Día de la Raza
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El Día de la Raza, que entre los años 1917 y 2011 fue un feriado nacional de celebración obligatoria en las escuelas, conmemoraba el primer avistamiento de América por la expedición de Cristóbal Colón y celebraba los aportes hispanos al nuevo continente. En el año 2010, durante la gestión de la presidente Cristina Fernández, fue rebautizado como Día del Respeto a la Diversidad Cultural, cambiando así completamente su naturaleza.
Contenido
Institución del feriado
La celebración fue instituida por el presidente (1916‑1922) Hipólito Yrigoyen por decreto del 4 de octubre de 1917, tal vez a propuesta del escritor Ricardo Rojas. La medida se fundamentaba de la siguiente manera:
- 1) El descubrimiento de América es el acontecimiento de más trascendencia que haya realizado la humanidad a través de los tiempos, pues todas las renovaciones posteriores se derivan de este asombroso suceso que, al par que amplió los límites de la tierra, abrió insospechados horizontes al espíritu.
- 2) Se debió al genio hispano —al identificarse con la visión sublime del genio de Colón— efemérides tan portentosa cuya obra no quedó circunscripta al prodigio del descubrimiento, sino que la consolidó con la conquista, empresa ésta tan ardua y ciclópea que no tiene término posible de comparación en los anales de todos los pueblos.
- 3) La España descubridora y conquistadora volcó sobre el continente enigmático y magnífico el valor de sus guerreros, el denuedo de sus exploradores, la fe de sus sacerdotes, el preceptismo de sus sabios, las labores de sus menestrales y, con la aleación de todos esos factores, obró el milagro de conquistar para la civilización la inmensa heredad en que hoy florecen las naciones a las cuales ha dado, con la levadura de su sangre y con la armonía de su lengua, una herencia inmortal que debemos de afirmar y de mantener con jubiloso reconocimiento.
Fuentes
- Palacios Videla, Ignacio; Hispanismo e indigenismo; revista Todo es Historia N° 303; Buenos Aires; octubre de 1992; p. 69.
Cuestionamientos a la celebración
La fecha corresponde al avistamiento de una de las islas Bahamas por Rodrigo de Triana, vigía de la nave La Pinta, pero Cristóbal Colón afirmó luego que él la había visto primero. La fecha ha sido siempre interpretada como un inicio, pero qué es lo que comienza varía mucho según el opinante, yendo de la civilización de los indígenas y la salvación de sus almas a la ruina de su cultura y su esclavitud. A los que afirman que los castellanos trajeron nuevos animales y plantas, otros les contestan que se llevaron el oro y la plata viejos. A que trajeron la escritura, se retruca que también la viruela. En el medio se ubican los progresistas que enfatizan que fue el comienzo de una nueva "raza", la iberoamericana o latinoamericana, innovación que merece un festejo anual.
El Día de la Raza no puede festejar el "descubrimiento" de América, a secas, porque América fue descubierta hace unos 30.000 años por sus primeros pobladores, que vinieron a través de Alaska o tal vez desde la Polinesia.[1] Tampoco corresponde al descubrimiento de América por los europeos, porque los vikingos dirigidos por Leif Eriksson (hijo de Erik "el rojo") llegaron a Canadá en el siglo XI.[2] En todo caso, es el día en que comenzó la conquista europea de América, cosa muy diferente.
El concepto de raza, de infame memoria por el genocidio nazi, es hoy rechazado por los científicos. Los estudios genéticos muestran que todos los seres humanos descendemos de un antepasado común africano. Las migraciones hacia los restantes continentes de pequeños grupos, que luego se multiplicaron, hicieron predominar ciertos rasgos físicos, por azar o por mejor adaptación al ambiente. La piel negra, por ejemplo, abundante en melanina, intercepta los rayos ultravioletas que en las regiones de alta insolación dañan la dermis y producen cáncer de piel. Las diferencias genéticas entre grupos humanos diferentes no son mayores que las que hay dentro de un mismo grupo, aunque una ínfima porción de ellas, como el color de la piel, cabello y ojos, resulten muy notorias. Los antropólogos usan en cambio el concepto de etnia, grupo humano que comparte una misma cultura, en particular un lenguaje.
A diferencia de los conquistadores bereberes de la península ibérica que permitieron a los cristianos practicar libremente su religión, los conquistadores castellanos impusieron la suya. También impusieron sus leyes, en particular una apropiación privada de la tierra y sus productos, que los indígenas no podían comprender. En este marco no vale la pena discutir la verdad o falsedad de la "leyenda negra" que los reinos europeos competidores de España se ocuparon de difundir ya que, aunque hubiera sido con la mejor de las intenciones, la conquista y colonización europea destruyeron la base de sustentación de las culturas indígenas, sumiéndolas en la indigencia. La cultura europea que introdujeron está más preocupada por la máxima generación de bienes supernumerarios que por la satisfacción de las necesidades esenciales de todos sus integrantes.
