Jorge Alberto Sábato

La enciclopedia de ciencias y tecnologías en Argentina

Jorge Alberto Sábato


Ideas de Sábato respecto de las tecnologías

En un trabajo escrito en 1983, Sábato expresó lo siguiente:

Introducción

Debo advertirles que los voy a desilusionar un poco porque, pese a lo que promete el título de esta sesión plenaria, no voy a presentar una propuesta de política y organización en Ciencia y Tecnología.

Yo comprendo que todo el mundo esté apurado por disponer de propuestas concretas que puedan ponerse en ejecución al día siguiente de asumir el gobierno. Debo confesar, sin embargo, que yo, personalmente, tengo bastante miedo en relación a esa serie de disposiciones prácticas cuando no están sólidamente fundamentadas con algunas proposiciones teóricas acerca de la realidad que debemos gobernar. Por eso he preferido pasar revista a ciertas preguntas claves y hacerles llegar algunas de mis reflexiones al respecto. Si éstas son razonablemente correctas, creo que constituirán un buen punto de partida para que en la sesión plenaria se puedan elaborar algunas de esas propuestas tan esperadas de política.

Comenzaré con la más trivial de las preguntas.

¿Es necesaria la tecnología?

Seguramente suscitará perplejidad que yo plantee esta pregunta en un foro donde vamos a discutir o proponer políticas, pero lo cierto es que esta pregunta encierra buena parte del contenido fundamental a partir del cual se podrán elaborar políticas concretas. Debo llamar la atención acerca del hecho de que, si bien es raro que en estas latitudes se formule esta pregunta sobre la necesidad o no de la tecnología, ella está en el centro mismo del debate sobre la sociedad post-industrial que tiene lugar en Estados Unidos y en Europa Occidental. No sería extraño que —con nuestra aptitud para importar modas, costumbres y debates— en poco tiempo más tengamos aquí también un planteo similar. De todas formas, la razón por la cual he tomado esta pregunta como la primera etapa es para indicarles a todos la necesidad de reflexionar siempre sobre los primeros principios para llegar luego a las conclusiones más concretas que busquemos.

Este debate sobre la necesidad o no de la tecnología nace por supuesto en la sociedad post-industrial, como he dicho, ante la crisis de una sociedad que había tomado como uno de sus símbolos capitales a la tecnología. Esa tecnología, que el optimismo panglossiano de los positivistas convirtió en fetiche, hoy es atacada duramente, como en su momento lo hicieron con justicia filósofos, anarquistas, románticos y surrealistas. Muchas voces acusan a la tecnología de ser la causa fundamental de la crisis de nuestra civilización y otras tantas proclaman la urgencia de una vuelta a lo que sería el estado natural. El hombre crucificado de André Breton, el hombre engranaje de Ernesto Sábato, el hombre unidimensional de Marcuse, serían en esa postura el resultado inexorable de la indiscriminada tecnologización de la cultura, y su redención sólo podría lograrse por el rechazo total de una sociedad cientificista cuya máxima creación, la máquina —la MAQUINA con mayúsculas— habría transformado al niño en obrero y al obrero en niño, como ha dicho Axelos parafraseando a Marx. Se trata, por cierto, de una posición de alerta sobre los graves peligros de idolatrar la técnica, algo así como la entrega del alma colectiva a una suerte de diablo del siglo XX, al tiempo que existen potencialidades humanas tanto o más importantes que la racionalidad científica.

No es posible, sin embargo, hacer un análisis ahora de la validez ontológica o de la coherencia epistemológica de esta posición y ni siquiera intentar un resumen de la profunda y dilatada polémica destada sobre el tema; pero se puede formular una observación muy simple, apenas una constatación, que lleva a una respuesta trivial pero suficiente en relación con los alcances de nuestra tarea de hoy, que no es epistemológica ni ontológica, sino praxiológica. La constatación a la que me refiero es la siguiente: no hay ni puede haber producción sin tecnología, sea aquella simple y natural o sofisticada y artificial, sea para responder a las necesidades básicas del hombre o para responder a sus demandas más superfluas. La tecnologia es, pues, imprescindible a la par que es también inevitable, porque es la reforma que el hombre impone a la naturaleza en vista a la satisfacción de sus necesidades, según la certera definición de Ortega y Gasset.

