La objetividad como conjunto de ideas conscientes independientes de los instintos, pasiones y sentimientos tiene que ver con el efecto que éstos últimos tienen sobre nuestras percepciones y nuestra capacidad de análisis racional. Según los psicólogos los actos instintivos escapan a nuestro control y no pueden ser reprimidos permanentemente, sólo ''sublimados'' (es decir, a lo sumo redirigidos a objetos diferentes). Se trata de reacciones que están genéticamente programadas porque son beneficiosas para la perduración de la especie, constituyendo lo que un ingeniero informático denominaría ''firmware''. El origen de las emociones (sentimientos y pasiones) se atribuye a una parte muy antigua del cerebro humano y su efecto es la secreción en el torrente sanguíneo de productos químicos que facilitan reacciones como la huída rápida. En Los Dragones del Edén el divulgador científico Carl Sagan lo llamó "el cerebro reptiliano" y uno de sus efectos parece ser el de inhibir los mucho más lentos procesos reflexivos. Una de las reglas de la escritura científica y técnica (véase el artículo [[redacción de informes científicos y técnicos]]) es justa y precisamente el evitar expresiones de sentimientos. Las emociones, como las drogas estimulantes, modifican nuestra percepción del entorno, probablemente exagerando los rasgos existentes y tal vez introduciendo otros inexistentes. El problema es que las personas no siempre pueden controlar sus emociones y sentimientos, además, según los psicoanalistas no siempre es saludable que lo hagan.
La objetividad considerada como las ideas conscientes de una persona que son independientes de sus intereses está íntimamente vinculada con el concepto de ''veracidad''. Podemos decirle a otra persona algo diferente de lo que pensamos porque de ese modo podríamos obtener de ella algo que deseamos, aunque sea inmoral hacerlo. Como nadie puede saber con total certeza lo que piensa otra persona, la objetividad de las ideas expresadas por ésta dependería de la credibilidad o buena fe que se le atribuyera. La atribución de objetividad sería en este caso sólo el reconocimiento de un ''saber autoritario'', el que se le atribuye a una persona por su reputación o estatus social. Como la historia ilustra hasta el hartazgo, las mayores autoridades civiles y religiosas — como los reyes y los papas— papas— han mentido frecuentemente. El saber autoritario, por lo tanto, no es garantía de veracidad. (Véase también el artículo [[saber]]es.)
No podemos desprendernos completamente de nuestros intereses y emociones, por lo que nuestra percepción de las cosas estará siempre teñida por nuestras emociones, tamizada por nuestras experiencias, limitada por nuestras destrezas de observación y análisis. Sin embargo, ésta no es la única limitación (tal vez ni siquiera la principal) para el logro de una mejor comprensión del mundo natural y social que nos rodea. Los investigadores del [[constructivismo]], entre los que se destacan Vygotsky y Luria, han reunido evidencias muy convincentes de que —a —a pesar de las tesis de Sócrates sobre el origen individual de éstos— éstos— los saberes son construcciones sociales que se generan gracias a la interacción entre personas que se comunican mutuamente experiencias mediante símbolos verbales y escritos. Sabemos "objetivamente" que un color es rojo porque todas las personas que conocemos, salvo quizás algún daltónico, lo identifican sin contradicciones entre sí. El concepto de ''objetividad'' resulta así ser equivalente al de (¿o tal vez deberíamos decir que debe ser reemplazado por el de?) ''intersubjetividad''. Es decir, se trata, hecho central para los saberes científicos, de acuerdos reflexivos, desinteresados y desapasionados sobre las características de las cosas a los que pueden arribar personas con experiencias, destrezas y capacidades de discriminación y comunicación similares pero no idénticas. Se requiere una mínimo grado de similitud porque no es fácil que concuerden entre sí un filósofo y un político, un analfabeto y una persona cultivada, un ciego y un vidente.
La manera en que se busca asegurar la objetividad puede tener consecuencias importantes sobre la calidad de la [[información]] que se brinda sobre un tema. En el caso de los estudios históricos se considera falta de objetividad la selección no explicitada de algunos aspectos del tema, debiéndose informar sobre puntos de vista alternativos al del autor. En el caso periodístico, además del obvio problema del recorte de datos inevitable en notas de longitud muy acotada, surge el problema de tomar o no tomar partido en temas éticos que requieren una valoración que excede la mera noticia o la contraposición de puntos de vista sobre ella[http://www.truthdig.com/report/item/the_creed_of_objectivity_killed_the_news_business_20100131/][http://www.argenpress.info/2010/02/el-criterio-de-la-objetividad-en-el.html] debido a diferencias ideológicas.
