Objetividad, realidad, verdad

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El problema de la objetividad, la realidad y la verdad, en sus acepciones científicas y tecnológicas, es el de la relación entre la mente humana y las cosas que hay fuera de ella, la relación entre el mundo y las ideas que nos hacemos de él. Los conceptos son considerados por muchos como pertenecientes a la Filosofía (Ontología), pasibles de discusiones académicas pero irrelevantes para el practicante de las ciencias naturales o las tecnologías y para la mayoría de las personas. Es cierto que los textos científicos y tecnológicos casi nunca discuten el tema, pero eso sólo significa que los supuestos que sus estudiosos hacen sobre ellos son implícitos en vez de ser, como es condición de cualquier saber racional, explícitos. En este artículo se acomete la difícil tarea de poner en evidencia algunos de esos supuestos, aunque no necesariamente los conceptos aquí vertidos sean simultánea o totalmente compartidos por todos los científicos y tecnólogos.


Objetividad

La objetividad es el rasgo de lo que es objetivo, que según el Diccionario de la Lengua Española corresponde en nuestro caso a lo que es:

1. adj. Perteneciente o relativo al objeto en sí mismo, con independencia de la propia manera de pensar o de sentir.
2. adj. Desinteresado, desapasionado.

o a lo

3. adj. Fil. Que existe realmente, fuera del sujeto que lo conoce.

En las dos primeras acepciones la objetividad es el rasgo de las ideas que una persona dada tiene sobre una cosa bien definida que las hace (supuestamente) independientes de su peculiar modo de pensar o de sentir, no contaminadas por sus deseos e intereses (pensamientos conscientes, tal vez racionales), instintos, pasiones y sentimientos (pensamientos no conscientes). En la tercera acepción, al conjunto de ideas objetivas sobre una cosa se le atribuye otro rasgo, el de representar una realidad independiente de las personas, lo que presupone mucho más que la mera independencia de las características individuales antes señaladas. Este último aspecto se discute en la sección sobre realidad.

La objetividad como conjunto de ideas conscientes independientes de los instintos, pasiones y sentimientos tiene que ver con el efecto que éstos últimos tienen sobre nuestras percepciones y nuestra capacidad de análisis racional. Según los psicólogos los actos instintivos escapan a nuestro control y no pueden ser reprimidos permanentemente, sólo sublimados (es decir, a lo sumo redirigidos a objetos diferentes). Se trata de reacciones que están genéticamente programadas porque son beneficiosas para la perduración de la especie, constituyendo lo que un ingeniero informático denominaría firmware. El origen de las emociones (sentimientos y pasiones) se atribuye a una parte muy antigua del cerebro humano y su efecto es la secreción en el torrente sanguíneo de productos químicos que facilitan reacciones como la huída rápida. En Los Dragones del Edén el divulgador científico Carl Sagan lo llamó "el cerebro reptiliano" y uno de sus efectos parece ser el de inhibir los mucho más lentos procesos reflexivos. Una de las reglas de la escritura científica y técnica (véase el artículo redacción de informes científicos y técnicos) es justa y precisamente el evitar expresiones de sentimientos. Las emociones, como las drogas estimulantes, modifican nuestra percepción del entorno, probablemente exagerando los rasgos existentes y tal vez introduciendo otros inexistentes. El problema es que las personas no siempre pueden controlar sus emociones y sentimientos, además, según los psicoanalistas no siempre es saludable que lo hagan.

La objetividad considerada como las ideas conscientes de una persona que son independientes de sus intereses está íntimamente vinculada con el concepto de veracidad. Podemos decirle a otra persona algo diferente de lo que pensamos porque de ese modo podríamos obtener de ella algo que deseamos, aunque sea inmoral hacerlo. Como nadie puede saber con total certeza lo que piensa otra persona, la objetividad de las ideas expresadas por ésta dependería de la credibilidad o buena fe que se le atribuyera. La atribución de objetividad sería en este caso sólo el reconocimiento de un saber autoritario, el que se le atribuye a una persona por su reputación o estatus social. Como la historia ilustra hasta el hartazgo, las mayores autoridades civiles y religiosas — como los reyes y los papas— han mentido frecuentemente. El saber autoritario, por lo tanto, no es garantía de veracidad. (Véase también el artículo saberes.)

