Última modificación el 26 may 2016, a las 13:15

Alimentación y nutrición

Alimentación y nutrición son conceptos diferentes que frecuentemente se confunden. La nutrición es el proceso fisiológico cuyas principales etapas son la digestión, el metabolismo (lo que usualmente se denomina asimilación corresponde al anabolismo) y la excreción de los alimentos ingeridos. La alimentación involucra no sólo a la Fisiología, a través de las sensaciones de hambre y sed, sino también aspectos psicológicos y culturales que condicionan qué se come, cuándo se come, con quién y para qué se come lo que se come. En este sentido la nutrición es un proceso automático del organismo, no controlable con la voluntad, mientras que la alimentación (al menos en las personas adultas normales) depende totalmente de ella, seleccionando tanto los alimentos que se ingieren como los lugares, tiempos y formas en que se ingieren. Una buena nutrición depende entonces exclusivamente del buen funcionamientos del cuerpo, mientras que una buena alimentación depende de la capacidad de hacer buenas elecciones de los alimentos, de la manera de prepararlos, de combinarlos y de variarlos en el transcurso de la vida de una persona según su edad y su salud. La Dietética, la tecnología que se ocupa de la buena alimentación o dieta sana, determina tanto las necesidades energéticas (usualmente expresadas en kilocalorías), como las de desarrollo y reposición de los diferentes tejidos, la prevención y tramiento de enfermedades a través de los alimentos y las recomendaciones generales para una dieta sana.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) usa el término de modo diferente, definiendo[1]:

La nutrición es la ingesta de alimentos en relación con las necesidades dietéticas del organismo. Una buena nutrición (una dieta suficiente y equilibrada combinada con el ejercicio físico regular) es un elemento fundamental de la buena salud. Una mala nutrición puede reducir la inmunidad, aumentar la vulnerabilidad a las enfermedades, alterar el desarrollo físico y mental, y reducir la productividad.


Valor energético de los alimentos

Una de las tres funciones esenciales de los alimentos es proporcionar la energía necesaria para mantener la temperatura corporal, desplazarse y realizar trabajos musculares variados. Este aporte se mide en unidades (obsoletas) de energía, las kilocalorías (kcal). Una persona consume diariamente, en promedio, unas 2.000 kcal. Los diferentes tipos de azúcar (hidratos de carbono), como los que contienen las gaseosas tan deseadas por los niños, aportan rápidamente energía, pero escasa (¿cuánta?) materia prima para el crecimiento y reparación de tejidos. Las grasas son almacenadores de energía, pero como su metabolización es lenta requieren para ello más tiempo. El exceso de energía se almacena en forma de gordura, que por ser culturalmente rechazada es el aspecto de la alimentación que más se mira. Los aminoácidos resultantes del proceso de metabolización pueden también procesarse para proporcionar energía, lo que sucede cuando hay sobrantes de algunos de ellos (proceso similitar al armado de artefactos con stocks de piezas mal balanceados).

Nutrientes esenciales, dieta y salud

Véase Dieta sana.

Alimentación en el mundo

En el mundo se produce anualmente 1.300 millones de toneladas de alimentos, pero 870 millones de personas pasan hambre todos los días. Un tercio de los alimentos producidos se pierde o despilfarra debido a prácticas inadecuadas, el 54% en las etapas de producción, manipulación y almacenamiento post-cosecha, y el 46% restante en las etapas de procesamiento, distribución y consumo[2]. Esta pérdida ocasiona un enorme despilfarro de agua y energía. La situación en Argentina es peor ya que, aunque no hay estadísticas oficiales al respecto, se puede estimar en base a los hábitos culturales de los argentinos que el desperdicio es superior al 50%.

Fuentes generales

Véase también