Eventualmente un hombre solitario podría sobrevivir algún tiempo sin tecnología, pero ello sería imposible para cualquier grupo humano. En la medida que más seres humanos demanden más bienes y servicios , se necesitará más y más tecnología, nos guste o no nos guste, simplemente porque ella, la tecnología, es el desarrollo de estas fuerzas productivas y esta tecnología será, por los demás, cada vez más sofisticada, sencillamente porque el hombre continúa profundizando en el conocimiento de la naturaleza y consecuentemente extendiendo su dominio y control a través de más y más abstracción intelectual. De todas maneras hay que alegrarse, porque sólo así será posible atender a las necesidades permanentes de los miles de millones de hombres que pueblan el planeta.

A partir de esta constatación se ve que el problema no es el de saber si se necesita tecnología sino el de precisar qué tecnología se necesita, y ésta sería nuestra segunda pregunta.

¿Qué tecnología se necesita?

La respuesta que se dé a esta pregunta definirá las relaciones que se establezcan entre el hombre y esa inexorable herramienta de su realización. La situación que se da hoy en la mayoría de los países, tanto capitalistas como socialistas, en relación a la tecnologización de la sociedad es la consecuencia natural de que una determinada tecnología responde a esa cuestión no en términos de las necesidades fundamentales del ser humano sino de la sola racionalidad interna del sistema productivo al cual sirve. Por eso ¿cómo puede uno extrañarse de que la producción ciega de tecnología o su adquisición indiscriminada produzcan graves daños en la trama misma de la sociedad? Hay que procurar una respuesta diferente, o por lo menos proponérsela como meta a largo plazo. Una respuesta que aparentemente permitiría al hombre liberarse de la esclavitud de su propia reacción podría ser la siguiente: la tecnología que se necesita es aquella que ayuda a proveer las necesidades básicas de la humanidad y a desarrollar en plenitud todas sus capacidades, empleando los recursos disponibles de manera que no conduzca a la explotación o sojuzgamiento del hombre ni a la destrucción irreversible de la naturaleza. En esta especie de gran meta sobre qué tecnología necesita la humanidad están contemplados los aspectos que generalmente suelen ser los más críticos como consecuencia del uso indiscriminado de aquella tecnología basada exclusivamente en la racionalidad del sistema productivo al cual sirve.

¿Cómo lograr una tecnologías más "humana"?

Llegamos así a la tercera pregunta, que es ¿Cómo lograr esa tecnología que acabamos de definir? Cómo lograrla en una determinada sociedad, para determinadas condiciones reales de funcionamiento del sistema, en función del pasado, del presente, del futuro, en función de la trama de múltiples relaciones socio-culturales que definen el conjunto social. Éstos son datos de la realidad que no podemos en absoluto ignorar y que deben ser como el telón de fondo de nuestra preocupación. ¿Cómo lograr, digo, esa tecnología? Hay que tener en cuenta de inmediato que en la situación actual la mayor parte de la tecnología que se utiliza, que se ofrece y que se busca está lejos de satisfacer aquella definición que dimos. En consecuencia, un problema capital que quiero subrayar es que será imperativo desarrollar una capacidad autónomas para dirigir el proceso tecnológico y para manejar la tecnología. Sólo mediante ese manejo autónomo podrá una nación comenzar a marchar en la dirección que eventualmente le permitirá disponer en cada caso de la tecnología más ajustada a sus propios objetivos, más respetuosa de su acervo cultural, más conveniente para sus propias necesidades y más adecuada a sus dotaciones de recursos y factores.

Surge así la primera conclusión de importancia en este razonamiento que hemos realizado formulándonos algunas preguntas fundamentales. La conclusión es que el primer objetivo, el objetivo central, el objetivo alrededor del cual hay que desarrollar el conjunto de acciones de una política tecnológica nacional, debe ser el del desarrollo de una capacidad autónoma en el manejo de la tecnología.

La capacidad de manejo de la tecnología

Fuentes

  • Sábato, Jorge A.; Propuesta de política y organización en ciencia y tecnología; Centro de Participación Política de la UCR, Encuentro Nacional de Ciencia, Tecnología y Desarrollo; Ciudad de Buenos Aires; 12 al 16 de octubre de 1983.

Fuentes generales