No podemos desprendernos completamente de nuestros intereses y emociones, por lo que nuestra percepción de las cosas estará siempre teñida por nuestras emociones, tamizada por nuestras experiencias, limitada por nuestras destrezas de observación y análisis. Sin embargo, ésta no es la única limitación (tal vez ni siquiera la principal) para el logro de una mejor comprensión del mundo natural y social que nos rodea. Los investigadores del constructivismo, entre los que se destacan Vygotsky y Luria, han reunido evidencias muy convincentes de que —a pesar de las tesis de Sócrates sobre el origen individual de éstos— los saberes son construcciones sociales que se generan gracias a la interacción entre personas que se comunican mutuamente experiencias mediante símbolos verbales y escritos. Sabemos "objetivamente" que un color es rojo porque todas las personas que conocemos, salvo quizás algún daltónico, lo identifican sin contradicciones entre sí. El concepto de objetividad resulta así ser equivalente al de (¿o tal vez deberíamos decir que debe ser reemplazado por el de?) intersubjetividad. Es decir, se trata, hecho central para los saberes científicos, de acuerdos reflexivos, desinteresados y desapasionados sobre las características de las cosas a los que pueden arribar personas con experiencias, destrezas y capacidades de discriminación y comunicación similares pero no idénticas. Se requiere una mínimo grado de similitud porque no es fácil que concuerden entre sí un filósofo y un político, un analfabeto y una persona cultivada, un ciego y un vidente.

La manera en que se busca asegurar la objetividad puede tener consecuencias importantes sobre la calidad de la información que se brinda sobre un tema. En el caso de los estudios históricos se considera falta de objetividad la selección no explicitada de algunos aspectos del tema, debiéndose informar sobre puntos de vista alternativos al del autor. En el caso periodístico, además del obvio problema del recorte de datos inevitable en notas de longitud muy acotada, surge el problema de "no tomar partido" en temas éticos que requieren una valoración que excede la mera noticia o la contraposición de puntos de vista sobre ella[1][2].

Fuentes

  • LeDoux, Joseph; El Cerebro Emocional; Edit. Ariel - Planeta; Buenos Aires; 1999.
  • Luria, A. R.; Conciencia y Lenguaje; Pablo del Río Editor; Madrid (España); 1979.
  • Objetividad en Wikipedia.
  • Sagan, Carl; Los Dragones del Edén; Edit. Crítica; Barcelona (España); 2006; ISBN 8484327906.
  • Vygotski, Lev S.; El Desarrollo de los Procesos Psicológicos Superiores; Edit. Crítica; Barcelona (España); 2000; ISBN 967931-3.


Verdad

Son más variadas las acepciones de verdad que, siempre según el Diccionario de la Lengua Española, son:

1. f. Conformidad de las cosas con el concepto que de ellas forma la mente.
2. f. Conformidad de lo que se dice con lo que se siente o se piensa.
3. f. Propiedad que tiene una cosa de mantenerse siempre la misma sin mutación alguna.
4. f. Juicio o proposición que no se puede negar racionalmente.
5. f. Cualidad de veraz. Hombre de verdad.
6. f. Expresión clara, sin rebozo ni lisonja, con que a alguien se le corrige o reprende. U. m. en pl. Cayetano le dijo dos verdades.
7. f. Realidad (existencia real de algo).

Las acepciones 2, 5 y 6 corresponden a la veracidad, tema ético que no se discute aquí. La 7 remite, una vez más, al concepto de realidad. Las acepciones 3 y 4 —que consideran a la verdad como algo inmutable e irrefutable— corresponden a las religiones.

La acepción de verdad usado en ciencias fácticas —como la Física y la Biología— es la primera, muy diferente de la usada en la Teología. Cuando Galileo afirmó que la Tierra giraba alrededor del sol, la Inquisición lo obligó a retractarse porque la verdad enseñada por la iglesia era que el sol giraba alrededor de la Tierra, como correspondía al lugar central del hombre en el cosmos. Galileo —uno de los principales introductores del método experimental en la Física— estaba intereresado en verificar si había o no concordancia entre los movimientos elementales que podía medir en su laboratorio y los que podía extrapolar a los cuerpos celestes. Esta concordancia —deducida de lo que podía verse desde la Tierra de los movimientos del sol y los planetas— unificaba las leyes terrestres con las astronómicas de modo que en los cielos valían las mismas leyes que la Tierra. La unificación intelectual hecha por la religión seguía el camino inverso: construida la doctrina por los diversos concilios ecuménicos, en vez de limitar su rango de influencia al mundo espiritual de las normas morales y la vida que trasciende a la muerte, se quería imponer leyes también al mundo material, en vez de develarlas mediante la indagación desprejuiciada. Para Galileo las leyes de la naturaleza debían descubrirse por experimentación y satisfacer algunos principios básicos, como los de no contradicción y cuantificación. Para la iglesia estas leyes eran reveladas y no necesariamente accesibles a la comprensión humana, como es el caso del misterio de la Santísima Trinidad.

