Computadora Clementina

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Computadora Clementina
en el Instituto de Cálculo de la UBA.

La computadora Clementina, apodo que le pusieron sus usuarios, fue la primera computadora científica instalada en la Argentina, el 24 de noviembre de 1960 en el Instituto de Cálculo (hoy Departamento de Computación) de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires. Era una computadora británica marca Ferranti (fabricante de la 1ª computadora comercial del mundo, la Mark I), modelo Mercury. Clementina funcionó entre los años 1961 y 1971, cuando se la desmanteló por obsoleta.


Características técnicas

El modelo Mercury de Ferranti, sucesor del modelo Mark I, tenía más de 10.000 válvulas electrónicas y 5000 diodos de estado sólido (en ese momento se estaban terminando de poner a punto los transistores)[1][2]. Sus 18 m de largo ocupaban una gran sala y carecía de teclado y de monitor, ingresándose y obteniéndose los datos mediante cintas de papel perforado. Sólo se fabricaron 19 unidades de este modelo, cantidad no sorprendente tanto por la rápida evolución que estaba teniendo su diseño, como por su alto costo: £ 152.099 (libras esterlinas) de la época, equivalentes a más de USD 3 millones del año 2010.

La computadora tenía ciclos (frecuencia reloj) de 1 MHz que le permitían hacer unos 30.000 cálculos cada segundo, tenía una memoria operativa de anillos de ferrita de 1024×40 bits (5 KB), un tiempo de acceso de 10 μs para una palabra de 10 bits, memoria de archivo de cilindros magnéticos de 4×4×4900×40 bits (80 KB) y se programaba en un lenguaje propio de alto nivel, Mercury Autocode.[3]

El origen del nombre fue la única característica multimedia del equipo: cuando terminaba un proceso de cálculo comenzaba a sonar la música de la popular canción estadounidense Oh My Darling, Clementine. La computadora fue luego programada para que ejecutara un tango, se ignora cuál.

Historia

La creación de un área de cálculo aplicado equipado con una computadora en el Departamento de Matemática de la mencionada facultad fue hecha en 1957 por el matemático de ese departamento Manuel Sadosky. El costo era demasiado alto para ser afrontado por la UBA, de modo que fue necesario conseguir un subsidio del CONICET para su adquisición. La historia de cómo se logró el mismo, relatada por Rolando García, fue la siguiente (Jacovkis):

El hecho de que Rolando García fuera el Vicepresidente del Consejo ayudó a que se aprobara el pedido, a fines de 1958, por un monto de 152.099 libras esterlinas. Más concretamente, como cuenta el propio Rolando García (2003) Bernardo Houssay se opuso tenazmente a la compra de la computadora (decía que él había ganado el Premio Nobel sin necesidad de instrumentos tan costosos) y fue necesario que, gracias al pedido expreso de García a Braun Menéndez, éste lograra que Houssay no asistiera a la reunión de Directorio en la cual se autorizó el subsidio.

Para la selección del equipo se formó una comisión integrada por Sadosky, el matemático Alberto González Domínguez y el físicoquímico Simón Altman. Se presentaron a la licitación 4 empresas: IBM, Remington y Philco (las 3 de EEUU) y Ferranti (Gran Bretaña). Aparentemente uno de los factores clave de la decisión de comprar la Ferranti Mercury fue que un grupo de científicos de la Universidad de Manchester había creado para ella un lenguaje de programación de alto nivel, Autocode, fácil de aprender y apto para aplicaciones científicas.

La compra de Clementina fue la mayor inversión realizada en ciencia y tecnología en el país hasta ese momento y fue bien capitalizada por el Instituto de Cálculo que comenzó a funcionar orgánicamente en 1960. Reglamentado en 1962 como el primer instituto de la UBA, Sadosky lo dirigió desde su fundación hasta el golpe de estado de 1966. El equipo se instaló en enero de 1961 en el Pabellón I de la Ciudad Universitaria. Desde que comenzó a funcionar, el 15 de mayo de 1961, hasta su desmantelamiento en 1971, Clementina fue intensamente usada por investigadores de la UBA en aplicaciones de economía matemática, investigación operativa, estadística, mecánica aplicada, análisis numérico, sistemas de programación y lingüística computacional, dirigidos respectivamente por Oscar Varsavsky, Julián Aráoz, Sigfrido Mazza, Mario Gradowczyk, Pedro Zadunaisky, Wilfredo Durán y Eugenia Fisher. También brindó apoyo a grupos de investigación de otros centros científicos y a usuarios externos mediante servicios arancelados.

Fuentes