Diferencia entre revisiones de «Industrialismo militar en Argentina»

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El '''industrialismo militar''' es la ideología predominante en las fuerzas armadas de Argentina entre, aproximadamente, 1918 y 1966. A pesar de que tuvo representantes tan descollantes como Enrique Mosconi y Manuel Savio, el tema ha sido poco discutido entre los historiadores de la economía y las tecnologías.
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El '''industrialismo militar''' fue la ideología predominante en las fuerzas armadas de Argentina entre, aproximadamente, 1918 y 1966. A pesar de que tuvo representantes tan descollantes como [[Enrique Mosconi]] y [[Manuel Savio]], el tema ha sido poco discutido por los historiadores de las tecnologías.
  
  
 
==Panorama==
 
==Panorama==
El Colegio Militar de la Nación, creado por el Presidente Sarmiento en 1869, fue tanto el medio para asegurar la formación técnica básica de los oficiales como para homogeneizar su ideología, función que para los grados superiores del escalafón militar cumplía la Escuela Superior de Guerra creada en 1900. Las pautas y contenidos de la formación militar era determinadas por el Estado Mayor —creado en 1901 por la Ley Nacional N° 4031 de Organización del Ejército y reglamentado en 1904— con el asesoramiento tecnológico de Escuela Superior Técnica. En el período aproximadamente comprendido entre 1918, finalización de la Primera Guerra Mundial, y 1966, derrocamiento de Illia, la ideología de los oficiales y suboficiales argentinos era predominantemente la prusiana de [http://es.wikipedia.org/wiki/Carl_von_Clausewitz Carl von Clausewitz], [http://es.wikipedia.org/wiki/Colmar_von_der_Goltz Colmar von der Goltz] y [http://es.wikipedia.org/wiki/Erich_Ludendorff Erich Ludendorff]. El núcleo ideológico central, origen de las políticas industrialistas militares (y por ende del país) hasta la década de 1950, fue la convicción de que la guerra no la hacen sólo los ejércitos, sino toda la nación. Esto requiere no sólo involucrar en la guerra a todos los ciudadanos —lo que había sido logrado a través del Servicio Militar Obligatorio implantado por la citada Ley 4031— sino tener una economía (no bastaba una industria) capaz de producir armamentos del modo más autónomo posible. Esta ideología, aunque con un importante cambio de beneficiarios, se prolongó en las políticas implantadas a partir de 1946 por el gobierno del entonces coronel Juan Domingo Perón.
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El [http://www.colegiomilitar.mil.ar/2008/historia/resenia.asp Colegio Militar de la Nación], creado por el Presidente Sarmiento en 1869, fue tanto el medio para asegurar la formación técnica básica de los oficiales como para homogeneizar su ideología, función que para los grados superiores del escalafón militar cumplía la Escuela Superior de Guerra creada en 1900. Las pautas y contenidos de la formación militar era determinadas por el Estado Mayor —creado en 1901 por la Ley Nacional N° 4031 de Organización del Ejército y reglamentado en 1904— con el asesoramiento tecnológico de Escuela Superior Técnica. En el período aproximadamente comprendido entre 1918, finalización de la Primera Guerra Mundial, y 1966, derrocamiento de Illia, la ideología de los oficiales y suboficiales argentinos era predominantemente la prusiana de [http://es.wikipedia.org/wiki/Carl_von_Clausewitz Carl von Clausewitz], [http://es.wikipedia.org/wiki/Colmar_von_der_Goltz Colmar von der Goltz] y [http://es.wikipedia.org/wiki/Erich_Ludendorff Erich Ludendorff]. El núcleo ideológico central, origen de las políticas industrialistas militares (y por ende del país) hasta la década de 1950, fue la convicción de que la guerra no la hacen sólo los ejércitos, sino toda la nación. Esto requiere no sólo involucrar en la guerra a todos los ciudadanos —lo que había sido logrado a través del Servicio Militar Obligatorio implantado por la citada Ley 4031— sino tener una economía (no bastaba una industria) capaz de producir armamentos del modo más autónomo posible. Esta ideología, aunque con un importante cambio de beneficiarios, se prolongó en las políticas implantadas a partir de 1946 por el gobierno del entonces coronel Juan Domingo Perón.
  