Bertolt Brecht señaló que las ciencias no buscan verdades absolutas, sino sólo acotar la perduración del error. Este limitado criterio de verdad es aplicable sólo a hechos que pueden ser definidos y cuantificados con precisión bien acotada y sobre los cuales pueden hacerse predicciones comparables con procesos registrados o con experimentos realizables en condiciones bien controladas. Las leyes así verificadas tienen un rango de validez, son "verdaderas" dentro de su rango de aplicación y falsas cuando se lo excede: es decir, no son verdades absolutas. Por ejemplo, la dinámica de Newton (las velocidades y aceleraciones resultantes de la aplicación de fuerzas a masas) es válida con error despreciable para fines prácticos en el rango de velocidades mucho menores que la de la luz. Describe bien el movimiento de automóviles y la mayoría de los movimientos astronómicos, aunque no todos. La dinámica de Einstein (la Teoría Especial de la Relatividad) describe bien los movimientos de partículas con velocidades cercanas a la de la luz y explica fenómenos como la fisión nuclear y fusión nuclear (las transformaciones de masa en energía). La dinámica de Newton es la reducción de la Teoría Especial de la Relatividad al caso de bajas velocidades, y en ese rango es "verdadera" en el sentido de que describe los hechos experimentales con precisión suficiente para las aplicaciones prácticas. Ningún ingeniero con sentido común trataría de aplicar la segunda al tránsito urbano, así como no se le ocurriría medir el ancho de una vereda al centésimo de milímetro o cronometrar una carrera de caballos con precisión de un diezmillonésimo de segundo.

Esta "relatividad" de las "verdades" ha hecho que algunos filósofos posmodernos, basados en trabajos como el de Kuhn, plantearan erróneamente la existencia de ciencias alternativas según los paradigmas que se quisiera aceptar. Las ciencias serían así "relatos" dependientes del punto de vista del expositor. Este punto de vista desconoce las premisas básicas y la coherencia interna de las ciencias, estructuras donde todo está relacionado con todo y el reemplazo de una parte requiere reestructuraciones globales. No hay Físicas alternativas porque las leyes físicas han sido formuladas y reformuladas, controladas y verificadas dentro de rangos de precisión bien especificadas, dentro de los cuales no caben duda de su aplicabilidad o validez, rangos dentro de los cuales pueden ser consideradas "verdaderas", pero no fuera de ellos. La Teoría Especial de la Relatividad de Einstein no es una formulación de leyes relativamente ciertas, sino de leyes válidas en cualquier sistema de referencia, independientemente de la manera en que ese sistema se esté moviendo con respecto a otros, leyes verificables con experimentos apropiados y, por lo tanto, refutables por mejoras en el rango de precisión.

Para evitar confusiones, en el campo científico es preferible usar el concepto de convalidación en vez del de verdad. La convalidación es un hecho social: el acuerdo generado por la comunidad de pares de la disciplina a la que pertenece las ideas que requiere verificación. La convalidación puede hacerse en revistas, libros, congresos, reuniones o través de medios como Internet que permiten la difusión de estas ideas. Es una creencia generalizada de la mayoría de los científicos (es imposible demostrarla) que este proceso genera modelos que cada vez se aproximan más a la realidad que se discute en la siguiente sección.

Fuentes

  • Kuhn, Thomas; La Estructura de las Revoluciones Científicas; Fondo de Cultura Económica; México; 1986.
  • Verdad en Wikipedia.

Realidad

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La invención de la realidad económica a través de los índices de precios del INDEC.

Una buena primera aproximación al concepto de realidad es la conocida metáfora de la caverna de Platón. El fenómeno psicológico (cognitivo) subyacente, la manera en que las personas adquirimos la comprensión del mundo, se discute en el artículo constructivismo.

