John Desmond Bernal

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John Desmond Bernal.

John Desmond Bernal, apodado el sabio, nació el 10 de mayo de 1901 en Nenagh (condado de Tipperary, Irlanda) y murió el 15 de septiembre de 1971 en Londres (Inglaterra). Fue un pionero de la Cristalografía de Rayos X y de los estudios sobre la función social de las ciencias.


Bernal según Daniel Goldstein

John D. Bernal murió en Londres a los 70 años de edad. Sir William Lawrence Bragg —creador de la Cristalografía de Rayos X— lo consideraba como el cristalógrafo más brillante y original que haya existido. Sus éxitos en la resolución de las estructuras de complejas moléculas orgánicas abrieron el campo de la cristalografía de macromoléculas. Para Bernal, en 1939 el problema de la estructura de las proteínas estaba ya potencialmente resuelto —sólo hacía falta trabajo sólido paciente—. Por eso le dejó el tema a otros cristalógrafos y se dedicó a la estructura de los líquidos. En rigor, el trabajo previo al de su época macromolecular, la precisa y sistemática destrucción de los conceptos incorrectos sobre la estructura de los esteroides (en 1937) —que permitieron posteriormente la síntesis orgánica correcta de estas moléculas y por lo tanto el desarrollo de una vasta zona de la Endocrinología— merecía el Premio Nobel. Los trabajos que valieron los Premios Nobel de Watson, Crick, Wilkins, Kendrew, Perutz y Dorothy C. Hodgkin, estuvieron basados en ideas y experimentos originales de Bernal y él hubiera sido el natural recipiendario de la distinción de haber continuado con los diversos temas. Fue el padre estructural de la Biología Molecular, la única persona ante la cual Francis Crick se mostraba modesto. Era impaciente, creador fértil de ideas y de aparatos (que nunca armaba porque ello lo aburría soberanamente) y de una versación enciclopédica sobre temas científicos. Desde muy joven, como estudiante en Cambridge, se lo apodó sage, el sabio.

Su genio particular residía en que era un gran estratega. Como no era militar, inicialmente dedicó su genio de estratega a la ciencia, y así dominó y dirigió todo el desarrollo de la cristalografía y la biología estructural con ideas (más que con manos) férreas. Cuando llegó la Segunda Guerra Mundial, el Ministerio de Seguridad Nacional requería ayuda científica para resolver el problema de la protección de los objetivos civiles ante los ataques aéreos. Se sugirió el nombre de Bernal y su impresionante curriculum venía con el veto previo de los servicios de inteligencia porque era marxista. Sir John Anderson, el ministro, contestó: He may be as red as the flames of hell, but we must use him (Puede ser tan rojo como las llamas del infierno, pero debemos utilizarlo). Bernal comenzó por hacer una predicción de los efectos del bombardeo aéreo alemán en base a los resultados ya conocidos y utilizó como ejemplo lo que podría ocurrirle a la ciudad de Coventry de ser atacada por 500 bombarderos alemanes. Meses más tarde, un raid aéreo de esa magnitud se abatió sobre Coventry y los resultados del mismo parecían ser copiados del informe de Bernal. Pero los alemanes habían actuado empíricamente: Bernal, por el contrario, había inventado la ciencia del bombardeo aéreo, es decir, el cálculo de qué tipo de bombardeo y de qué intensidad debía ser necesario para obtener un resultado determinado sobre un objetivo dado. Nadie puede conjeturar ahora cuáles hubieran sido los resultados de la invasión aliada de Europa sin estos análisis de Bernal. Sus estudios sobre la geología de las playas francesas hicieron posible el desembarco en Normandía. Para hacerlos no sólo recurrió a su casi increíble facilidad de aprender (no era geólogo ni nada que se le pareciese) sino también a su regusto por todas las manifestaciones culturales, ya que era un profundo conocedor de la historia medieval europea. Articuló el estudio de las muestras de terreno traídas por commandos con la lectura minuciosa de textos normandos. De un increíble arrojo personal, recorrió teatros de operaciones de todo tipo. No sólo intervino en cuestiones de asesoramiento sino que muchas veces participó personalmente en operativos muy peligrosos.

Imbecility Service

En uno de los momentos más cruciales de su historia, ante la inminencia de un colapso, desde el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, Gran Bretaña movilizó toda su inteligencia. Bernal fue incorporado como asesor directo de Lord Mountbatten, autoridad máxima del almirantazgo británico. En un determinado momento, para completar una de las valiosas investigaciones fundamentales para la defensa frente al arrollador avance germánico, Bernal solicitó a su jefe que se le adscribiera a un joven colaborador que había trabajado con él en la Universidad de Londres. El tiempo pasaba y el joven no llegaba... Bernal protestó y Lord Mountbatten hizo suya la protesta: reclamó enérgicamente ante el Intelligence Service, que aparecía como la instancia que se oponía inflexiblemente a la designación solicitada. Lord Mountbatten exigió razones en forma perentoria y la explicación que le dieron fue que si bien el joven investigador no tenía ninguna mancha en su legajo, desde el punto de vista de la seguridad nacional había un punto oscuro en su foja en cuanto había sido, en tiempos de paz, colaborador de un peligroso profesor comunista, J. D. Bernal. La anécdota muestra cómo el Intelligence Service puede devenir un Imbecility Service aún en latitudes menos proclives a tales degeneraciones que la nuestra.