Los dos tecnólogos militares más destacados del período fueron [[Enrique Mosconi]] y [[Manuel Savio]]. El presidente 1922‐1928 Marcelo T. de Alvear encomendó al ingeniero civil y entonces coronel Mosconi la revitalización de la escuálida Dirección General de Explotación del Petróleo de Comodoro Rivadavia, creada por el Presidente Roque Sáenz Peña en 1910 en la jurisdicción del Ministerio de Agricultura y luego reorganizada por el Presidente Hipólito Yrigoyen bajo el nombre de [[Yacimientos Petrolíferos Fiscales]]. Mosconi, pionero de la aviación militar y creador de la [[Fábrica Militar de Aviones de Córdoba]], dió un enorme impulso a la producción estatal de petróleo, obligando a los productores extranjeros a bajar sus precios, e hizo construir la Refinería de La Plata en 1925. El luego general Manuel Savio, como director de la Escuela Superior Técnica del Ejército, fue uno de los elaboradores de las políticas tecnológicas del Ejército así como el creador de [[Altos Hornos Zapla]] en 1943.
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Los dos tecnólogos militares más destacados del período fueron [[Enrique Mosconi]] y [[Manuel Savio]]. El presidente 1922‐1928 Marcelo T. de Alvear encomendó al ingeniero civil y entonces coronel Mosconi la revitalización de la escuálida Dirección General de Explotación del Petróleo de Comodoro Rivadavia, creada por el Presidente Roque Sáenz Peña en 1910 en la jurisdicción del Ministerio de Agricultura y luego reorganizada por el Presidente Hipólito Yrigoyen bajo el nombre de [[Yacimientos Petrolíferos Fiscales]]. Mosconi, pionero de la aviación militar e impulsor de la [[Fábrica Militar de Aviones]] de Córdoba, dió un enorme impulso a la producción estatal de petróleo, obligando a los productores extranjeros a bajar sus precios, e hizo construir la Refinería de La Plata en 1925. El luego general Manuel Savio, como director de la Escuela Superior Técnica del Ejército, fue uno de los elaboradores de las políticas tecnológicas del Ejército así como el creador de [[Altos Hornos Zapla]] en 1943.
  
 
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==Década de 1920==
 
==Década de 1920==
El entonces gobernador de [[Provincia de Jujuy|Jujuy]] [[Benjamín Villafañe Chaves|Benjamín Villafañe]] dio en su libro [[VillafañeB2 MPR|''Miseria de un país rico'']] una vívida muestra de la ideología industrialista de los militares en la década de 1925. Transcribe allí (pp. 106‑145) un discurso del coronel Luis E. Vicat en el Círculo Militar. En él se expone con todo detalle y claridad cómo la defensa del país ante sus enemigos exteriores requería inexorablemente su industrialización, el —en la frase del entonces presidente Marcelo T. de Alvear— ''bastarnos a nosotros mismos''. Señala allí Vicat, por ejemplo, que
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El entonces gobernador de [[Provincia de Jujuy|Jujuy]] [[Benjamín Villafañe Chaves|Benjamín Villafañe]] dio en su libro [[VillafañeB2 MPR|''Miseria de un país rico'']] una vívida muestra de la ideología industrialista de los militares en la década de 1925. Transcribe allí (pp. 106‑145) un discurso del coronel Luis E. Vicat en el Círculo Militar. En él se expone con todo detalle y claridad cómo la defensa del país ante sus enemigos exteriores requería inexorablemente su industrialización, el —en la frase del entonces presidente Marcelo T. de Alvear— ''bastarnos a nosotros mismos''. Señala allí Vicat, por ejemplo, que
  