La información que adquirimos sobre el mundo exterior está limitada por dos grandes factores. El primero es el limitado número y capacidad de los sensores de que está dotado nuestro cuerpo, los órganos de los sentidos. Vemos un rango limitado del espectro radiante, oímos sólo una banda reducida de frecuencias sonoras, sólo podemos tocar objetos no demasiado fríos ni demasiado calientes, identificamos por su sabor sólo 5 gigantescos grupos de sustancias químicas y nuestro olfato, aunque mucho más específico que el gusto, no es comparable con el de cualquiera de nuestras mascotas. Podemos percibir, aunque groseramente, campos gravitatorios, pero no campos eléctricos (como algunos peces) ni magnéticos (como las palomas mensajeras y algunas bacterias).

El segundo factor limitante es la manera en que nuestro cerebro procesa las informaciones procedentes de los órganos sensoriales. No tenemos conceptos innatos, debemos construirlos por interacción social mediada por símbolos. El procesamiento de estos símbolos está limitada a operaciones como la clasificación consistente en la agrupación en conjuntos por rasgos (todavía no bien identificados), la unión e intersección de estos conjuntos, el establecimientos de relaciones entre ellos, entre las que se destacan las de orden y cardinalidad. Estas capacidades de procesamiento son las que determinan la estructura del lenguaje y de la lógica que convalida sus proposiciones (véase Wittgenstein) siendo su más compleja expresión cuantitativa la Matemática. Nuestra mente formula así, con esas grandes limitaciones, representaciones del mundo natural y social que impresiona nuestros sentidos, las sombras en la pared de la caverna de Platón. Lo único que sabemos del mundo exterior, la realidad, es lo que nuestros limitados sentidos, conceptos y sistemas de procesamiento nos permiten asociar a él, nuestras ideas, muy variables de persona a persona. En todo caso lo sorprendente es que a pesar de esas enormes limitaciones hayamos llegado a saber tanto de las características y procesos de ese mundo externo, tanto como para poner hombres en la luna y modificar las funciones hereditarias de algunos organismos vivientes.

Los practicantes de las ciencias fácticas no dudan de que hay un mundo fuera de nuestra mente, aunque no podamos percibirlo o aprehenderlo completamente. Aunque algún filósofo idealista llegue a negar la existencia de un mundo exterior a su mente, sus disquisiciones terminarán rápidamente cuando una piedra caiga sobre su pie o el hambre le haga crujir el estómago, experimentos de generalizada e indudable convalidación social. A este respecto escribió Popper, uno de los más destacados filósofos de la ciencia:

Entramos efectivamente en contacto con la realidad mediante la falsación de nuestras suposiciones. La única experiencia positiva que sacamos de la realidad es el descubrimiento y eliminación de nuestros errores.

Este mismo concepto fue expresado y aplicado por Luria (véase la sección precedente) para explicar la construcción del lenguaje, el proceso de asignación de relaciones entre las palabras y las cosas, la expresión verbal de la realidad.

Como la mayor parte de nuestros saberes son "autoritarios", tomados de fuentes supuestamente inobjetables, la construcción de la realidad es, en última instancia, un fenómeno social. Uno de los primeros filósofos en discutir este tema fue Max Scheler, cuyas ideas sirvieron de inspiración al libro de Erich Kahler Historia universal del hombre, donde se desarrolla la trama histórica del concepto que los seres humanos fueron desarrollando de sí mismos, del cosmos y de su lugar en él.

Fuentes

  • Berger, Peter L. & Luckmann, Thomas; La construcción social de la realidad, 17ª reimpresión; Amorrortu Editores; Buenos Aires; 2001.
  • Foucault, Michel; Las Palabras y las Cosas; Siglo XXI Editores; México - España; 2008; ISBN 978-987-629-050-0.
  • Kahler, Erich; Historia universal del hombre, 1ª edición; Fondo de Cultura Económica; México; 1946.
  • Luria, Alexander Románovich; Conciencia y lenguaje; Pablo del Río Editor; Madrid (España); 1979.
  • Popper, Karl R., Realism and the Aim of Science; Routledge; Londres (Reino Unido); 1985.
  • Wittgenstein, Ludwig; Tractatus Logico-Philosophicus; Edit. Altaya; Barcelona (España); 1994; ISBN: 84-487-0156-9.

Véase también