Tecnologías en la literatura argentina

La enciclopedia de ciencias y tecnologías en Argentina

Siempre están presentes las tecnologías en la literatura argentina, como en la literatura universal, pero como un fondo sobre el que se desarrolla la acción. Sin embargo, muy pocos escritores argentinos las han tomado como un tema principal, como la figura que se destaca sobre el fondo en la Psicología de la Gestalt. Los siguientes son algunos ejemplos destacados de esta inusual orientación, cuya escasez tiene mucho que ver con la baja valoración popular de las tecnologías en Argentina.


Introducción

Para poder rastrear la importancia de las tecnologías en la literatura argentina hay que hacer dos discusiones previas. La primera es la del problema temporal de si debe incluirse sólo la literatura posterior al 25 de mayo de 1810 o al 9 de julio de 1816 o si literatura argentina incluye a toda la del actual territorio argentino —aún antes de que fuera el de una nación formalmente constituida— remontándose hasta alguna época determinada y cuál es esa época. La segunda es identificar qué tipo de obras deben estar incluidas en la categoría literatura (problema válido también para la literatura de cualquier otro país) ya que, como en todos los conceptos humanos, hay una borrosa frontera entre la ficción y el ensayo (caso del Facundo que se discutirá en otro artículo). Ninguna de estas dos preguntas tiene respuesta no polémica si no se delimita más claramente el campo a abarcar o, mejor, si no se establece previamente la finalidad de este artículo.

La finalidad con que fue creado este artículo fue la de indagar la función que el imaginario popular asigna a las tecnologías, su rol o función de agente en la visión del mundo o cosmovisión y su evolución temporal. La identificación de este rol serviría como un elemento de juicio más, aunque muy importante, en la indagación sobre el más complejo problema de la relación entre tecnologías y cultura en Argentina, teniendo en cuenta que la cultura es una construcción histórica. Desde tal punto de vista el problema temporal desaparece pues de ser posible habría que incluir la "literatura" precolombina, si la hubiera. Como literatura es lengua escrita y no hay evidencia convincente de que la única escritura conocida del territorio, los quipus, tuviera otra función que la meramente contable, habría que remontarse al menos hasta los más antiguos escritos literarios hechos en el territorio, los de Luis de Tejeda (1604-1680).

No sólo las menciones explícitas son ilustrativas, ya que cuando algo no se menciona es porque no se considera que sea un problema o, si hay problema, es tema cerrado por ser insoluble. Aunque no son de fácil acceso, hay un gran número de documentos de la época colonial que tocan temás de la vida cotidiana y sus dificultades, caso de las probanzas de méritos de los colonizadores castellanos. También hay versos tal vez más antiguos que se recitaban en fiestas y ceremonias populares al compás de instrumentos como la quena y el bombo, las coplas populares recopiladas por investigadores como Juan Alfonso Carrizo.

Entre todos los europeos llegados al territorio, los impulsores más tempranos de las ciencias y las tecnologías fueron los misioneros jesuitas. Hicieron o dirigieron la hechura de importantes obras artísticas por los aborígenes del territorio pero, ¿produjeron obras literarias? A finales de la época de la organización nacional, en tiempos de grandes obras públicas, se publicó la que se considera, junto con el Facundo, la obra más representativa de la cultura nacional, el Martín Fierro.

Los hitos principales aquí identificados definen el ascenso de un proyectil disparado hacia la ignota lejanía. Partida: un Sarmiento convencido de la importancia de las tecnologías para construir un país nuevo, moderno. Ascenso: un Lugones que se ufana de los logros resultante del buen uso de ellas en un país en plena marcha ascendente hacia un destino glorioso. Culminación: un Arlt marcando las lacras de un orden social corrupto y tecnológico, que sólo más tecnología puede derribar. Comienzo del descenso: un Cortázar resignado, aceptando tecnologías que no comprende como uno de los muchos ingrediente indeseables pero inevitables de su sociedad. Aceleración del descenso: un Sábato que rechaza el racionalismo y el "fetiche" de las tecnologías. En clave menor, el impacto en tierra, cuando Meradi expone dramáticamente la discapacidad tecnológica de los jóvenes: la imposibilidad de encontrar un trabajo comprensible y valorable para el que lo hace, útil y valorado por los que debieran ser sus beneficiarios, ocupación pseudo-técnica (nunca oficio a secas, sólo oficio "virtual") que beneficia únicamente a empleadores inescrupulosos.

