Última modificación el 2 sep 2014, a las 20:54

Ciencias en la literatura argentina

Las ciencias en la literatura argentina no se encuentran con la misma frecuencia que las tecnologías. A diferencia de éstas —que son un fondo natural sobre el que se desarrolla la acción, en el sentido de la Psicología de la Gestalt— la invocación a las ciencias usualmente se hace en un contexto de legitimación de saberes o de acciones (frecuentemente ilegítimas). Pocos escritores argentinos de ficción han tomado las ciencias como el tema principal (la figura que se destaca sobre el fondo) y la mayoría de los que lo hicieron desvirtuaron uno o más rasgos esenciales de la ciencia. Se destaca en este sentido un único escritor, Jorge Luis Borges, que supo conjugar esos rasgos con la ficción a la vez que estimular la imaginación de los lectores intelectualmente más cultivados. Desde el punto de vista cultural, la escasa presencia de la ciencia en la literatura argentina ilustra no ya su baja valoración, como sucede con las tecnologías, sino su lisa y llana incomprensión.


Jorge Luis Borges

Jorge Luis Borges en 1978.

Hay alusiones científicas en muchos, tal vez en la mayoría, de los escritos de Borges, pero sólo algunas de las más destacadas se discuten en las secciones siguientes. Una de las ciencias que más le interesó fue la Matemática, como ilustra el comentario que escribió en Discusiones sobre uno de los más logrados trabajos de divulgación de esa disciplina: el libro Matemáticas e imaginación, donde queda claro que hizo numerosos relecturas del libro.

Tlön, Uqbar, Orbis Tertius

El cuento corto Tlön, Uqbar, Orbis Tertius (Obras Completas, pp. 431‑443)[1], uno de los más largos que escribió, fue originalmente publicado en la revista Sur en 1940, integrado a su libro El jardín de senderos que se bifurcan en 1941 y formó parte del libro Ficciones en 1944. Esta última es una de sus obra que más reediciones tuvo y probablemente la más citada en el ámbito internacional.

El relato comienza satisfaciendo uno de los requisitos básicos de los saberes científicos, la acreditación de una fuente que permita confirmar o refutar sus aseveraciones. Se trata en este caso de una enciclopedia ficticia que es copia textual de la real y reputada Enciclopedia Británica, salvo por una adición. El juego de la ambigüedad —aquí creada con la mezcla de fuentes reales e inventadas— se opone al requisito científico de la precisión y aparece constantemente en este y muchos otros de sus escritos.

La adición a la Enciclopedia Británica, cuyo origen desconocido alude al mundo fantástico de las creencias, es el artículo que describe a Uqbar, país cuya ubicación no figura en los atlas. Borges relata luego como él mismo encuentra luego un tomo de una enciclopedia sobre el planeta Tlön, donde aparecen Uqbar y Orbis Tertius. Según ese libro los habitantes de Tlön niegan el postulado básico de las ciencias fácticas: la existencia de una realidad independiente del observador. Aunque la Matemática no está a sujeta a este requisito, una de las ciencias que más fascinó a Borges, es la Psicología la única ciencia que afirma existe en Tlön. Esto se debe probablemente a la creencia generalizada entre los científicos, con escasas excepciones como Jean Piaget, de que la Matemática describe hechos exteriores a la mente humana ("reales"). Borges da luego otro argumento para esa inexistencia en Tlön: la imposibilidad de establecer las relaciones de causalidad, procesos que son también requisito ineludible de las ciencias fácticas:

La percepción de una humareda en el horizonte y después del campo incendiado y después del cigarro a medio apagar que produjo la quemazón es considerada un ejemplo de asociación de ideas. Este monismo o idealismo total invalida la ciencia. Explicar (o juzgar) un hecho es unirlo a otro; esa vinculación, en Tlön, es un estado posterior del sujeto, que no puede afectar o iluminar el estado anterior. Todo estado mental es irreductible: el mero hecho de nombrarlo —id est, de clasificarlo— importa un falseo. De ello cabría deducir que no hay ciencias en Tlön— ni siquiera razonamiento. La paradójica verdad es que existen, en casi inumerable número.

Claro está que tener innumerables ciencias alternativas sobre un mismo campo equivale a no tener ninguna más creíble que otra (o sea, ninguna).

La introducción de Orbis Tertius (Mundo 3º, en latín) es uno de los hechos más curiosos de este relato. En la historia de Borges designa a la futura versión ampliada de la obra de ficción que inventó Tlön, su geografía, sus lenguas, su historia, su cultura. Se trata de una enciclopedia apócrifa, de una creación exclusiva de la mente humana, sin conexión con la realidad. Varios años después, en 1978, el austríaco Karl Popper (luego ciudadanizado británico), destacado estudioso de la filosofía de las ciencias, introdujo el concepto, superficialmente análogo, de Mundo 3. En sus propias palabras (la traducción es de C. E. Solivérez):

