Bernardo Alberto Houssay

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Bernardo Alberto Houssay
en sus últimos años.

Bernardo Alberto Houssay, farmacéutico, médico y doctor en Medicina, recibió el Premio Nobel de Medicina y Fisiología en 1947 por sus investigaciones sobre la función de la hipófisis en la fijación del nivel de glucosa en el organismo humano. Fue el primer científico latinoamericano en recibir ese galardón.


Biografía

Nació en Buenos Aires en 10 de abril de 1887, recibió su título secundario de bachiller a los 13 años (Colegio Nacional de Buenos Aires), el universitario de farmacéutico a los 17 (UBA) y el grado de médico a los 23 (UBA). Fue designado profesor de Fisiología de la Universidad de Buenos Aires cuando tenía 21 años, antes de graduarse de médico, cargo que aceptó con la condición de tener dedicación exclusiva a esa tarea. Se especializó en Endocrinología, fundando en 1919 el Instituto de Fisiología de su Facultad. En el año 1922 recibió el Premio Nacional de Ciencias por su trabajo Acción fisiológica de los extractos hipofisiarios, antecedente de las investigaciones que le valieron posteriormente el Premio Nobel.

Expulsado de su cátedra por la dictadura militar de 1943, Houssay creó el Instituto de Biología y Medicina Experimental. Allí hizo junto con sus colegas más de mil trabajos en endocrinología, nutrición, farmacología, patología experimental, glándulas suprarrenales, páncreas, hipertensión, diabetes y otras áreas de la fisiología.

Presidió la Asociación Argentina para el Progreso de las Ciencias, la Academia Nacional de Medicina, la Sociedad Argentina de Biología y la Federación Internacional de Diabetes. Dictó cursos en las instituciones más importantes del mundo y fue condecorado por los gobiernos de Francia, Bélgica y Chile. Impulsó la creación y fue el primer presidente del CONICET, desde donde impulsó la dedicación exclusiva a la investigación científica. Falleció el 21 de septiembre de 1971, a los 84 años de edad, en la ciudad de Buenos Aires.

Docencia e investigaciones científicas

En 1919 Houssay fue designado profesor de Fisiología en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires. Renovó la cátedra haciendo que las clases teóricas de Fisiología dejaran de ser devaneos líricos sobre generalidades para convertirse en minuciosas evaluaciones críticas del conocimiento más actualizado, acompañadas de críticas inflexibles y de una clara delimitación de los problemas planteados. Al mismo tiempo, convirtió a la cátedra en un centro de investigación básica en Fisiología. Cuando fue exonerado de su cargo por la dictadura militar que tomó el poder el 4 de junio de 1943, creó con apoyo privado el Instituto de Biología Experimental que luego adquirió renombre mundial.

Antes de Houssay no existía la dedicación exclusiva a la investigación y los profesores de la Facultad de Medicina atendían también sus consultorios privados, lo que Houssay nunca hizo. La investigación biológica, en particular, era prácticamente inexistente. Como no era de familia rica y en esa epoca no habían subsidios millonarios para la investigación, eligió temas de estudio que no requerían instrumentos complejos ni grandes gastos operativos. Usó sapos para sus experimentos, animales abundantes y baratos de obtener, en especial el Rhinella arenarum[1] (antes denominado Bufo arenarum). Sus discípulos y colaboradores coinciden en recalcar su dedicación obsesiva al trabajo y su firme decisión de continuarlo en el país pese a las grandes carencias y dificultades materiales.

Uno de sus principales temas de investigación fue el papel de la hipófisis en el metabolismo de los hidratos de carbono y el aparente antagonismo entre ella y el páncreas. La extirpación de la adenohipófisis producía una lenta absorción intestinal de los hidratos de carbono y el animal era incapaz de mantener niveles adecuados de azúcar en sangre durante el ayuno. Houssay demostró que los animales a los que se extirpaba la hipófisis eran extraordinariamente sensibles a la acción hipoglucemiante de la insulina —pequeñas dosis de insulina que no afectaban a los animales normales mataban a los que no la tenían— y que esa sensibilidad se debía a la falta de la hormona de crecimiento somatotrofina. Experimentos hechos por Houssay y Biasotti en 1930 mostraron que la hipofisectomía total o la ablación de la adenohipófisis del sapo atenuaban la diabetes al disminuir el ascenso de la glucosa sanguínea, mientras que la implantación del lóbulo anterior hacía recuperar o superar la intensidad habitual de la diabetes. Los experimentos que demostraron la acción diabetógena de la hipófisis fueron luego extendidos por Houssay a mamíferos como el perro, para el cual pudo descartar la influencia de otras glándulas endócrinas. Sus trabajos sobre la influencia de la adenohipófisis sobre el metabolismo de los hidratos de carbono le valieron el Premio Nobel de Medicina de 1947, compartido con Carl Ferdinand Cory y su esposa Gerty Theresa Radnit. Este premio puso a Argentina en el mapa mundial de la Fisiología.

Su discípulo Alfredo Lanari señaló que

Houssay fue uno de los últimos grandes fisiólogos del mundo, es decir, un fisiólogo general que conocía las técnicas para trabajar en varias disciplinas con la misma probidad. Eso ya no existe más. Antes se hacían las cosas macroscópicas: sacar una glándula, poner otra. Hoy se trabaja mucho más molecularmente.

Aunque ejerció durante poco tiempo la docencia, sus dotes de maestro se ponen en evidencia por los destacados científicos que se formaron a su lado, a los que orientó hacia los grandes problemas de la Fisiología y la Bioquímica. Se cuentan entre ellos Eduardo Braun Menéndez, Oscar Orias, y Luis Federico Leloir.

Política científica

Aunque Houssay tenía una inquebrantable fe y entusiasmo por las posibilidades del desarrollo científico del país, su ideología conservadora lo llevó a avalar las políticas gubernamentales de ese signo, incluyendo a dictaduras militares que nunca denunció. Como presidente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) creado en 1958, continuó las políticas impulsadas previamente desde la Asociación Argentina para el Progreso de las Ciencias, fundada en 1933, que desalentaban la injerencia del Estado, aunque durante su gestión administró considerables fondos estatales.

Respecto a la orientación que debe darse a las tareas científicas, afirma en 1942 (Barrios Medina y Paladini, p. 311):

Una investigación es tanto más valiosa: 1º cuanto más original o revolucionaria; 2º cuanto más general es la conclusión; 3º cuanto más segura la demostración; 4º cuanto mayor es la dificultad vencida; 5º cuanto más objetiva la prueba; 6º cuanto más fértil la noción demostrada; 7º cuanto más continua y prolongada.

Sólo se valoran aquí las necesidades internas de la comunidad científica y sus criterios de convalidación. Nada se dice de las necesidades de los argentinos ni de los criterios para la valoración y convalidación social de las actividades e inversiones hechas en investigación científica. Como señala Alfonso Buch (Ciencia, Nación y Voluntad, p. 23), cuando se lee a Houssay a veces pareciera que la ciencia fuera una condición no sólo necesaria sino suficiente para el progreso y la felicidad de los hombres.

Fuentes