:''Actualmente nuestras principales riquezas son la ganadería y la agricultura y, sin embargo, no podemos desarrollarlas sin el auxilio de los elementos importados: desde el alambre para los cercos hasta los medios de transporte que llevan sus productos al mercado; desde el más sencillo arado o herramienta, hasta las modernas trilladoras; desde el medicamento para la sarna de las ovejas hasta las lonas para tapar las parvas o los elementos para combatir la langosta. Para establecer cualquier industria, y aún para mantener las que ya existen, necesitamos comprar en el extranjero la maquinaria, los combustibles, los lubrificantes, las piezas de repuesto y, muchas veces, hasta las mismas materias primas aunque existan en nuestro suelo, como ser la madera para las construcciones. Para explotar nuestras minas, navegar nuestros rios, construir nuestros puertos, puentes, caminos, telégrafos, teléfonos y ferrocarriles, nuestras aeroplanos, automóviles y mil otras cosas más, necesitamos recurrir al extranjero. Para nuestros empréstitos, para imprimir o acuñar nuestra moneda; para mejorar nuestros trigos, linos, maíces y ganados; para estudiar nuestro suelo. Para organizar la explotación de cualquier riqueza, para hermosear nuestras ciudades, para curar a nuestros enfermos y para otras múltiples incidencias de la vida diaria recurrimos constantemente a la importación de hombres, de ideas, de rutinas, de capitales o de materiales extranjeros. Como si fuésemos alguna raza inferior, incapaz de vivir sin tutela, incapaz de aprender, de progresar, de inventar, de proceder. Hasta para adquirir los elementos indispensables para asegurar la defensa nacional armada tenemos que recurrir a la buena voluntad y a la complacencia del extranjero. ¡Parece que fuésemos ciegos o incapaces de ver el peligro que esto entraña!
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:''Actualmente nuestras principales riquezas son la ganadería y la agricultura y, sin embargo, no podemos desarrollarlas sin el auxilio de los elementos importados: desde el alambre para los cercos hasta los medios de transporte que llevan sus productos al mercado; desde el más sencillo arado o herramienta, hasta las modernas trilladoras; desde el medicamento para la sarna de las ovejas hasta las lonas para tapar las parvas o los elementos para combatir la langosta. Para establecer cualquier industria, y aún para mantener las que ya existen, necesitamos comprar en el extranjero la maquinaria, los combustibles, los lubrificantes, las piezas de repuesto y, muchas veces, hasta las mismas materias primas aunque existan en nuestro suelo, como ser la madera para las construcciones. Para explotar nuestras minas, navegar nuestros rios, construir nuestros puertos, puentes, caminos, telégrafos, teléfonos y ferrocarriles, nuestras aeroplanos, automóviles y mil otras cosas más, necesitamos recurrir al extranjero. Para nuestros empréstitos, para imprimir o acuñar nuestra moneda; para mejorar nuestros trigos, linos, maíces y ganados; para estudiar nuestro suelo. Para organizar la explotación de cualquier riqueza, para hermosear nuestras ciudades, para curar a nuestros enfermos y para otras múltiples incidencias de la vida diaria recurrimos constantemente a la importación de hombres, de ideas, de rutinas, de capitales o de materiales extranjeros. Como si fuésemos alguna [[raza]] inferior, incapaz de vivir sin tutela, incapaz de aprender, de progresar, de inventar, de proceder. Hasta para adquirir los elementos indispensables para asegurar la defensa nacional armada tenemos que recurrir a la buena voluntad y a la complacencia del extranjero. ¡Parece que fuésemos ciegos o incapaces de ver el peligro que esto entraña!
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En 1923, siendo Agustín P. Justo Ministro de Guerra del presidente Marcelo T. de Alvear, obtuvo la aprobación de la Ley Nacional Nº 11266 de armamentos, llamada Ley Justo. El Congreso Nacional le otorgó la entonces enorme suma de $ 100 millones (USD 78 millones de esa época) para el equipamiento del ejército. Se formó entonces una Comisión de Adquisiciones en el Extranjero cuyos miembros se radicaron alguños años en Europa para negociar la compra de material de guerra. En algún momento parte de los fondos se usaron para la fundación, en 1927, de la [[Fábrica Militar de Aviones]], que tendría una destacada trayectoria en la generación de los saberes para la fabricación de motores y vehículos de todo tipo.
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Este primer ejemplo concreto de industria militar no parece, sin embargo, haber sido el resultado de ninguna planificación, como fue la creación de la [[Dirección General de Fabricaciones Militares]] por iniciativa de [[Manuel Savio]].
  