Coplas y poesías populares

El escritor e investigador Juan Alfonso Carrizo hizo recopilaciones de poesías y coplas populares de la mayoría de las provincias del noroeste argentino, algunas de las cuales se citan en las Fuentes de esta sección. Al parecer, sólo una de ellas está disponible en Internet en formato electrónico, el Cancionero Popular de Jujuy, y eso gracias a una biblioteca digital de España. Muchas de las poesías y coplas son variantes de similares españolas y seguramemente datan de la época de la colonia, pero es imposible datarlas. De lo que sí se se puede estar seguro es de que su preservación a lo largo del tiempo (actualmente tienden a desaparecer) se debe al valor que se les otorgaba como expresión (según el análisis estadístico del propio Carrizo) de emociones y sentimientos valiosos en su cultura. La revisión de las del Cancionero Popular de Jujuy muestra que las tecnologías, mayoritariamente ausentes, no son allí consideradas medios para la resolución de problemas nuevos sino sólo formas tradicionales de hacer las cosas. La función de resolver los problemas prácticos no es atribuida a las tecnologías sino a los dioses, en este caso la Pachamama. Señala al respecto Carrizo (p. 523):

Entre los paisanos de los Valles Calchaquíes y los jujeños, existe la creencia de que una divinidad invisible, llamada Pachamama, los protege. Esta deidad suele ser identificada con la tierra y así algunos dicen Pachamama, Santa Tierra. Es idea generalizada, que ella hace nacer la yerba para alimentar las llamas, ovejas, burros, vicuñas, guanacos, etc. Ella es quien hace madurar las mieces; maíz, trigo, quinua, y que ella, en fin, es la autora de cuanto vive sobre la tierra. Pachamama es el principio generador, la madre de lo creado, por eso es que se le hace sacrificios y se le ofrenda para obtener los más variados favores. El pastor lo pide buena parición del hato, esquila abundante, prosperidad y engorde de la hacienda; la hilandera que no se lo corte el hilo y que éste salga parejo y resistente; el caminante le pide, que le acorte la distancia y lo deje regresar sano a la casa; el agricultor que haga brotar la semilla y le dé abundante cosecha; el tropero; le ruega que a sus bestias le libre de la puna, de la sed y del hambre; el cazador de vicuñas la suplica no le mezquine sus animalitos; la niña le pide novio, el joven novia, la vieja salud, y el viejo bienestar. Para conseguir estos beneficios, el caminante arroja a la «apacheta», altar de la Pachamama, su «acuyico», vierte algunas gotas de alcohol, le reza sus plegarias y sigue confiado su viaje. El tejedor entierra el primer trozo de hilo en su holocausto. El ollero alfarero, hace un agujero en la barranca arcillosa de donde ha de sacar la tierra y pone en él unas hojitas de coca para que no se rajen las tinajas al retirarlas del horno. El pastor reza sus oraciones a la Pachamama al salir el sol para que no se le desparrame el ganado ni se le cansen los corderitos; durante la parición le pide a la Pachamama, no le haga comer con el cóndor las crías indefensas; cuando llega la «señalada» agradece con oraciones, libaciones y bailes el multiplico de la majada. La médica o curandera bebe y «coquea» en obsequio a Pachamama para que cure al enfermo; el que corta sal de las salinas, antes de iniciar las tareas, ofrenda coca y alcohol para que no se deshagan los panes, lo mismo hace el que siembra para que la semilla nazca; el que cosecha entierra en la cabecera del rastrojo la primera espiga de trigo o de maíz o la primera flor madura de quinua; el que sacrifica una bestia para comer, pone el animal con la cabeza en dirección al sol, reza a la Pachamama y mata, siempre que no sea martes ni viernes, Pachamama no quiere que se derrame sangre en esos días. Por último, cuando uno muere los deudos ofrendan coca, chicha y alcohol a la Madre Tierra, para que ella reciba nuestra alma en su seno.[1]

Nótese la diferencia con la actitud expresada en el antiguo dicho castellano A Dios rogando, con el mazo dando.