By world 3 I mean the world of the products of the human mind, such as languages; tales and stories and religious myths; scientific conjectures or theories, and mathematical constructions; songs and symphonies; paintings and sculptures. But also aeroplanes and airports and other feats of engineering. It would be easy to distinguish a number of different worlds within what I call world 3. We could distinguish the world of science from the world of fiction; and the world of music and the world of art from the world of engineering. For simplicity’s sake I shall speak about one world 3; that is, the world of the products of the human mind. Many of the objects belonging to world 3 belong at the same time also to the physical world 1. Michelangelo’s sculpture The Dying Slave is both a block of marble, belonging to the world 1 of physical objects, and a creation of Michelangelo’s mind, and as such belonging to world 3. The same holds of course for paintings. But the situation can be seen most clearly in the case of books. A book, say volume one of my own set of Shakespeare‘s Works, is a physical object, and as such it belongs to world 1. All the individual books belonging to the same edition are, as we know, physically very similar. But what we call ‘one and the same book’ — say, the Bible — may have been published in various editions which physically are vastly different. Let us assume that all these editions contain the same text; that is, the same sequence of sentences. In so far as they do, they are all editions, or copies, of one and the same book, of one and the same world 3 object, however dissimilar they may be from a physical point of view. Obviously, this one book in the world 3 sense is not one book in the physical sense.
Por Mundo 3 entiendo el mundo de productos de la mente humana tales como: lenguajes; leyendas, historias y mitos religiosos; conjeturas o teorías científicas y construcciones matemáticas; canciones y sinfonías; pinturas y esculturas. Asimismo, aeroplanos y aeropuertos y otros logros de la ingeniería. Sería fácil diferenciar varios mundo diferentes dentro del que llamo Mundo 3. Podríamos distinguir el mundo de la ciencia del mundo de la ficción; el mundo de la música y del arte, del mundo de la ingeniería. Para simplificar hablaré de un único Mundo 3, el de todos los productos de la mente humana. Muchos de los objetos pertenecientes al Mundo 3 pertenecen al mismo tiempo al mundo físico o Mundo 1. La escultura de Miguel Ángel El Esclavo Moribundo es a la vez un bloque de mármol que pertenece al Mundo 1 de los objetos físicos, y una creación de la mente de Miguel Ángel que pertenece al Mundo 3. Lo mismo vale para las pinturas y otras obras de arte. Lo que sucede puede entenderse mejor en el caso de los libros. Un libro, por ejemplo un tomo de mi colección de obras de Shakespeare, es un objeto físico que pertenece al Mundo 1. Todos los ejemplares de la misma edición de una obra literaria son físicamente muy parecidas, pero lo que llamo "el mismísimo y único libro", digamos la Biblia, ha sido publicada en muchas ediciones que son físicamente muy diferentes. Si todas estas ediciones contienen el mismo texto, la misma secuencia de oraciones, constituyen un único objeto del Mundo 3, aunque difieran físicamente entre sí, aunque correspondan a distintos objetos del Mundo 1.

La dilucidación de las diferencias entre Orbis Tertius y el Mundo 3 de Popper obliga al lector al ejercicio que parece constituir el objetivo principal de esta obra de Borges: la contraposición entre el libre juego de la imaginación y las reglas aceptadas del pensamiento racional (por no acotarlas a las más ceñidas de la Lógica). La idea de Borges podría haber inspirado a Popper —como lo hizo el cuento que se discute en la siguiente sección con el filósofo francés Michel Foucalt—, pero es una especulación sin fundamento conocido.

El idioma analítico de John Wilkins

El relato del título pertenece al libro Otras inquisiciones (1952). A su respecto dice el filósofo Michel Foucault en Las palabras y las cosas (originalmente publicado en 1966) que

Este libro nació de un texto de Borges. De la risa que sacude, al leerlo, todo lo familiar al pensamiento —al nuestro; al que tiene nuestra edad y nuestra geografía—, trastornando todas las superficies ordenadas y todos los planos que ajustan la abundancia de seres, provocando una larga vacilación e inquietud en nuestra práctica milenaria de lo Mismo y lo Otro.

El fragmento que cita Foucault alude a cierta enciclopedia china en cuyas remotas páginas está escrito que los animales se dividen en

a) pertenecientes al Emperador,
b) embalsamados,
c) amaestrados,
d) lechones,
e) sirenas,
f) fabulosos,
g) perros sueltos,
h) incluidos en esta clasificación,
i) que se agitan como locos,
j) innumerables,
k) dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello,
l) etcétera,
m) que acaban de romper el jarrón,v
n) que de lejos parecen moscas.

El hilarante listado viola reglas básicas del sistema científico de clasificación de animales, la Taxonomía. Estas violaciones incluyen:

  • rasgos extrínsecos, es decir, relaciones entre los animales y otros objetos: a), c), j), k);
  • circunstancias transitorias (estados) o no exclusivas de un tipo particular de animales: b), c), g), i), m), n);
  • categorías no excluyentes, es decir que un mismo tipo de animal puede estar en más de una: e), f), j), n);
  • categorías no acotadas: l);
  • mezcla de animales reales con imaginarios, es decir, no se pone límite al conjunto de animales a clasificar: e), f), k).

