demanda, tienden por sí solos a generar la división social del trabajo y una distribución eficiente de los medios de producción (capitales) y sus productos. La consecuencia de ese modelo es un equilibrio dinámico —no uno estático, ya que hay flujos incesantes de insumos, dinero, mano de obra y productos industriales— donde entra tanto como sale, estado que técnicamente se denomina estacionario. Este modelo clásico no explica los hechos históricos donde períodos de expansión económica son seguidos por otros de depresión, seguidos luego por otros de expansión y así sucesivamente.
Según Schumpeter, una innovación tecnológica significativa (como la introducción de la iluminación eléctrica domiciliaria por Edison o la del automóvil económico por Ford) genera una fase de expansión económica. El éxito produce un significativo aumento de las ganancias del empresario innovador que es así estimulado a invertir más en maquinarias y mano de obra, esto estimula la mayor disponibilidad de créditos para la adquisición del producto con la consiguiente multiplicación del consumo, las ganancias, las inversiones y los créditos. Este proceso autoacelerado (técnicamente denominado de retroalimentación positiva) se desarrolla durante un tiempo que varía según el producto, pero que no puede perdurar indefinidamente porque la cantidad de compradores con poder adquisitivo apropiado es finita, hay un tope. El ritmo de expansión comienza a disminuir a medida que la producción se acerca al tope, e idealmente se llegaría a un nuevo estado estacionario diferente del previo a la innovación. Schumpeter señala que el proceso posterior es en realidad de depresión. El monopolio inicial del empresario innovador desaparece a medida que otros empresarios compiten por el nuevo mercado, lo que disminuye sus ganancias y le obliga a reducir los precios y las inversiones, aumentar la rapidez de amortización de las inversiones ya hechas y hasta reconvertir su producción. La abundancia de créditos genera inflación, lo que disminuye el poder adquisitivo real de los compradores y por lo tanto la cantidad de compras que hacen. Es decir, se inicia un proceso de desaceleración creciente (técnicamente, de realimentación negativa) de la economía, la fase de depresión. Se produce así un ciclo económico de Kondratieff, que puede volver a comenzar cuando se genere otra innovación significativa.
A diferencia de Marx, para quien el origen de las ganancias empresarias es la apropiación ilegítima de parte de los frutos del trabajo obrero (la llamada plusvalía), Schumpeter considera legítimas las que provienen de la capacidad de innovar productos y métodos, así como de la habilidad para asumir existosamente riesgos bien evaluados. A diferencia de los modelos clásicos del mercado que postulan estados estacionarios proveniente de la intervención de un número muy grande de actores económicos igualitarios, es decir la inexistencia de monopolios, Schumpeter enfatiza la importancia para la buena marcha del capitalismo del monopolio temporario que las innovaciones tecnológicas le otorgan a un sólo empresario o a unos pocos, monopolio que puede beneficiar también al consumidor. A estos empresarios exitosos capaces de innovar y tomar riesgos bien calculados, se los denomina actualmente schumpeterianos.
Fuentes
- [] en inglés.