No todas las personas consideran valiosa la objetividad, a algunas les parece una falta de compromiso. Es el caso del militante director de cine cubano Alfredo Guevara, quien en una conferencia dada en la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana, el 5 de mayo de 2010, expresó refiriéndose a las escuelas de periodismo de Canadá, España y Francia:[http://zoevaldes.net/2010/05/30/conferencia-de-alfredo-guevara-en-la-facultad-de-comunicacion-de-la-universidad-de-la-habana-el-5-de-mayo-del-2010/]
:''En esas escuelas la palabra objetividad tiene un gran error: la objetividad suele ser una mentira. Yo tengo horror de ciertas palabras en el terreno que me estoy situando, tales son objetividad, prudencia… la objetividad siempre es una falsificación, la prudencia siempre es una falsificación y las dos vienen acompañadas, quiéranlo o no, de la mentira o de una mentira parcial. Hace apenas unas horas tuve un encuentro con uno de los periodistas más destacados y —a —a veces, no sé si voluntariamente o involuntariamente— involuntariamente— agresivos. Tuvimos una conversación muy cordial con este periodista sobre una de las manifestaciones de este tema: no la objetividad sino el equilibrio. Yo no le pedía ni remotamente parcialidad, semi-parcialidad, reconocía que no decía mentira, pero no decía tampoco verdad; decía en sus obras la verdad que le convenía a sus objetivos. Es decir militaba o lo hacía militar la publicación para la que trabaja. Cuando digo equilibrio no digo objetividad: un periodista tienen que abordar la objetividad tal y cual es, pero tiene que tener..., debiera tener su modo de ver...
En el caso de una enciclopedia que pretende ser científica la mejor demostración de objetividad no es la neutralidad que omite posiciones contrapuestas ninguna de las cuales ha sido totalmente refutada, sino su exhibición en pie de igualdad de modo que el lector saque sus propias conclusiones.
:''7. f. Realidad (existencia real de algo).''
Las acepciones 2, 5 y 6 corresponden a la ''veracidad'', tema ético que no se discute aquí. La 7 remite, una vez más, al concepto de ''realidad''. Las acepciones 3 y 4 —que —que consideran a la ''verdad'' como algo inmutable e irrefutable— irrefutable— corresponden a las religiones.
La acepción de verdad usado en ciencias fácticas —como —como la Física y la Biología— Biología— es la primera, muy diferente de la usada en la Teología. Cuando Galileo afirmó que la Tierra giraba alrededor del sol, la Inquisición lo obligó a retractarse porque la verdad enseñada por la iglesia era que el sol giraba alrededor de la Tierra, como correspondía al lugar central del hombre en el cosmos. Galileo —uno —uno de los principales introductores del [[método experimental]] en la Física— Física— estaba intereresado en verificar si había o no concordancia entre los movimientos elementales que podía medir en su laboratorio y los que podía extrapolar a los cuerpos celestes. Esta concordancia —deducida —deducida de lo que podía verse desde la Tierra de los movimientos del sol y los planetas— planetas— unificaba las leyes terrestres con las astronómicas de modo que en los cielos valían las mismas leyes que la Tierra. La unificación intelectual hecha por la religión seguía el camino inverso: construida la doctrina por los diversos concilios ecuménicos, en vez de limitar su rango de influencia al mundo espiritual de las normas morales y la vida que trasciende a la muerte, se quería imponer leyes también al mundo material, en vez de develarlas mediante la indagación desprejuiciada. Para Galileo las leyes de la naturaleza debían descubrirse por experimentación y satisfacer algunos principios básicos, como los de no contradicción y cuantificación. Para la iglesia estas leyes eran reveladas y no necesariamente accesibles a la comprensión humana, como es el caso del misterio de la Santísima Trinidad.
