:''Debe ser tarea empeñosa para los hombres de trabajo predicar hasta el cansancio sobre temas de cuya solución depende la prosperidad o la ruina de todos a fin de formar una conciencia colectiva que, —como en Inglaterra, el país clásico del libre cambio— haga que las masas socialistas reclamen y exijan de los gobiernos el amparo de las industrias de las que vivimos todos, amparo que no se encuentra por cierto en la defensa aduanera, sino en las múltiples medidas de fomento, algunas de las que han sido ya sometidas a la consideración de nuestros poderes públicos.'' (''La encrucijada del desarrollo regional'', pp. 43‑44.)
:''En 1918 publiqué un trabajo en el que hacía notar la necesidad urgente en que nos encontrábamos de dedicar especial atención a las industrias metalúrgicas y siderúrgicas, y de seguir el ejemplo del Brasil y de Chile en la instalación de altos hornos. Este trabajo me valió críticas acerbas de cierta prensa de la capital, según la que los argentinos no estábamos preparados para entrar en la era industrial. Esa creencia predomina todavía entre la gente influyente de Buenos Aires, creencia que viene a colocarnos en inferioridad de inteligencia y capacidad respecto de nuestros vecinos los brasileros y chilenos, que por entonces se apresuraron con éxito a cimentar estas industrias. Se dirá: ¿por qué si provincias como Jujuy y Salta tienen enormes cantidades de fierro, cobre, etc., no se trabajan estas minas? Pues precisamente porque para explotarse con provecho es menester que exista en el país una industria metalúrgica poderosa y bien defendida por las leyes nacionales y los aranceles aduaneros.'' (''Miseria de un país rico'', pp. 141�14.)
:''El renglón maquinaria agrícola importado el año 1924 alcanzó la cifra de 20.000.000 de pesos oro. La importación de estos articulos elaborados en el exterior no paga derechos de aduana, derechos suprimidos en 1923. En el país se fabrican molinos, arados de diversos tipos, rastras de dientes y cultivadoras. Pero varios de los materiales que se importan para fabricar estos implementos pagan derecho de aduana, de manera que no pueden competir con el artículo similar que se importa. Las fábricas han empezado a cerrarse y en breve no quedará abierta ni una sola. Lo que ocurre con la industria siderúrgica no tiene perdón de Dios. El permiso a la exportación del hierro en la forma en que ha sido concedido significa un golpe de muerte para esta rama de la economía nacional, digna no sólo de ser protegida sino premiada por los poderes públicos pues se trata de algo así como de la espina dorsal de la economía de todo pueblo civilizado y hasta de un elemento tan indispensable para la defensa de la Nación como las armas y los buques.'' (''La encrucijada del desarrollo regional'', pp. 33‑34.)
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