Objetividad, realidad, verdad

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Los conceptos de objetividad, realidad y verdad son considerados por muchos como pertenecientes a la Filosofía (Ontología), pasibles de discusiones académicas pero irrelevantes para el practicante de las ciencias naturales o las tecnologías. Es cierto que los textos científicos y tecnológicos casi nunca discuten el tema, pero eso sólo significa que los supuestos que sus estudiosos hacen sobre ellos son implícitos en vez de ser, como es condición de cualquier saber racional, explícitos. En este artículo se acomete la difícil tarea de poner en evidencia algunos de esos supuestos, aunque no necesariamente sean simultánea o totalmente compartidos por todos los científicos y tecnólogos.


Objetividad

El concepto de objetividad o la característica de ser objetivo es un rasgo —así lo consignan los diccionarios— de las ideas que una persona dada tiene sobre una cosa bien definida que las hace (supuestamente) independientes de su peculiar modo de pensar o de sentir. Es decir, serían ideas que a las que se atribuye no estar influenciadas por nuestros deseos e intereses (pensamientos conscientes, tal vez racionales), instintos, pasiones y sentimientos (pensamientos no conscientes). Al conjunto de ideas "objetivas" sobre una cosa se le atribuye usualmente otro rasgo, el de representar una realidad independiente de las personas, lo que presupone mucho más que la mera independencia de las características individuales antes señaladas. Este último aspecto se discute en la sección sobre realidad.

La objetividad como conjunto de ideas conscientes independientes de los deseos e intereses está vinculada al concepto de veracidad. Podemos decirle a otra persona algo diferente de lo que pensamos porque de ese modo podríamos obtener de ella algo que deseamos, aunque sea inmoral hacerlo. Como nadie puede saber con total certeza lo que piensa otra persona, la objetividad de las ideas expresadas por ésta dependería de la credibilidad o buena fe que se le atribuyera. La atribución de objetividad sería en este caso sólo el reconocimiento de un saber autoritario, el que se le atribuye a una persona por su reputación o estatus social. Como la historia ilustra hasta el hartazgo, las mayores autoridades civiles y religiosas — como los reyes y los papas— han mentido frecuentemente. El saber autoritario, por lo tanto, no es garantía de veracidad. (Véase también el artículo saberes.)

La objetividad como conjunto de ideas conscientes independientes de los instintos, pasiones y sentimientos tiene que ver con el efecto que éstos tienen sobre nuestras percepciones y capacidad de análisis racional. Según los psicólogos los actos instintivos escapan a nuestro control y no pueden ser reprimidos permanentemente, sólo sublimados (es decir, a lo sumo redirigidos a objetos diferentes). Se trata de reacciones que están genéticamente programadas porque son beneficiosas para la perduración de la especie, constituyendo lo que un ingeniero informático denominaría firmware. El origen de las emociones (sentimientos y pasiones) se atribuye a una parte muy antigua del cerebro humano (véase Joseph LeDoux, El Cerebro Emocional, Edit. Ariel - Planeta, Buenos Aires, 1999) y su efecto es la secreción en el torrente sanguíneo de productos químicos que facilitan reacciones como la huída rápida. En Los Dragones del Edén el divulgador científico Carl Sagan lo llamó "el cerebro reptiliano" y uno de sus efectos parece ser el de inhibir los mucho más lentos procesos reflexivos. Una de las reglas de la escritura científica y técnica (véase el artículo redacción de informes científicos y técnicos) es justa y precisamente el evitar expresiones de sentimientos. Las emociones, como las drogas estimulantes, modifican nuestra percepción del entorno, probablemente exagerando los rasgos existentes y tal vez introduciendo otros inexistentes. El problema es que las personas no siempre pueden controlar sus emociones y sentimientos y según los psicoanalistas no siempre es saludable que lo hagan.

No podemos desprendernos completamente de nuestras subjetividades, por lo que nuestra percepción de las cosas estará siempre teñida por nuestras emociones, tamizada por nuestras experiencias, limitada por nuestras destrezas de observación y análisis. Sin embargo, ésta no es la única limitación (tal vez ni siquiera la principal) para el logro de una mejor comprensión del mundo natural y social que nos rodea. Los investigadores del constructivismo, entre los que se destaca Vygotsky, han reunido evidencias contundentes de que —a pesar de las tesis de Sócrates sobre el origen individual de éstos— los saberes son construcciones sociales que se generan gracias a la interacción entre personas que se comunican mutuamente experiencias mediante símbolos verbales y escritos. Sabemos "objetivamente" que el color rojo es rojo porque todas las personas que conocemos, salvo quizás algún daltónico, lo identifican del mismo modo sin contradicciones entre sí. El concepto de objetividad resulta así ser equivalente al de (¿o tal vez deberíamos decir que debe ser reemplazado por el de?) intersubjetividad. Es decir, se trata, hecho central para los saberes científicos, de acuerdos reflexivos, desinteresados y desapasionados sobre las características de las cosas a los que pueden arribar personas con experiencias, destrezas y capacidades de discriminación y comunicación similares. Difícilmente será el caso de un filósofo y político, de un analfabeto y una persona cultivada, de un ciego y un vidente.

Fuentes

Verdad

Realidad

Véase también