Fuentes

  • Carrizo, Juan Alfonso; Cancionero Popular de Catamarca; Buenos Aires; 1926.
  • Carrizo, Juan Alfonso; Cancionero Popular de Jujuy; editado por la Universidad Nacional de Tucumán; San Miguel de Tucumán; 1934; CarrizoJA CPJ.
  • Carrizo, Juan Alfonso; Cancionero Popular de La Rioja; editado por la Universidad Nacional de Tucumán; Buenos Aires; 1942.
  • Carrizo, Juan Alfonso; Cancionero Popular de Salta; Buenos Aires ; 1926.
  • Carrizo, Juan Alfonso; Cancionero Popular de Tucumán en 2 tomos; editado por la Universidad Nacional de Tucumán; San Miguel de Tucumán; 1937.

El Facundo de Sarmiento

Véase el artículo Facundo o Civilización y Barbarie.

El Martín Fierro de Hernández

Martín Fierro según Carpani.

Esta obra, sobre la que se ha escrito mucho y se ha profundizado poco, fue escrita en dos partes muy diferentes en finalidad: El gaucho Martín Fierro, publicada en forma de libro en 1872, y La vuelta de Martín Fierro, salida de prensa en 1879. Su autor, el primero periodista y luego político José Hernández, estaba exiliado cuando escribió la primera y de regreso en su país como defensor de la causa roquista cuando editó la segunda. Es lícito así asociar la simpatía por el paria que muestra el primer texto con las penurias del exilio. Así como la denigración del indígena (partes 5 y 9) y la exhortación al trabajo honesto (parte 32) de La vuelta... no pueden desvincularse de la Conquista del Desierto y la integración del interior con el litoral que protagonizó Julio Argentino Roca.

Nada se habla en estos dos libros de ciencia, porque cuando algunos de los personajes alude a la cencia, se refiere a algún saber o habilidad práctica (técnica o tecnología). El más sofisticado instrumento que se menciona es la vigüela o guitarra, que no era construida por el gaucho. Sí los eran, aunque son mencionados pocas veces, los trebejos necesarios para domar, controlar y montar los caballos: aperos, argollas, arriadores, bozales, cabrestos, cinchas o cinchones, cojines, coyundas, espuelas, estribos, frenos, lazos, maneas o maniadores, recados, riendas, torzales... Al igual que en las antiguas poesías y coplas populares, las destrezas de supervivencia se dan por sentadas, en especial la de manejo de la única arma mortal de los gauchos, el facón. Por ejemplo, al final de la parte 1 de La vuelta... se dice:

Sé dirigir la mansera
Y también echar un pial—
Sé correr en un rodeo
Trabajar en un corral—
Me sé sentar en un pértigo
lo mesmo que en un bagual.

Sobre estas técnicas no se dan consejos, sí en cambio, sobre la manera de relacionarse con las demás personas, en donde se destacan los maquiavélicos consejos del viejo Vizcacha (parte 15) y las recomendaciones de Fierro a sus hijos y el de Cruz (parte 32), que se discuten en el artículo cultura argentina.

Una genuina valoración popular de la ciencia y las tecnologías podría haber sido expresada en esta obra en versos como los apócrifos de Carlos E. Solivérez que se transcriben a continuación, aunque probablemente contradecirían el espíritu central de la obra:

Pa encontrar la verdá
descónfien de la apariencia,
comparen sus esperiencias
pero con mucha humildá.
Un güen mapa hay que tener
pa poder hallar la güella.
No esperen todo de Dios,
del padrino, del facón
o del de buen corazón.
Sáquenle el jugo a sus sesos
que, aunque algunos no lo crean,
al mundo lo hacemos nos.

