La gran adaptabilidad de la especie humana a medios cambiantes proviene de su sistema nervioso, en especial de su cerebro. El sistema nervioso y los órganos sensoriales proporcionan a las personas gran cantidad de [[información]] sobre su entorno. El control que el sistema nervioso tiene sobre los músculos usa esa información para actuar de modo rápido ante cualquier peligro o aprovechar en beneficio propio oportunidades favorables de alimentación o de protección. En vez de reacciones instintivas, mínimas y muy generales en nuestra especie, las personas pueden aprender y repetir comportamientos muy variados y mejor adaptados a cada situación, destrezas que mejoran mucho nuestra capacidad de supervivencia y de reproducción. Parte esencial de esta capacidad son las representaciones mentales que se generan y comparten a través del lenguaje, transmitiéndolas a los congéneres y a la descendencia sin necesidad de experiencias reales que pueden ser de alto costo personal, como el comportamiento ante animales salvajes peligrosos. Esto no excluye la importancia de ciertos rasgos físicos indispensables para que estos comportamientos sean posibles. El carácter bípedo liberó las manos y el pulgar oponible permitió una buena prensión, esencial para fabricar herramientas. La visión binocular de 2 ojos colocados al frente de la cabeza, en vez de ambos lados como en muchos animales, permitió la visión estereoscópica que da precisión a los desplazamientos rápidos y a los movimientos de las manos al permitir un buen cálculo de distancias. La particular conformación de la laringe habilitó la emisión de una gama de sonidos mucho más amplia que la del resto de los animales, base esencial del lenguaje hablado. La plasticidad del cráneo durante los primeros años de su vida, permite el desarrollo de un cerebro mucho más grande y aumentó la capacidad de aprendizaje.
La gran importancia que el aprendizaje tiene en las personas prolonga la dependencia de los padres, la infancia, durante un tiempo mucho más largo que en los restantes animales. Esto favorece el comportamiento social, la actuación coordinada, la adquisición del lenguaje y la consecuente incorporación de experiencias ajenas y de complejas herencias culturales. Genera también una apego a la tradición que es el peor enemigo de las innovaciones, pero que no ha evitado continuos descubrimientos e inventos, frecuentemente mediante la mejora de inventos anteriores. El lenguaje también evolucionó hacia formas cada vez más abarcadoras, que Childe denomina ''pensamiento abstracto'' y corresponde a los ''procesos psicológicos superiores'' de [[constructivismo|Vygotsky]]. Señala, por ejemplo, que los [[aborígenes]] australianos tienen palabras diferentes para designar ''canguro macho'', ''canguro hembra'', ''canguro saltando'' y ''canguro joven'', en vez de tener un único sustantivo ''canguro'' calificado por [[rasgo]]s como ''macho'', ''hembra'', ''joven'' y estados como ''saltando''. Esta capacidad de abstracción y especificación facilita la invención y permite crear conceptos sin contrapartida real, como el de [[Origen del concepto de número|número]], o designar entes invisibles a los sentidos, como la electricidad.
Al final del capítulo Childe describe las cuatro edades clásicas de los arqueólogos: las 2 Edades de Piedra (Paleolítico y Neolítico), la Edad de Bronce y la Edad de Hierro. Analiza allí detalladamente como cada una de ella tiene requisitos culturales muy diferentes.
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Los orígenes de la civilización

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