Durante muchos años en las escuelas argentinas se leía el Martín Fierro, se hacían obras de títeres sobre él, se memorizaban algunas de sus estrofas, se vestía a los niños de gauchos y se representaban sus escenas. Se celebraba la sabiduría de su consejos, aunque se ignoraban estrofas denigrantes de los aborígenes como las siguientes (''La vuelta de Martín Fierro'', 4):