Bertolt Brecht señaló que las ciencias no buscan verdades absolutas, sino sólo acotar la perduración del error. Este limitado criterio de verdad es aplicable sólo a hechos que pueden ser definidos y cuantificados con precisión bien acotada y sobre los cuales pueden hacerse predicciones comparables con procesos registrados o con experimentos realizables en condiciones bien controladas. Las leyes así verificadas tienen un rango de validez, son "verdaderas" dentro de su rango de aplicación y falsas cuando se lo excede: es decir, no son verdades absolutas. Por ejemplo, la dinámica de Newton (las velocidades y aceleraciones resultantes de la aplicación de fuerzas a masas) es válida con error despreciable para fines prácticos en el rango de velocidades mucho menores que la de la luz. Describe bien el movimiento de automóviles y la mayoría de los movimientos astronómicos, aunque no todos. La dinámica de Einstein (la Teoría Especial de la Relatividad) describe bien los movimientos de partículas con velocidades cercanas a la de la luz y explica fenómenos como la fisión nuclear y fusión nuclear (las transformaciones de masa en energía). La dinámica de Newton es la reducción de la Teoría Especial de la Relatividad al caso de bajas velocidades, y en ese rango es "verdadera" en el sentido de que describe los hechos experimentales con precisión suficiente para las aplicaciones prácticas. Ningún ingeniero con sentido común trataría de aplicar la segunda al tránsito urbano, así como no se le ocurriría medir el ancho de una vereda al centésimo de milímetro o cronometrar una carrera de caballos con precisión de un diezmillonésimo de segundo.
:''Estos realistas ingenuos parten del principio de que fuera del yo hay un mundo que puede ser descrito independientemente de nuestras limitaciones y características personales. Pero si eso es cierto hasta cierto punto para un pentágono o un mineral, no lo es de ningún modo para un paisaje. En estos casos, la realidad no está únicamente fuera sino también dentro del observador, y en rigor'' '''la realidad está constituida por una trama objeto‑sujeto que no puede ser escindida'''. ''El mundo de la pintura, por ejemplo, es el mundo de los colores y los colores no existen en la naturaleza; fuera de nosotros hay quizá ciertos corpúsculos que viajan a una velocidad fantástica, guiados por ondas‑piloto de naturaleza matemática. Como dice Whitehead, la naturaleza es una triste cosa, sin colores, ni sonidos, ni fragancias; todos esos atributos son puramente humanos. Radical e inevitablemente (pero ¿por qué evitarlo?) nuestra visión del mundo es subjetiva, y cada uno de nosotros está creando colores y músicas, groseros o delicados, complejos o simples, según nuestra sensibilidad, nuestra imaginación y nuestro talento.''
De la realidad sólo tenemos [[representación|representaciones]], un pequeño conjunto de [[rasgo]]s seleccionados de entre muchos otros durante la evolución de nuestra especie. Son ejemplos prototípicos de representaciones los personajes de historieta y los mapas. Unos pocos rasgos faciales —la —la forma de la boca, de los ojos y los pliegues de la piel— piel— son capaces de representar de modo muy convincente las emociones de los personajes de historieta, aún prescindiendo de la importante información que da el color. En los mapas, simples trazos hechos sobre una superficie plana y la identificación de una escala son capaces de representar accidentes de terreno, distancias, vías de acceso a lugares previamente desconocidos y hasta alturas (con un poco de entrenamiento). Las representaciones no coinciden totalmente con lo representado (los colores son fenómenos psicológicos), el dibujo no es el personaje, el mapa no es el territorio, pero todos los primeros dan [[información]] parcial importante para las personas, que es todo lo que se necesita. Es más, a veces el exceso de información sobre la realidad puede ser tan malo como su ausencia total si las personas no son capaces de procesarla. Borges satiriza magistralmente el tema en el brevísimo relato ''Del rigor en la ciencia'' (del libro El Hacedor):
:(...) ''En aquel Imperio, el Arte de la Cartografía logró tal Perfección que el mapa de una sola Provincia ocupaba toda una Ciudad y el mapa del imperio, toda una Provincia. Con el tiempo, esos Mapas Desmesurados no satisfacieron y los Colegios de Cartógrafos levantaron un Mapa del Imperio, que tenía el tamaño del Imperio y coincidía puntualmente con él. Menos Adictas al Estudio de la Cartografía, las Generaciones Siguientes entendieron que ese dilatado Mapa era inútil y no sin Impiedad lo entregaron a las Inclemencias del Sol y de los Inviernos. En los desiertos del Oeste perduran despedazadas Ruinas del Mapa, habitadas por Animales y por Mendigos; en todo el País no hay otra reliquia de las Disciplinas Geográficas.'' (Las mayúsculas son de Borges.)
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Objetividad, realidad, verdad

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