Fuentes

  • El gaucho Martín Fierro. Versión digital, con ortografía modernizada, de El gaucho Martín Fierro y La vuelta de Martín Fierro.

Leopoldo Lugones

La Oda a los ganados y las mieses de Leopoldo Lugones es un caso destacado de la importancia que se atribuye a las tecnologías. Escrita en el marco del fervor patriótico con que se celebró el Centenario de la Revolución de Mayo, ensalza los logros del campo argentino, enfatizando la acción del hombre sobre la naturaleza y las tecnologías usadas para la producción. El efecto se intensifica tanto por la personificación y el rol de agente que otorga a los artefactos, como por su inigualada destreza en el uso artístico de metáforas. Las siguientes son algunas estrofas ilustrativas.

Tiende el cerco su párrafo de alambre
sobre el verdor de las praderas solas.
Aventando su ráfaga de hierro
el recio tren las extensiones corta.
Junto al galpón la máquina ingeniosa
en cuyo horno apagado suele a veces
poner un huevo la andariega polla.
Sobre el perfil marítimo del médano
que la expansión agrícola transforma,
alada por las ruedas de los pozos
en que es el viento acémila industriosa,
la civilización del agua, surge
con un rumor de cristalina loa.
La máquina bufada de sonoros
calores de motor, vomita ansiosa
en infernal sofocación de glumas
el seco chorro de cereal.
Congratulemos a la dulce ciencia
del pacífico agrónomo que explora
en el paciente surco los secretos
de las plantas amigas, con sus toscas
manos, en que la noble geometría
habituó rectitudes bondadosas.
Y el régimen del riego que hondamente
tranquiliza la tierra trabajosa
con su manto feraz, y el calendario
de las lluvias felices que la aprontan.
En tanto, el huso activo, repitiendo
labores de crisálida industriosa,
disponía la prez de los vellones
—nieve en que el sol de estío se prorroga.—
Y decía el telar de los hogares
que una genuina estética valora,
como cítara extensa en que son música
los colores campestres de la colcha.
Y el capataz les cuenta los viajes
en las grandes carretas crujidoras
que dilataban su áspero quejido
por travesías llenas de zozobra.
Celebremos la caña del ingenio
con su morada madurez que empolva
una escarcha de plata, cuando llega
para el recio trapiche la maniobra.
En muelle cabellera de cascada,
el bagazo por fuera se amontona,
mientras digiere el ardoroso tacho
en densidad de fuego la melcocha,
cuyos oros de flavo caramelo
cristalizado ya en blancura sólida,
encumbrando magnífica montaña
de tibio azúcar, el galpón acopia.
Y a la modesta gallineta que huye
con paso de mucama perentoria,
y remeda a la lima del herrero,
atareada como él desde la aurora.
Cantemos la excelencia de las razas
que aquella sangre indígena mejora,
con el marmóreo Durham de los premios,
con el Hereford rústico que asocia
a la belleza de su manto rojo,
en blancura total cabeza y cola.

Fuentes

Roberto Arlt

Roberto Arlt.

En el prefacio de las Obras completas, Julio Cortázar escribe respecto a su relectura de los escritos de Roberto Arlt:

Hoy, claro, lo releo con un poco más de distanciamiento intelectual, de embriones de análisis, de territorios descuidados en la primera lectura y que ahora adquieren un relieve diferente. La obsesión científica en Arlt, por ejemplo, que entonces me había dejado indiferente. ¿Influencias familiares, primeros oficios, atavismos germánicos en una época en que la química, la balística y la farmacopea parecían tener su amenazante capital en Berlín? Se sabe que Arlt murió mientras trabajaba en su improvisado laboratorio, a punto de lograr un procedimiento que hubiera evitado un drama de la época que hoy resulta inconcebible: el corrimiento de las mallas en las medias de las mujeres. Múltiples temas y episodios de sus cuentos y novelas vuelven explicable y casi fatal esta vocación paralela de inventor; ya en su primer libro, el adolescente Silvio Astier ha fabricado una culebrina capaz de atraer a toda la policía del barrio, y da consejo a un amigo sobre la manera de hacer volar un aeroplano. El día en que explica ante oficiales del ejército sus ideas sobre un señalador automático de estrellas y una máquina capaz de imprimir lo que se le dicta oralmente, Silvio logra su primer empleo como mecánico de aviación, e irónicamente lo pierde cuando un teniente coronel lo da de baja con una explicación que sigue explicando tantas cosas: «Vea, amigo... su puesto está en una escuela industrial. Aquí no necesitamos personas inteligentes, sino brutos para el trabajo».

