Son escasas las especies nativas de animales domesticables y capaces de transportar o tirar de cargas: los camellos del norte de África y Medio Oriente, los elefantes de África y Asia, los [http://es.wikipedia.org/wiki/Alces_alces alces] de las zonas árticas, los [http://es.wikipedia.org/wiki/Yak yak]s, los [http://es.wikipedia.org/wiki/Bubalus_bubalis búfalos] y los [http://es.wikipedia.org/wiki/Bos_taurus_indicus cebúes] de Asia, los bueyes, los asnos y los caballos de Eurasia. Entre las de todos ellos, las características del caballo se destacan por lejos. Es fuerte y resistente, capaz de tirar de un pesado carro o llevar sobre su lomo una o más personas durante tiempos prolongados. Es manso cuando está bien domesticado. Es muy veloz aún con uno o más jinetes a cuestas, es fogoso, es gallardo, es fiel. Posiblemente sean las 4 últimas características las que han capturado la imaginación humana, más que su notable utilidad práctica. El caballo es, en todas la culturas que lo domesticaron, símbolo de poder y distinción. Los reyes y los militares siempre prefirieron retratarse montados a caballo, y en las plazas de todas las ciudades del mundo abundan las figuras ecuestres. Una pequeña muestra de la importancia que siempre se le asignó es que hoy se conoce el nombre del caballo de Alejandro Magno, Bucéfalo, pero no el del perro de Julio César o del gato de Cleopatra. La sensación de poder que siente un jinete se pone claramente de evidencia en el común dicho argentino ''se montó en el caballo'', que indica que una persona se puso soberbia e inaccesible.
[[Archivo:Gaucho por Aldo Sessa.jpg|400px|left|thumb|<small><center>'''El caballo como símbolo de poder. Fotografía de Aldo Sessa.'''</center></small>]]
Desde el punto de vista técnico el caballo es una fuente eficiente y muy económica de energía. El costo de su mantenimiento es mínimo ya que se alimenta con productos naturales de fácil acceso en muchas partes del mundo: aire, agua, pasto, sal. Sólo requiere de refugio en climas extremos, cuando hay nieve abundante o calor abrasador. Tiene, además, importantes subproductos: sus crines se usan para hacer cepillos; su cuero para múltiples aplicaciones, desde calzado hasta material para cobertura de tiendas; la leche de yegua es un buen alimento; su carne comestible es aún hoy muy usada en productos como la mortadela. No sólo es un recurso renovable sino que se multiplica por sí mismo en condiciones favorables, como sucedió en las pampas argentinas.
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