[[Archivo:Ómnibus berlinés 1905.jpg|300px|left|thumb|<center>Pequeño ómnibus berlinés de 1905.</center>]]
El colectivo fue durante mucho tiempo un símbolo porteño tan característico como el Obelisco y Gardel. Sus laboriosos fileteados artesanales, sus decoraciones ''naif'' (los muñequitos colgantes, los escarpines metalizados, la virgencita...) y las multifacéticas destrezas de sus conductores (cobrar, arrancar, dar el vuelto, frenar, exhortar a dar ''un pasito más atrás que hay lugar'', cruzar con luz roja, abrir la puerta, ayudar a la viejita con la bolsa del mercado...) fueron un gran atractivo turístico lamentablemente eliminado por las ordenanzas municipales. La mitología popular argentina considera hoy, honor que sólo le disputa el [[Ladislao José Biro|bolígrafo]] , que el colectivo es uno de los grandes inventos argentinos. Lamentablemente para el ego nacional, este ágil vehículo de pequeño porte ya existía tanto en Estados Unidos y en Europa como en otros países de Latinoamérica antes de su alegada invención en Buenos Aires. Para dar sólo dos ejemplos: en 1905 se inauguró en Berlín un sistema de transporte urbano con automotores de 16 asientos (Crónica de la Técnica, p. 498); la ciudad de Los Ángeles (EEUU) ya tenía en 1914 servicios de taxi‑colectivos de 5 a 7 asientos denominados ''jitney''.