El punto h) de la clasificación viola una regla básica de la Teoría de Conjuntos, la que impide que un conjunto forme parte de sí mismo. Ésto origina paradojas como la de la siguiente afirmación periodística: esta sola central eléctrica brindará más energía que todas las del sistema (se omitió excluir la central de que se habla mediante la calificación de todas las con restantes).

Fuentes

  • Jorge Luis Borges en Wikipedia.
  • Borges, Jorge Luis; Obras completas; Emecé Editores; Ciudad de Buenos Aires; 1974.
  • Kasner, Edward & Newman, James R.; Matemáticas e imaginación; Hyspamérica Ediciones; Madrid (España); 1985; ISBN 9788485471553 (Kasner&Newman MI).
  • Martínez, Guillermo; Borges y la matemática; Edit. Seix Barral; Ciudad de Buenos Aires; 2006; ISBN 9789507315145.
  • Popper, Karl; Three Worlds; The Tanner Lecture on Human Values, conferencia dada en la Universidad de Michigan; Ann Arbor (Michigan, EEUU); 7 de abril de 1978.
  • Quian Quiroga, Rodrigo; Borges y la memoria; Edit. Sudamericana; ?; 2011; ISBN 9789500735032.[2]
  • Rojo, Alberto; El jardín de los mundos que se ramifican: Borges y la mecánica cuántica. Consultado el 28 de junio de 2011.

Véase también

Ernesto Sábato

El destacado escritor argentino Ernesto Sábato, ya mencionado en relación con las tecnologías (véase el artículo Tecnologías en la literatura argentina), fue inicialmente un promisorio físico cuya carrera fue impulsada por el primer Premio Nobel de Ciencias de Argentina, Bernardo Houssay. En varios de sus escritos señala las razones por las que abandonó su incipiente carrera para dedicarse al mundo de la ficción. El siguiente fragmento, parte de una nota publicada el 21 de enero de 1962, explica cabalmente su visión del "recorte" que el pensamiento científico (racional) hace de la mente humana:

Los Tiempos Modernos, cuyo fin sangriento estamos viviendo y sufriendo, se edificaron sobre el culto de la razón, de la ciencia, de la técnica, con olvido y hasta con menosprecio por los atributos irracionales del hombre. Se practicó una bárbara escisión entre el pensamiento mágico y el pensamiento lógico, se sobrevaloró éste hasta la idolatría y se tiró por la borda, con absoluto desprecio, el pensamiento mágico. Esta fue la principal enajenación que sufrió la criatura humana en este proceso tecnológico y tecnolátrico. Así nos ha ido. Privado el hombre de su anclaje numinoso hemos ido a la deriva, angustiándonos crecientemente en este proceso de profanación, de desacralización. La neurosis colectiva, la histeria, ha ido ganando terreno en la medida en que nos fuimos alejando de ciertos fundamentos que deberían ser sagrados y que lo fueron en las comunidades que, por nuestra arrogancia científica y europocéntrica, llaman «primitivas». Es probable que en esas viejas comunidades hubiese lepra, pero no se necesitaban psicoanalistas. Es como si a uno le prohibieran soñar durante el dormir: nos volveríamos locos. Felizmente, la manía racionalista no pudo evitar que los seres humanos sueñen de noche. El mito, echado a puntapiés por la puerta, se metió de nuevo por la ventana, mediante el arte y la literatura, que son siempre, por esencia, mitopoéticos y que, como tales, ayudan a la salvación del ser humano.
Se suele hablar de la misión del arte en esta época en que tanto se habla del arte comprometido: ésa es la única que tiene, la suprema, la misteriosamente indispensable. Pero, sin embargo, se sigue machacando con la famosa demistificación de la razón y de la ciencia: todo lo que no es razón ni ciencia sería así una especie de mistificación, de mentira. Hasta un neomarxista tan valioso como Kosik participa de ese viejo prejuicio positivista. Es una pena. Deberíamos recordar que un ilustre y honesto sabio racionalista llamado Lévy-Bruhl emprendió la gigantesca tarea de probar, a la luz de la antropología y la etnología, cómo a medida que el hombre progresaba el pensamiento mágico era desplazado por el pensamiento lógico. Después de casi cuarenta años de exámenes, de estudios probos y detallados, llegó a la conclusión, quizás para él deprimente, de que no había tal sucesión, sino que había coexistencia de los dos modos de pensamiento, aún en las comunidades más avanzadas.

El pensamiento mágico al que se alude está detalladamente explicado en los libros del filósofo, sociólogo y etnólogo francés Lucien Lévy-Bruhl (véase, por ejemplo, La mentalidad primitiva). Su reivindicación de este pensamiento "natural" y su rechazo al racionalismo a ultranza impregna (o, al menos, subyace en) toda la obra de Sábato.

Fuentes

  • El mito que entró por la ventana; Revista Ñ; Arte Gráfico Editorial Argentino SA; Buenos Aires; Suplemento especial del ejemplar del 25 de junio de 2011; p. 20.

Véase también