España en tiempos de la conquista de América

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No se puede comprender bien el proceso de conquista y colonización en el actual territorio argentino sin conocer como era España en tiempos de la conquista de América, tema de este artículo.


Organización política y social de los reinos

En el momento en que “descubrió” América, España no existía como nación en el sentido moderno del término, era una débil alianza de los cinco mal integrados reinos de Aragón, Castilla - León, Cataluña, Navarra y Valencia. El monarca del reino de Aragón gobernaba a los virreinatos autónomos de Cataluña y Valencia. Navarra, inicialmente un reino independiente, fue incorporado a la corona de Castilla en 1515. El reino de Castilla y León, que cubría unos dos tercios del actual territorio español, abarcaba las regiones de Andalucía, Asturias, Castilla la Nueva, Castilla la Vieja, Extremadura, Galicia, León y Murcia. No existía todavía el concepto moderno de Estado y los reyes (en particular los absolutistas castellanos) consideraban que los territorios y habitantes de sus dominios eran sus posesiones personales. Ésto se pone claramente en evidencia en las subdivisiones que hacían de sus reinos para darlos en herencia a sus hijos. El uso de lo que hoy llamamos la cosa pública en beneficio exclusivamente personal, fue uno de los conceptos de que estaban imbuidos los conquistadores castellanos que perdura en Argentina hasta nuestros días. Para ser justos, tampoco hay evidencias de que los grandes imperios americanos, los mayas, aztecas e incas, hayan tenido concepciones diferentes.

América era una posesión personal de los reyes de Castilla y en tiempos de la conquista no tenían acceso a ella los vasallos de otros reinos, aún los aliados a Castilla. Con muy escasas excepciones, los conquistadores provenían de dos de los tres estamentos bien diferenciados de la sociedad castellana: la gran nobleza, la pequeña nobleza y la plebe. La gran nobleza —los condes, duques, marqueses, príncipes y reyes que se consideraban “primos” entre sí— disfrutaba de suficientes honores y riqueza como para emprender la dudosa aventura de “hacer la América”. La casi totalidad de los pocos grandes nobles que vinieron lo hicieron sólo temporariamente y como virreyes de alguno de los reinos de Indias. El estamento superior de los conquistadores fue así el de la pequeña nobleza: los hidalgos segundones, las nobles hermanas y los hermanos menores (y sus descendientes) del primogénito varón que en virtud de la institución del mayorazgo heredaba la parte principal (indivisible e inalienable) de la fortuna familiar.

El estamento inferior de los conquistadores fue el de los plebeyos sin nobleza de sangre por no tener antepasados nobles. Estos plebeyos sólo podían aspirar a alcanzar la nobleza de privilegio por servicios muy destacados, usualmente aportes de riqueza o militares a la corona. Francisco Pizarro, el analfabeto hijo bastardo de un empobrecido hidalgo extremeño, fue hecho marqués en premio a las aproximadamente 30 toneladas de plata y oro que envió al monarca castellano en concepto de participación real en el saqueo del imperio incaico. Aunque los verdaderos colonizadores del territorio, como Hernán de Mexía Mirabal, no tuvieron iguales recompensas, todos los conquistadores y sus descendientes fueron reconocidos como nobles. Era un dicho popular de la época que en las Indias, vale más la sangre vertida que la heredada.

La pequeña nobleza por sangre o por mérito podía aspirar a cargos de funcionario cuyos requisitos de designación (influencias aparte) eran básicamente tres. El primero era acreditar lo que en la época se denominaba limpieza de sangre, no tener antepasados moros, judíos, o negros hasta por lo menos la generación de los tatarabuelos. Este requisito, de dudoso cumplimiento y difícil o imposible verificación, sólo tenía fundamentos raciales en el caso de los africanos de piel negra, a los que consideraban inferiores y hasta no humanos. El rechazo de los moros se fundaba en razones políticas, porque habían dominado buena parte de la península ibérica durante varios siglos y su reconquista acaba de terminar cuando Colón llegó a América. El rechazo de los judíos tenía razones religiosas que estaban explícitadas en el segundo requisito: ser bautizado, descendiente de matrimonios consagrados por la iglesia y firme creyente en la doctrina católica. Este requisito se enfatizaba estableciendo que además de lo anterior, se debía ser cristiano viejo,ya que se desconfiaba de los conversos (en particular los judíos).

El tercer requisito para el acceso a los cargos públicos coloniales (especialmente los militares), y el más relevante a los fines de este libro, era que el pretendiente y sus antepasados no hubieran ejercido nunca oficios viles y mecánicos. Estos oficios incluían la agricultura y la ganadería (que los gobernantes mercantilistas de la época no consideraba formas de riqueza) pero también todas las labores manuales, artesanales y técnicas, incluso las artísticas como la pintura de cuadros. A imitación de la nobleza peninsular, la aspiración común de la casi totalidad de los conquistadores era adquirir el oro y la plata que les permitirían terminar sus días alternando entre la gloria de la guerra y el ocio rodeado del máximo bienestar material. Esta desvalorización cultural de las técnicas, en esa época necesariamente manuales, fue uno de los principales condicionantes de las actividades tecnológicas de los creadores de Hispanoamérica.

Fuentes