Según el diagnóstico de los grandes jefes aliados (y alemanes) Bernal fue uno de los genios de la ciencia militar de este siglo. Durante la guerra, Bernal y su colega Blackett hicieron Investigación Operativa. La Investigación Operativa —escribió Bernal— no sólo llevó a una mayor comprensión de los detalles de las operaciones bélicas, sino a una mayor claridad en la integración de distintos tipos de operaciones. A medida que la guerra se desarrollaba, las operaciones combinadas, ya sea por tierra y mar, por tierra y aire o por aire, mar y tierra, se convirtieron en la regla general más que en la excepción y el puente entre los enfoques de cada operación según las diferentes armas se efectuó a través de la investigación operativa. De esta forma surgieron principios que tenían una aplicación mucho más vasta que las meras operaciones militares. En principio equivale a decir que cualquier actividad humana y cualquier rama de esta actividad es un sujeto legítimo para el estudio científico y por lo tanto puede ser modificado según los resultados de ese estudio.

Bernal era marxista. Fue infatigable propagandista del desarrollo planificado, racional, de la actividad científica, una necesidad ineludible para un futuro mundo que efectivamente tienda a la liberación del hombre. En 1939, el mismo año en que dejó sentadas las bases para la cristalografía de proteínas, Bernal publicó su gran obra sociológica: La Función Social de la Ciencia, que constituyó un verdadero terremoto intelectual. Bernal desnudó ante el mundo el carácter medieval de la estructuración de la actividad científica, la absurda anarquía aparente que en rigor obedecía a planes concretos que nada tenían que ver con el desarrollo racional de la humanidad —fue el primero en denunciar las monstruosidades ecológicas resultantes de la falta de planificación industrial y agraria—. Una de las proposiciones claves de La Función Social de la Ciencia es que los problemas materiales del mundo pueden ser resueltos por la ciencia, pero que los factores que impiden el desarrollo racional de las soluciones científicas son de orden extracientífico (políticos, sociales y psicológicos entre otros) y no técnicos en el sentido material. En un siglo en que todo es físicamente posible, sostenía Bernal, la política se convierte en el arte de encontrar razones para no hacerlo. La aplicación adecuada de la ciencia —concluía— para resolver los problemas humanos, requiere primero un sistema social adecuado.

J. D. Bernal no recibió el Premio Nobel (Lord Rutherford se debe revolver en su tumba pensando en las innumerables discusiones con Bernal para convencerlo que llevara a la práctica alguna de sus ideas y que si hacía un experimento, por favor lo continuara) ni fue fellow de ningún college de Cambridge, donde enseñó por décadas (según las malas lenguas, porque tenía el pelo largo, y algo debía estar mal en un tipo con pelo largo). Fue miembro de la [ Royal Society] y obtuvo la codiciada medalla de oro de esta institución. Fue uno de los fundadores de la Federación Mundial de Trabajadores Científicos. Su casa, en Londres, era el lugar de cita obligado para todos los artistas e intelectuales europeos. Sus alumnos lo idolatraban.

Obras

  • The World, the Flesh & the Devil: An Enquiry into the Future of the Three Enemies of the Rational Soul (1929). [1]
  • Aspects of Dialectical Materialism (1934) con E. F. Carritt, Ralph Fox, Hyman Levy, John Macmurray y, R. Page Arnot.
  • The Social Function of Science (1939).
  • Science and the Humanities (1946) (panfleto).
  • The Freedom of Necessity (1949).
  • The Physical Basis of Life (1951).
  • Marx and Science (1952) Marxism Today Series N° 9.
  • Science and Industry in the Nineteenth Century (1953).
  • Science in History (1954), en 4 volúmenes. Editado en castellano como Historia social de la ciencia, en 2 volúmenes.
  • World without War (1958).
  • A Prospect of Peace (1960).
  • Need There Be Need? (1960) (folleto).
  • The Origin of Life (1967).
  • Emergence of Science (1971).
  • The Extension of Man. A History of Physics before 1900 (1972).
  • On History (1980) conjuntamente con Fernand Braudel.
  • Engels and Science, folleto publicado en la revista Labour Monthly.
  • After Twenty-five Years.
  • Peace to the World, folleto del British Peace Committee.

Fuentes

Véase también

  • Bernal, John D.; [[Bernal HSC1|Historia social de la ciencia 1: la ciencia en la Historia Ediciones Península; Barcelona (España); 1979 (5ª edición); ISBN 9788429709360 (Bernal HSC1).
  • Bernal, John D.; [[Bernal HSC2|Historia social de la ciencia 2: la ciencia en nuestro tiempo Ediciones Península; Barcelona (España); 1979 (5ª edición); ISBN 9788429709377 (Bernal HSC2).