Cortázar y Arlt usan ciencia en su acepción décimonónica (todavía válida en países como EEUU, véase el artículo tecnología) que engloba a todos los saberes convalidados, tanto académicos como prácticos. Esto se pone claramente de manifiesto en la trilogía que constituye el corazón de la obra de Arlt: El juguete rabioso, Los siete locos y Los lanzallamas (Obras Completas, tomo I). No puede ser casual que dos de los protagonistas de estas tres obras sean inventores, Silvio Astier y Remo Erdosain. Todo señala, clave que ya esboza el propio Cortázar, hacia la asignación a la tecnología del rol de implantadora en el mundo de un orden naturalmente ausente. El siguiente fragmento de un diálogo entre el Rufián y el Astrólogo en Los siete locos (Obras Completas, tomo I, p. 143) da una importante pista al respecto.

—¿De manera que una de las bases de su sociedad será la obediencia?...
—Y el industrialismo. Hace falta oro para atrapar la conciencia de los hombres. Así como hubo el misticismo religioso y el caballeresco, hay que crear misticismo industrial. Hacerle ver a un hombre que es tan bello ser jefe de un alto horno, como hermoso antes descubrir un continente. Mi político, mi alumno político en la sociedad será un hombre que pretenderá conquistar la felicidad mediante la industria. Este revolucionario sabrá hablar tan bien de un sistema de estampado de tejidos como de la desmagnetización de un acero. Por eso lo estimé a Erdosain en cuanto lo conocí. Tenía mi misma preocupación. Usted recuerda cuántas veces hablamos de la coincidencia de nuestras miras. Crear un hombre soberbio, hermoso, inexorable, que domina las multitudes y les muestra un porvenir basado en la ciencia. ¿Cómo es posible de otro modo una revolución social? El jefe de hoy ha de ser un hombre que lo sepa todo. Nosotros crearemos ese príncipe de sapiencia. La sociedad se encargará de confeccionar su leyenda y extenderla. Un Ford o un Edison tienen mil probabilidades más de provocar una revolución que un político. ¿Usted cree que las futuras dictaduras serán militares? No, señor. El militar no vale nada junto al industrial. Puede ser instrumento de él, nada más. Eso es todo. Los futuros dictadores serán reyes del petróleo, del acero, del trigo. Nosotros, con nuestra sociedad, prepararemos ese ambiente. Familiarizaremos a la gente con nuestras teorías. Por eso hace falta un estudio detenido de propaganda. Aprovechar los estudiantes y las estudiantas. Embellecer la ciencia, acercarla de tal modo a los hombres que de pronto...

El argumento prefigura la orientación industrialista que tendrían los militares argentinos hasta la década de 1960 y su (efímera) valoración popular. Disquisiciones similares se repiten a lo largo de la trilogía, culminando en la detallada descripción por Erdosain de una gran fábrica de fosgeno —gas asfixiante muy usado en la Primera Guerra Mundial— en uno de los capítulos finales de Los lanzallamas (Obras Completas, tomo I, p. 501‐511).

