Para verificar la importancia del núcleo (el perno) hay que comparar la fuerza que el electroimán es capaz de ejercer con y sin él (un factor 5.000 de diferencia, como se señaló inicialmente). La razón es que los átomos de hierro son imanes microscópicos que se alinean entre sí cuando se los coloca en un campo magnético.
Una manera de medir la “fuerza” de un imán es levantar pesos. Un material apropiado son los clavos, que se consiguen fácilmente en cantidad a bajo o nulo costo. La Figura 6 primera figura de la página ilustra la gran capacidad que tiene nuestro este electroimán. Aunque el experimento es llamativo, no permite una medida razonablemente exacta de la fuerza que es capaz de aplicar. Para eso hay que usar materiales con formas donde la magnetización responsable de la fuerza pueda producirse mejor, sin huecos. La forma óptima para esto son bloquecitos de hierro macizo, pero no es fácil conseguirlos de tamaños variados que permitan, por ensayo y error, determinar el tamaño máximo que se puede levantar. Un método práctico es usar chapas extraídas de algún transformador en desuso (las que posteriormente servirán también para el montaje de la llave inversora que se describe más adelante). Para eso hay que apilar las chapitas prolijamente, agregando unas pocas por vez, hasta llegar a la máxima cantidad que se mantiene suspendida. Se pesan luego en una balanza de cocina para obtener el peso máximo que se puede levantar.
Con una sola chapita rectangular de transformador se puede construir un dispositivo similar a los timbres domiciliarios de tipo “chicharra”. Se fija la chapita perpendicularmente al eje de la bobina y cerca de uno de sus extremos y se la hace oscilar conectando y desconectando rápidamente la corriente. Eso sucede 60 veces por segundo con la corriente alterna domiciliaria, produciendo el sonido zumbón característico de esos timbres.
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