A partir de la [[información]] que proporcionan los órganos de los sentidos, el cerebro en conjunción con todo el sistema nervioso elabora durante los primeros años de vida representaciones mentales muy simplificadas de la realidad basadas en rasgos perceptibles o imaginados. Las personas son capaces de compartir, aunque sólo parcialmente, esas representaciones con los demás miembros de su grupo social rotulándolas con nombres que en primera instancia son sonidos arbitrarios que luego se hacen reconocibles. Los rótulos ([[símbolo]]s) son capaces de evocar representaciones y a los objetos a los que están asociadas aunque no estén presentes. Estas representaciones permiten superar la tiranía de los sentidos, de lo inmediato. [[Lev Vygotsky]] enfatiza que es la mediación de los símbolos, los evocadores de las representaciones, lo que permite superar el [[Conductismo|esquema conductista]] de estímulo‑respuesta. El [[conductismo]], al ignorar los símbolos y todo lo que sucede dentro de la mente o es indetectable por los órganos de los sentidos, queda limitado a la asociación directa con los estímulos externos.
Las primeras etapas de la vida infantil consisten así en la simultánea adquisición de las primeras representaciones del mundo exterior y del control muscular del cuerpo, especialmente la prensión de objetos y la locomoción. Éste es el estadio sensorio‑motriz de [[Jean Piaget]]. Todos los estudios realizados en culturas urbanas o rurales, europeas o de otros continentes, confirman la universalidad de esta etapa del desarrollo humano con una no demasiado grande variabilidad en sus tiempos de iniciación y finalizacion. Los bien conocidos experimentos de Piaget donde se ponen a la vista y se esconden objetos, y las consiguientes reacciones, muestran como los bebes llegan a tener conciencia de la existencia de objetos aunque no estén visibles: lo que se denomina ''conservación de los objetos'' y corresponde justa y precisamente a la formación de sus representaciones mentales. Cuando estas representaciones se asocian con expresiones verbales primero y escritas después, se genera un símbolo, el nombre (rótulo) del objeto. Es crucial señalar aquí que el símbolo no es equivalente a la representación, sólo la evoca, pero el mismo nombre evoca representaciones diferentes en distintas personas. En esta ambigüedad se originan la gloria de la literatura y el drama de la incomunicación humana (véase el capítulo 3 del libro de Humberto Eco ''La estructura ausente. Introducción a la Semiótica'',Editorial Lumen, Barcelona, España, 1989, 4ª edición, en especial p. 138).
==Premisas centrales del constructivismo==
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