Las admirables destrezas de Arlt en la estructuración del mundo de la ficción, no se reflejaban en el mundo real de los artefactos, como ilustra el siguiente relato de Bompadre:

Una tarde entra exaltado a la redacción de El Mundo. Me voy a hacer millonario, pibe. ¡Largo todo esto! Encontré una fórmula fantástica. Un invento. Lo usa todo el mundo, ricos y pobres, gordos y flacos, niños, adultos y viejos, blancos, negros... se gasta enseguida... ¡La media, pibe, la media! Conseguí hacer la media eterna. Reforzada en la puntera y en el talón con una combinación de caucho. Se forma un revuelo en su alrededor, se hace sacar una foto con la patente para enviársela a «la vieja», a quien ya sueña con comprarle una casa. Luego pide un voluntario para probarla: se ofrece un joven de mensajería. A las tres horas apareció el muchachito. Pero ¿qué te pasa? —preguntó Roberto—. A ver, sacáte los zapatos. Las medias vulcanizadas se habían convertido en una masa única entre la piel, el zapato y la goma. Entre varios forcejearon y con dificultad consiguieron arrancar la media eterna de los pies del muchachito. Arlt se quedó con algunos trozos en la mano, convencido de que había que hacer algunas reformulaciones. Este nuevo fracaso —que se suma a otros inventos fallidos (algunos de ellos en coautoría con su padre), como una máquina para engordar gansos y venderlos, que en realidad no es sino un descomunal embudo; una máquina automática para hacer ladrillos y una máquina de escribir— lo devuelven a la literatura.

Fuentes

  • Arlt, Roberto; Obra completa en tres tomos; Edit. Planeta & Carlos Lohle & Biblioteca del Sur; Buenos Aires; 1991; ISBN 9507420827.
  • Bompadre, Rolando Julián; Roberto Arlt, la angustiosa búsqueda de la felicidad; revista Todo es Historia N° 417; ISSN 0040-8612; abril de 2002; pp. 47‑48.

Julio Cortázar

Fotografía de Julio Cortázar por Sara Facio.

En la obra de Julio Cortázar aparecen constantemente objetos científicos y tecnológicos, cuyo mayor y más específico muestrario se encuentra en La vuelta al día en 80 mundos. Este libro parodia la célebre obra de Julio Verne La vuelta al mundo en ochenta días, escritor que probablemente es el mejor representante literario de la filosofía positivista de Comte que tanto impactó a la clase dirigente argentina de fines del siglo XIX y comienzos del XX. El libro de Cortázar no está impregnado de esa visión optimista de un mundo inevitablemente hecho mejor por el creciente desarrollo de las actividades científicas y tecnológicas, sino más bien de cierto estupor humorístico (o satírico) por la permanente intrusión de los artefactos en la vida de la gente. Hay múltiples ilustraciones —generalmente de la época de Verne o anteriores— de todo tipo de objetos tecnológicos, pero donde la actitud de Cortazar queda probablemente mejor expresada es en el capítulo De otra máquina célibe, del que se transcriben a continuación algunos fragmentos. Se trata de un dispositivo mecánico para leer, en cualquier orden deseado, los capítulos de su célebre libro Rayuela.

Poco después volví a Francia, y dos años más tarde me llegaron los «documentos» de Paco Porrúa que había participado con Sara en la etapa experimental de la lectura mecánica de «Rayuela». No me parece inútil reproducir ante todo el membreta y encabezamiento de la trascendental comunicación:
INSTITUTO DE ALTOS
ESTUDIOS PATAFISICOS
DE BUENOS AIRES
CATEDRA DE TRABAJOS PRACTICOS ROUSSELLIANOS
Comisión de Rayuela
Subcomisión de Electrónica y de
Relaciones Patabrownianas
Seguían diversos diagramas, proyectos y diseños, y una hojita con la explicación general del funcionamiento de las Subcomisiones Electrónica y de Relaciones Patabrownianas en plena labor. Personalmente nunca entendí demasiado la máquina, porque su creador no se dignó facilitarme explicaciones complementarias, y como no he vuelto a la Argentina sigo sin comprender algunos detalles del delicado mecanismo. Incluso sucumbo a esta publicación quizá prematura e inmodesta con la esperanza de que algún lector ingeniero descifre los secretos de la RAYUEL-O-MATIC, como se denomina la máquina en uno de los diseños que, lo diré abiertamente, me parece culpable de una frívola tendencia a introducirla en el comercio...

