==Biografía==
Último hijo de Benjamín Villafañe Bazán y Delfina Chaves Ojeda, nació el 3 de febrero de 1877 a bordo del pequeño vapor Viamont —de —de la compañía Molina - Roldán, que recién hacía por segunda vez ese viaje— viaje— navegando el Bermejo rumbo a Colonia Rivadavia (pcia. de Salta). Su padre, que había bregado durante muchos años por la apertura a la navegación de ese río, arruinado en plena crisis económica de 1876, fue a instalarse allí para trabajar las tierras que tenía su esposa. A los 16 años completó sus estudios secundarios en el Colegio Nacional de la ciudad de [[San Salvador de Jujuy]], época en que falleció su padre. Arrió tropas de mulas y hacienda del norte argentino a Chile y Bolivia. Cursó luego, en la [[Universidad de Buenos Aires]], la mayor parte de la carrera de abogacía, que abandonó faltándole por aprobar unas pocas asignaturas. Desposó a Camila Silvetti Albornoz, oriunda de la [[Provincia de Tucumán]], con quien tuvieron 9 hijos, tres de los cuales fallecieron a edad temprana.
==Funciones públicas==
==Ideas sobre las tecnologías y el desarrollo nacional==
Sus ideas [[proteccionismo|proteccionistas]], de fomento de la industria y de la importancia de los transportes fueron reiteradamente expresadas en muchos de sus libros. Las siguientes son sólo algunas citas —sólo —sólo ilustrativas y no exhaustivas— exhaustivas— de las mismas:
:''Los pueblos sin industrias son pueblos esclavos. La forma más eficaz de conquista de los pueblos débiles ha sido, en los últimos cien años, la de valerse del capital en vez de las armas. Dejan a los pueblos de escasa cultura o sin fuerza armada respetable la ilusión de una libertad ficticia, porque les permiten la elección de sus mandatarios y la vida al amparo de instituciones democráticas, pero se reservan los medios de transporte, puertos, marina mercante y todos los servicios públicos. Se adueñan de las industrias y comercio y minas, son los señores que imponen los salarios y miden el ''standard'' de vida de los pueblos sometidos. La dominación por tal procedimiento es, sin duda, la más hábil porque el esclavo ignora que es esclavo, y ama y se arrodilla ante la mano que le ha puesto el dogal al cuello y succiona su sangre.'' (Discurso pronunciado en la inauguración de la estación del servicio del [[ACA]] de la ciudad de Santiago del Estero, el 5 de noviembre de 1942. Transcripto en el Boletín de Informaciones Petroleras (YPF) N° 220;, Buenos Aires, 1942.)
:''La cifra total del valor de lo que los argentinos introducen del exterior sin necesidad asciende a la suma de seiscientos millones de pesos que a quedar en el país lo transformarían en pocos años en uno de los emporios de riqueza más podersos del mundo, en un organismo sano, vigoroso, asiento de una civilización autóctona, centro de atracción de los hombres de trabajo de los pueblos más laboriosos de la tierra.'' (''La encrucijada del desarrollo regional'', p. 43.)
:''Debe ser tarea empeñosa para los hombres de trabajo predicar hasta el cansancio sobre temas de cuya solución depende la prosperidad o la ruina de todos a fin de formar una conciencia colectiva que —como —como en Inglaterra, el país clásico del libre cambio— cambio— haga que las masas socialistas reclamen y exijan de los gobiernos el amparo de las industrias de las que vivimos todos, amparo que no se encuentra por cierto en la defensa aduanera, sino en las múltiples medidas de fomento, algunas de las que han sido ya sometidas a la consideración de nuestros poderes públicos.'' (''La encrucijada del desarrollo regional'', pp. 43‑44.)
:''La agricultura ocupa actualmente en el país medio millón de brazos. No podrá recibir sino en medida limitada los cien mil jóvenes que cada año llegan a la edad de trabajar como consecuencia del aumento de la población. De los cien o doscientos mil inmigrantes que el país recibía en años anteriores, ya no podrán encontrar trabajo en los campos más de treinta o cuarenta mil por año , mientras no se colonice en gran escala, cosa que no nos preocupa como es notorio. El resto sólo encontrará trabajo si las manufacturas se desarrollan ampliamente. Con sesenta lavaderos, con el hilado y el tejido de los millones de kilos de lana y algodón que el país necesita para el consumo, se daría ocupación a una enorme cantidad de obreros. Como observa [[Alejandro Bunge]]— es mejor importar máquinas, implementos de trabajo y colorantes, que tejidos. Éstos se consumen en el país y las máquinas quedan, como quedan los salarios y los fletes.'' (''Miseria de un país rico'', pp. 147‑148.)
:''En 1918 publiqué un trabajo en el que hacía notar la necesidad urgente en que nos encontrábamos de dedicar especial atención a las industrias metalúrgicas y siderúrgicas, y de seguir el ejemplo del Brasil y de Chile en la instalación de altos hornos. Este trabajo me valió críticas acerbas de cierta prensa de la capital, según la que los argentinos no estábamos preparados para entrar en la era industrial. Esa creencia predomina todavía entre la gente influyente de Buenos Aires, creencia que viene a colocarnos en inferioridad de inteligencia y capacidad respecto de nuestros vecinos los brasileros y chilenos, que por entonces se apresuraron con éxito a cimentar estas industrias. Se dirá: ¿por qué si provincias como Jujuy y Salta tienen enormes cantidades de fierro, cobre, etc., no se trabajan estas minas? Pues precisamente porque para explotarse con provecho es menester que exista en el país una industria metalúrgica poderosa y bien defendida por las leyes nacionales y los aranceles aduaneros.'' (''Miseria de un país rico'', pp. 141‑14.)
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Benjamín Villafañe Chaves

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