Echar la culpa

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El dicho echar la culpa alude a la costumbre de los argentinos de desligarse de las responsabilidades que les corresponden, endilgándoselas a alguien o a algo. Esta costumbre tiene consecuencias éticas y tecnológicas.


La culpa la tiene la vaca

El dicho se origina en una anécdota relatada por Lawrence E. Harrison sobre un problema de desarrollo tecnológico en Colombia, en el contexto de un estudio sobre la influencia de la cultura en el desarrollo tecnológico.

El gobierno colombiano, conjuntamente con los mayores fabricantes de artículos de cuero de ese país, contrataron un grupo de expertos estadounidenses para descubrir las razones por las cuales sus productos no se vendían bien en los EEUU. El objetivo del estudio era identificar las causas del fracaso y recomendar las medidas necesarias para eliminarlas. Si se lograba éxito, se abriría un importante nuevo mercado de exportación con los consiguientes beneficios para los productores y la economía colombiana en general.

  1. Los expertos comenzaron su trabajo entrevistando a los principales importadores y a un par de miles de comerciantes minoristas de artículos de cuero en EEUU. Después de un cuidadoso procesamiento de la información recolectada, las conclusiones principales fueron que, comparados con los de otros países (en especial Argentina), los productos de cuero colombianos eran comparativamente caros y de baja calidad.
  2. Para encontrar las causas del problema los expertos hicieron un trabajo de campo en Colombia, comenzando con los industriales que confeccionaban los productos. Éstos les informaron que la culpa de los altos precios y la pobre calidad no era de ellos sino de las curtiembres nacionales que les proveían la materia prima. Los cueros argentinos, de mejor calidad, eran demasiado caros debido al arancel aduanero que les aplicaba el gobierno colombiano para proteger a los productores locales.
  3. Los expertos se dirigieron entonces a las curtiembres, donde sus dueños les explicaron que la culpa no era de ellos sino de los mataderos. Como obtenían una ganancia muchísimo mayor por la carne que por el cuero, aducían, despellejaban a los animales de manera poco cuidadosa y dañaban los cueros.
  4. La siguiente etapa fue investigar lo que sucedía en los mataderos de las zonas rurales. A las indagaciones de los expertos los responsables de las operaciones contestaron: No es culpa nuestra, los ganaderos arruinan el cuero de los animales llenándolo de marcas para que no se los roben. La explicación no parecía razonable, así que los expertos, muy lejos ya de los centros urbanos colombianos, recorrieron los confines del país entrevistando a una cantidad de pequeños ganaderos.
  5. Los ganaderos explicaron finalmente a los expertos que el problema eran los abundantes tábanos de las regiones donde se criaban los animales. Éstos, para librarse de sus torturadores, se restregaban contra los alambres de púa que cercaban sus campos de pastoreo. Los abundantes rasguños así producidos generaban las marcas observadas en los cueros. La conclusión de los ganaderos era que la culpa la tenían las vacas, tan estúpidas que se lastimaban voluntariamente en los alambres de púas.

Si los expertos hubieran tomado al pie de la letra los argumentos expuestos, la mejor manera de abrir los mercados estadounidenses a los productos de cuero colombianos hubiera sido mandar las vacas colombianas a la escuela. Es imposible resolver ningún problema si se atribuye su origen exclusivamente a causas ajenas que se suponen fuera de nuestro control.

Ésto no intenta denigrar la vaca, animal muy importante en muchas culturas y ensalzada en nuestro país por María Elena Walsh. En la India son animales sagrados que pastan libremente sin ser molestados. En Europa cada vaca recibe un subsidio de U$S 5 por día (para ser luego comida), más del doble de lo de los ingresos del 40% de los habitantes del planeta[1].

La culpa la tiene el mosquito

En abril de 2009, en pleno crecimiento de la epidemia, la entonces Ministra de Salud de la provincia del Chaco, esposa del gobernador Jorge Capitanich, intentó excusar su ineficacia en la contención del dengue alegando que era transmitido por un mosquito que originalmente vino de otro país. Ambas son verdades científicas, pero la función de un ministro de salud no es científica sino tecnológica: usar el conocimiento del lugar de origen y del medio de contagio para reducir al mínimo la propagación de la enfermedad. Desconocer la diferencia mata gente.[2]

Más ejemplos

Hay muchísimas maneras de desligarse de las responsabilidades endilgándoles la culpa a alguien o a algo. Los lectores pueden añadir aquí casos ilustrativos, con las correspondientes referencias.

Fuentes

  • Harrison, Lawrence E. & Huntington, Samuel P. (compiladores); Culture matters: how values shape human progress; Edit. Basic Books; Nueva York (EEUU); 2001; pp. . Hay versión castellana: La cultura es lo que importa: cómo los valores dan forma al progreso humano; Edit. Planeta; Buenos Aires; 2001.