Siguen luego varios dibujos de la máquina y sus partes, así como instrucciones para su operación y un "gráfico" final sobre la hilación de capítulos de una lectura de Rayuela, con la siguiente conclusión final:

De la lectura surge una proyección gráfica bastante parecida a un garabato, aunque quizás los técnicos puedan explicarme algún día por qué los pasos se amontonan tanto hacia los capítulos 54 y 64. El análisis estructural utilizará con provecho estas proyecciones de apariencia despatarrada; yo les deseo buena suerte.

Fuentes

  • Cortázar, Julio; La vuelta al día en 80 mundos; Siglo Veintiuno Editores; Buenos Aires; 1967; pp. 83‑88.

Ernesto Sábato

Ernesto Sábato alrededor de 1972.

Aunque pueden encontrarse manifestaciones de sus puntos de vista en todos sus escritos, es en sus ensayos donde Sábato explicita, con abundancia de detalles, su posición respecto a las tecnologías. Siguiendo la tradición anglosajona, cuando habla de ciencia engloba también a las tecnologías. En El escritor y sus fantasmas indaga con profundidad y claridad —independientemente de que se concuerde o no con sus ideas— en la relación entre modo de vida, literatura, ciencias y tecnologías. Comparte con Lewis Mumford (véase, por ejemplo, ISBN 9789871489107), a quien cita en este libro, la crítica a la uniformización de pensamiento y de comportamientos que generan las tecnologías, y reivindica a las artes como el medio más idóneo para la expresión de la integralidad de cada individuo, diferente a cualquier otro. Señala, por ejemplo (p. 77):

De este modo, si es verdad que la desocupación, la miseria, la explotación de clases o de países enteros por clases o países privilegiados son males inherentes al régimen capitalista, también es verdad que otros males de la sociedad contemporánea subsistirían aún en el caso de un simple cambio social, porque son propios del espíritu científico y del maquinismo: la mecanización de la vida entera, la taylorización general y profunda de la raza humana, dominada cada día más por un engendro que parce manejar la conciencia de los hombres desde algún tenebroso olimpo. Esta misma mentalidad cientificista, ese mismo espíritu tecnolátrico, ese mismo endiosamiento de la máquina y de la ciencia, ¿no lo vemos acaso, por igual, en los Estados Unidos de los Rockefeller y en la Rusia de los Soviets?
Se me pregunta a menudo si lo que quiero es volver a la humanidad premecanicista; demagógicamente, se me pregunta si lo que deseo es prescindir de la heladera eléctrica. No, lo que yo quiero es algo mucho más modesto: es bajarla del pedestal en que ella está entronizada, como un grotesco diosecillo laico, para ponerla al nivel del suelo, en la cocina. Donde le corresponde.

Fuentes

  • Sábato, Ernesto; El escritor y sus fantasmas; Edit. Aguilar; Ciudad de Buenos Aires; 1964 (2ª edición); SábatoE EF.

Ciencia ficción

La literatura de ciencia ficción —en inglés science fiction, donde science engloba a las ciencias y a las tecnologías— tiene varias orientaciones diferentes. Una de ellas —que en castellano podría denominarse tecnología ficción— explora los cambios sociales que genera la tecnología y su prototipo internacional son las obras de Isaac Asimov, en especial su Saga de la Fundación. Esta vertiente no parece estar representada en Argentina donde, en cambio, se ha manifestado claramente la orientada a la modificación de las leyes que gobiernan el universo, la estricta ciencia ficción. Éste es el caso de Jorge Luis Borges en casi toda su obra no poética, especialmente en sus libros Ficciones y El Aleph. La complejidad de sus elucubraciones requiere un tratamiento especial que no se dará aquí (véanse los trabajos de Abraham y de Slapak en Fuentes).