En la época de la colonización uno de los requisitos para venir a América era la "limpieza de sangre", no ser descendiente de judíos ni de moros (a pesar de que los monarcas ibéricos tenían antepasados árabes). Posteriormente, prejuicio que perduraría hasta mediados del siglo XIX, el requisito de "limpieza de sangre" frecuentemente agregaría en la práctica la prohibición de tener sangre indígena. El "crisol de razas" que tanto se menciona, el gran mestizaje inicial entre españoles e indígenas (que no se produjo en las colonias británicas), no fue el fruto de la voluntad de integración sino de los instintos biológicos y de la escasez inicial de mujeres blancas. Aunque las leyes de Indias no lo prohibían, los españoles rara vez se casaban con mujeres indígenas, salvo que se tratara de princesas, siendo el concubinato la práctica generalizada. La "raza" iberoamericana —la hibridación de nativos americanos con europeos— no fue el fruto de la tolerancia sino de la lujuria. Sin embargo, —aunque se dieron genocidios de instigación privada, como el de los onas patagonicos— no hubo una política estatal de segregación étnica como el de las reservas indígenas estadounidenses.
Por varios siglos España se benefició de las riquezas que obtenía de sus colonias americanas, tan grandes que generaron una nueva y muy remunerativa actividad, la piratería que vivía de las migajas que arrebataban de éstas. Algunos autores han llegado a afirmar que el capitalismo actual no hubiera sido posible sin el aporte de los metales preciosos americanos. España pagó, sin embargo, un alto precio por este "regalo del cielo". Como era más fácil vivir de la intermediación comercial con América que producir allí o en España los bienes de consumo y suntuarios, cuando se acabaron el oro y la plata los españoles se habían quedado sin industrias.
Como claramente establecen los considerandos del decreto que instituyó el Día de la Raza, la celebración no se instituyó para ensalzar una inexistente "raza" iberoamericana sino en celebración de España y su "descubrimiento" y conquista de América. El festejo constituye así un triple anacronismo: porque el concepto de raza ha sido desterrado de los diccionarios científicos, porque no hubo tal descubrimiento y porque ensalza una cultura por encima de muchas otras que pueden ser mejores o peores que la europea, según el ángulo desde el cual se elija mirar.
Fuentes
- Solivérez, Carlos E.; El día de ¿qué "raza"?; diario Río Negro, suplemento Debates; Gral. Roca (Río Negro); 12 de octubre de 2008; p. 5.
Cambio de denominación y sentido de la celebración
El feriado podría haber sido derogado, lo que hubiera sido mal visto por la mayoría de la población que valora mucho las oportunidades de esparcimiento, al igual que por los empresarios turísticos. En 2007 el INADI propuso cambiar su sentido y su denominación a Día de la Diversidad Cultural Americana[3]. El 13 de septiembre de 2010 la presidente Cristina Fernández hizo efectiva la propuesta enviando al Congreso un proyecto de ley sobre feriados en el que se reemplaza la denominación Día de la Raza por Día del Respeto a la Diversidad Cultural[4]. El cambio de denominación y sentido fue finalmente hecho por Decreto PEN Nº 1584/2010 de fecha 2 de noviembre.
Aspectos sociales de la polémica
Los significados totalmente diferentes que se atribuían a la celebración del Día de la Raza son un claro ejemplo de la construcción social de los saberes. La socióloga canadiense Augustine Brannigan, estudiosa del tema en lo referente a los saberes científicos, señala al respecto (traducción libre de Carlos E. Solivérez):
- Nos inclinamos a acreditar a Colón el descubrimiento de América porque pertenecemos a la civilización resultante de la emergencia del Nuevo Mundo. En otras palabras, nos sentimos ligados al descubrimiento de Colón debido a sus resultados y al reconocimiento que se le dio, cosa que no sucede con las sagas del descubrimiento de América por los irlandeses y los vikingos. Ésto es mero sentido común, porque pertenecemos a la tradición iniciada por sus logros, no a la trunca de los escandinavos. El hecho de que este hemisferio se haya convertido en el Nuevo Mundo es consecuencia de la valoración que de su existencia hizo la Europa mercantil. Se puede, así, argüir que fue como consecuencia de los viajes de Colón a las Indias Occidentales que América se convirtió en realidad, en una tierra real, explorable, explotable y colonizable. Es, además, sólo en sentido retrospectivo que los primeros viajes europeos fueron viajes a América. El descubrimiento de América no es un hecho atemporal sino una interpretación retrospectiva del pasado a la luz de las vías de acción que inauguró. (Brannigan, p. 124.)
Estas consideraciones de Brannigan sólo se aplican, claro está, a los adherentes a la tradición cultural europea, caso de los poderosos de Argentina y de otros países latinoamericanos. No son aplicables a las culturas heredadas por la gran mayoría de los descendientes de los pueblos originarios.
Fuentes
- Brannigan, Augustine; The social basis of scientific discoveries; Cambridge University Press; Cambridge (Inglaterra); 1981; ISBN 9780521281638 (Brannigan SBSD); pp. 120‑142.