 
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* [http://www.mincyt.cba.gov.ar/site/fabricamilitar/19271943/19271943_01.html ''Fábrica Militar de Aviones: Crónicas y testimonios'']. Detallada historia de su evolución. Descarga del documento electrónico completo: {{pdf|http://cyt-ar.com.ar/cyt-ar/images/e/ef/FMA.pdf|FMA}}.
 
* {{:Larra SAFA}}.
 
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* Vicat, Luis E.; [http://cyt-ar.com.ar/cyt-ar/images/a/ab/Defensa_militar_industrial_en_1925_por_Vicat.pdf ''Defensa militar industrial: bastarnos a nosotros mismos'']; Círculo Militar; Buenos Aires; 17 de julio de 1925.
 
* Vicat, Luis E.; [http://cyt-ar.com.ar/cyt-ar/images/a/ab/Defensa_militar_industrial_en_1925_por_Vicat.pdf ''Defensa militar industrial: bastarnos a nosotros mismos'']; Círculo Militar; Buenos Aires; 17 de julio de 1925.
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==Véase también==
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* [[Manuel Savio]].
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* [[Enrique Mosconi]].
  
  
 
[[Categoría:industria]]
 
[[Categoría:industria]]
 
[[Categoría:historia]]
 
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Revisión actual del 19:05 22 ago 2017

El industrialismo militar fue la ideología predominante en las fuerzas armadas de Argentina entre, aproximadamente, 1918 y 1966. A pesar de que tuvo representantes tan descollantes como Enrique Mosconi y Manuel Savio, el tema ha sido poco discutido por los historiadores de las tecnologías.


Panorama

El Colegio Militar de la Nación, creado por el Presidente Sarmiento en 1869, fue tanto el medio para asegurar la formación técnica básica de los oficiales como para homogeneizar su ideología, función que para los grados superiores del escalafón militar cumplía la Escuela Superior de Guerra creada en 1900. Las pautas y contenidos de la formación militar era determinadas por el Estado Mayor —creado en 1901 por la Ley Nacional N° 4031 de Organización del Ejército y reglamentado en 1904— con el asesoramiento tecnológico de Escuela Superior Técnica. En el período aproximadamente comprendido entre 1918, finalización de la Primera Guerra Mundial, y 1966, derrocamiento de Illia, la ideología de los oficiales y suboficiales argentinos era predominantemente la prusiana de Carl von Clausewitz, Colmar von der Goltz y Erich Ludendorff. El núcleo ideológico central, origen de las políticas industrialistas militares (y por ende del país) hasta la década de 1950, fue la convicción de que la guerra no la hacen sólo los ejércitos, sino toda la nación. Esto requiere no sólo involucrar en la guerra a todos los ciudadanos —lo que había sido logrado a través del Servicio Militar Obligatorio implantado por la citada Ley 4031— sino tener una economía (no bastaba una industria) capaz de producir armamentos del modo más autónomo posible. Esta ideología, aunque con un importante cambio de beneficiarios, se prolongó en las políticas implantadas a partir de 1946 por el gobierno del entonces coronel Juan Domingo Perón.

Los dos tecnólogos militares más destacados del período fueron Enrique Mosconi y Manuel Savio. El presidente 1922‐1928 Marcelo T. de Alvear encomendó al ingeniero civil y entonces coronel Mosconi la revitalización de la escuálida Dirección General de Explotación del Petróleo de Comodoro Rivadavia, creada por el Presidente Roque Sáenz Peña en 1910 en la jurisdicción del Ministerio de Agricultura y luego reorganizada por el Presidente Hipólito Yrigoyen bajo el nombre de Yacimientos Petrolíferos Fiscales. Mosconi, pionero de la aviación militar e impulsor de la Fábrica Militar de Aviones de Córdoba, dió un enorme impulso a la producción estatal de petróleo, obligando a los productores extranjeros a bajar sus precios, e hizo construir la Refinería de La Plata en 1925. El luego general Manuel Savio, como director de la Escuela Superior Técnica del Ejército, fue uno de los elaboradores de las políticas tecnológicas del Ejército así como el creador de Altos Hornos Zapla en 1943.