Otro representante de esta orientación del género es el escritor Carlos Gardini, de cuyo cuento Sinfonía cero, se transcribe el siguiente fragmento (Souto, p. 203‑205):

En mi opinión, la Llanura es ante todo una típica manifestación de entropía negativa en escala universal. Es decir, el universo no estaría destinado a una apocalíptica degradación final, a una muerte térmica, porque no es un sistema cerrado. El universo, al igual que los organismos vivos, es un sistema abierto que se realimenta con la información que produce y por lo tanto progresa en escalas crecientes de complejidad. (Tal vez el universo es en última instancia un organismo vivo, o está destinado a serlo.) La idea asociada con esta hipótesis, desde luego, es que el descubrimiento de la Llanura no es un realidad un "descubrimiento", la confirmación de una realidad preexistente como la gravedad o las leyes de la termodinámica, sino una creación. Se trata de un nuevo paso en la evolución de la materia, tan importante como el pasaje de lo inorgánico a lo orgánico, de la vida instintiva a la vida inteligente. La Llanura demostraría la capacidad de la inteligencia para crear paisajes mentales objetivos y habitables. Que esa creación haya sido puramente accidental sólo confirma que sobre la inteligencia ignoramos —como de costumbre— mucho más de lo que sabemos. Decir "inteligencia humana", por otra parte, es casi seguramente un error por omisión. La Llanura no puede no ser también obra de otras inteligencias. Es posible que existan varias Llanuras superpuestas, y sólo ocasionalmente establezcan contacto. Más aún, mi opinión personal es que el descubrimiento de la Llanura es en realidad producto del contacto más o menos involuntario de diversas inteligencias de distinto origen en un plano del universo del que solo ahora empezamos a tener algunas referencias. Quizás ese contacto sea un hecho tan fortuito —y tan inevitable— como el despertar de la inteligencia misma. Estas vacilaciones, estos traspiés, estas hipótesis que desembocan en hipótesis son el mejor indicio de la dificultad de comprender un fenómeno que en buena medida escapa a nuestras pautas de conocimiento. Sin embargo, para no caer en las trampas fáciles del esoterismo, quiero aclarar que eso no significa que la Llanura contradiga todo lo que sabemos, sino que añade dimensiones nuevas a lo que sabemos y por lo tanto nos obliga a verlo bajo una luz nueva, a recombinar los elementos de que disponíamos.

La Llanura es un lugar o espacio diferente adonde voluntaria o involuntariamente se trasladan personas y objetos. Cuando Gardini habla de las máquinas en Sinfonía Cero, les atribuye características humanas. Cuando habla de la ciencia, con marcada solvencia en el uso del vocabulario, especula sobre variantes a sus leyes que siempre apuntan en el sentido de la exaltación de la subjetividad.

Fuentes

  • Abraham, Carlos; Borges y la ciencia ficción; Edit. AJEC; Buenos Aires; 2010; ISBN 9788496013858.
  • Enciclopedia de la Ciencia Ficción y Fantasía Argentina.
  • Slapak, Sara (coordinadora); Borges y la ciencia; Edit. EUDEBA, Colección CEA N° 23; Buenos Aires; 1999; ISBN 9502309480.
  • Souto, Marcial (compilador); La ciencia ficción en la Argentina; Edit. EUDEBA, Colección Literatura Actual; Buenos Aires; 1985; ISBN 9502301228.

Subocupación tecnológica

El libro de Laura Meradi Alta rotación: el trabajo precario de los jóvenes comienza con la siguiente cita de El juguete rabioso de Arlt:

Algunas veces en la noche.
—Piedad, quién tendrá piedad de nosotros.
Sobre esta tierra quién tendrá piedad de nosotros. Míseros, no tenemos un Dios ante quien postrarnos y toda nuestro pobre vida llora.
¡Ante quién me postraré, a quién hablaré de mis espinos y de mis zarzas duras, de este dolor que surgió en la tarde ardiente y que aún es en mí?
Qué pequeñitos somos, y la madre tierra no nos quiso en sus brazos y henos aquí acerbos, desmantelados de impotencia.
¿Por qué no sabemos de nuestro Dios?
¡Oh! Si él viniera un atardecer y quedamente nos abarcara con sus manos las dos sienes.

Fuentes