Ladislao José Biró

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El bolígrafo fue inventado por Lászlo Jószef Biró (quien castellanizó su nombre como Ladislao José Biro), nacido en Budapest (Hungría) el 29 de septiembre de 1899. Hijo de un dentista judío y una cristiana fue, según se desprende de sus propios relatos, un personaje multifacético. Trabajó como mecánico dental; inició, sin completarlos, estudios de Medicina e Ingeniería; fue escultor, pintor, corredor de automóviles, hipnotizador, periodista... Registró 32 inventos, entre los que se cuentan un lavarropas, una transmisión automática para automóviles (que fue comprada y archivada por la General Motors para evitar que compitiera con su sistema propio), artefactos micromecánicos, un sistema de levitación magnética para trenes, el napalm, la resina fenólica, un método para la separación de isótopos.

Dibujo de la patente británica N° 498897
otorgada a Biro en 1938.

Se cuenta que Biro concibió la idea del bolígrafo cuando notó que las bolillas de vidrio con que jugaban unos niños marcaban nítidas línea de agua cada vez que cruzaban un charquito. A lo largo de toda la década de 1930 desarrolló en Europa varios prototipos basados en la “sencilla” idea de escribir haciendo rodar una bolilla entintada, principio de funcionamiento afín al usado por las imprentas rotativas con que se imprimen los periódicos, obteniendo allí su primera patente en 1938. Ese mismo año, en un hotel de un balneario de Yugoeslavia, otro de los huéspedes lo vio escribiendo con su invento y se interesó mucho en la idea. El otro huésped era el entonces Presidente de Argentina, Ing. Agustín Justo, quien lo invitó a radicarse en nuestro país. En 1939 Biro debió abandonar Hungría para escapar del gobierno pro-nazi, trasladándose primero a París y, luego de la entrada allí de los alemanes, a Argentina, donde arribó en mayo de 1940 gracias a la ayuda de Justo.

Publicidad de Birome
en la década de 1940.

Ya en Buenos Aires, con su socio húngaro Juan Jorge Meynes, creó la Sociedad Sudamericana Biro para continuar perfeccionando su invención. Para ello debió desarrollar tanto las máquinas con que producirlas (en particular, la engarzadora de las bolitas), como una tinta que fluyera con facilidad pero al mismo tiempo fuera de secado rápido. La primera versión comercial se produjo en 1941 con el nombre Eterpen. En 1945, habiendo hecho mejoras muy significativas a la Eterpen, vendió por dos millones de dólares los derechos de su producto a la empresa Eversharp-Faber, que lo comercializó como Birome (combinación de los nombres de Biro y Meynes), denominándolo genéricamente "esferográfica". Como frecuentemente sucede con la marca de los productos exitosos (como la Aspirin, el cierre Relámpago, y la Gillette) "birome" fue la denominación popular en Argentina de lo que más tarde, al aparecer productos similares de otras marcas, se denominó bolígrafo. Los derechos para Europa fueron vendidos al barón francés Marcel Bich, quien los comercializó con la abreviatura de su propio nombre, Bic. Los primeros modelos de bolígrafo se vendían a cien dólares, pero ya en 1949 su masiva producción en serie había bajado enormente el precio, que en Argentina era tan sólo $11,90, aunque todavía varias veces el bajísimo precio actual, consecuencia de los millones de unidades que hoy se venden en todo el planeta.

En lo que a practicidad respecta, el bolígrafo sólo ha sido superado por otro útil de escritura. Se dice que cuando comenzaron las misiones conjuntas de los astronautas rusos y estadounidenses, la comunicación escrita entre ellos se dificultaba por un problema nunca previsto por Biro: la tinta de los bolígrafos fluye por su propio peso y sólo escriben con la punta hacia abajo y en lugares donde hay fuerza de gravedad. Los ingenieros estadounidenses rápidamente encontraron la solución: bolígrafos con tanques de tinta presurizados. Cuando en la siguiente misión los astronautas estadounidenses orgullosamente mostraron su invento a los rusos, éstos —con una gran sonrisa— les mostraron su arsenal tecnológico de escritura: eficientes y económicos lápices de grafito. En realidad los astronautas estadounidenses comenzaron a usar bolígrafos presurizados fabricados por Fisher (bolígrafos de alto costo que todavía se fabrican en la actualidad[2]) para las misiones del Programa Apolo a partir del año 1967[3].

José Ladislao Biro,
en Argentina, circa 1978.

Aunque Biro estaba radicado en el país en el momento en que su bolígrafo comenzó a producirse comercialmente, no se educó en Argentina, hizo su primer prototipo en Hungría y lo patentó antes de su arribo al país. Es cierto que hizo su perfeccionamiento con los medios disponibles en el país, pero su comercialización en gran escala no fue hecha por una empresa de origen argentino. Por otra parte, pese a reiteradas invitaciones para radicarse en el extranjero, Biro prefirió permanecer en Argentina, país que lo había acogido cálidamente y al cual valoraba mucho, más que los propios argentinos que, en sus propias palabras, no saben el país que tienen. En una entrevista realizada poco antes de su muerte señaló que los argentinos esperan que todo lo haga el gobierno, que lo dé todo el gobierno; pero es muy poco lo que ellos mismos hacen por el país.

La parte más compleja de un bolígrafo es la bolita[1]

Biro murió en Buenos Aires el 24 de noviembre de 1985 mientras desarrollaba para la Comisión Nacional de Energía Atómica un método original para el enriquecimiento del exafluoruro de uranio. El 29 de septiembre, fecha de su nacimiento, ha sido instituido en Argentina el Día del Inventor, doble acierto porque sus méritos personales lo hacen más que merecedor del homenaje y porque —a diferencia de lo que sucede con la mayoría de los argentinos sobresalientes— se celebra el comienzo de una vida fructífera y no su indeseable finalización.

Fuentes