Fuentes

Década de 1920

El entonces gobernador de Jujuy Benjamín Villafañe dio en su libro Miseria de un país rico una vívida muestra de la ideología industrialista de los militares en la década de 1925. Transcribe allí (pp. 106‑145) un discurso del coronel Luis E. Vicat en el Círculo Militar. En él se expone con todo detalle y claridad cómo la defensa del país ante sus enemigos exteriores requería inexorablemente su industrialización, el —en la frase del entonces presidente Marcelo T. de Alvear— bastarnos a nosotros mismos. Señala allí Vicat, por ejemplo, que

Actualmente nuestras principales riquezas son la ganadería y la agricultura y, sin embargo, no podemos desarrollarlas sin el auxilio de los elementos importados: desde el alambre para los cercos hasta los medios de transporte que llevan sus productos al mercado; desde el más sencillo arado o herramienta, hasta las modernas trilladoras; desde el medicamento para la sarna de las ovejas hasta las lonas para tapar las parvas o los elementos para combatir la langosta. Para establecer cualquier industria, y aún para mantener las que ya existen, necesitamos comprar en el extranjero la maquinaria, los combustibles, los lubrificantes, las piezas de repuesto y, muchas veces, hasta las mismas materias primas aunque existan en nuestro suelo, como ser la madera para las construcciones. Para explotar nuestras minas, navegar nuestros rios, construir nuestros puertos, puentes, caminos, telégrafos, teléfonos y ferrocarriles, nuestras aeroplanos, automóviles y mil otras cosas más, necesitamos recurrir al extranjero. Para nuestros empréstitos, para imprimir o acuñar nuestra moneda; para mejorar nuestros trigos, linos, maíces y ganados; para estudiar nuestro suelo. Para organizar la explotación de cualquier riqueza, para hermosear nuestras ciudades, para curar a nuestros enfermos y para otras múltiples incidencias de la vida diaria recurrimos constantemente a la importación de hombres, de ideas, de rutinas, de capitales o de materiales extranjeros. Como si fuésemos alguna raza inferior, incapaz de vivir sin tutela, incapaz de aprender, de progresar, de inventar, de proceder. Hasta para adquirir los elementos indispensables para asegurar la defensa nacional armada tenemos que recurrir a la buena voluntad y a la complacencia del extranjero. ¡Parece que fuésemos ciegos o incapaces de ver el peligro que esto entraña!

En 1923, siendo Agustín P. Justo Ministro de Guerra del presidente Marcelo T. de Alvear, obtuvo la aprobación de la Ley Nacional Nº 11266 de armamentos, llamada Ley Justo. El Congreso Nacional le otorgó la entonces enorme suma de $ 100 millones (USD 78 millones de esa época) para el equipamiento del ejército. Se formó entonces una Comisión de Adquisiciones en el Extranjero cuyos miembros se radicaron alguños años en Europa para negociar la compra de material de guerra. En algún momento parte de los fondos se usaron para la fundación, en 1927, de la Fábrica Militar de Aviones, que tendría una destacada trayectoria en la generación de los saberes para la fabricación de motores y vehículos de todo tipo. Este primer ejemplo concreto de industria militar no parece, sin embargo, haber sido el resultado de ninguna planificación, como fue la creación de la Dirección General de Fabricaciones Militares por iniciativa de Manuel Savio.

Fuentes

  • Fábrica Militar de Aviones: Crónicas y testimonios. Detallada historia de su evolución. Descarga del documento electrónico completo: Pdf.jpgFMA.
  • Larra, Raúl; Savio, el argentino que forjó el acero; CEAL; Ciudad de Buenos Aires; 1992; ISBN 9789502523750 (Larra SAFA).
  • Potash, Robert A.; El ejército y la política en la Argentina 1928-1945: de Yrigoyen a Perón; Editorial Sudamericana; Ciudad de Buenos Aires; 1982 (9ª edición); ISBN 9789500700078 (Potash EPA1).
  • Vicat, Luis E.; Defensa militar industrial: bastarnos a nosotros mismos; Círculo Militar; Buenos Aires; 17 de julio de 1925.

Véase también