Los '''saberes de identificación''' permiten reconocer un objeto o proceso particular o a una clase de ellos, sean reales o mentales. Aunque una de las funciones de la educación formal es hacer comunicables los saberes de identificación mediante la denominación convencional de los objetos, los rasgos o características que permiten la identificación frecuentemente no son conscientes y los objetos o procesos identificados no siempre tienen un nombre. La capacidad de discriminación entre objetos parecidos es un fenómeno cultural; la visión permite diferenciar entre millones de colores —aunque sólo de manera comparativa— pero sólo hay nombres para unas pocas decenas de ellos y algo similar sucede con los restantes sentidos. Para la mayoría de las personas hay un solo tipo de nieve, mientras que los esquiadores diferencian por lo menos cinco (cartón, honda, polvo, primavera, sopa) y los esquimales veinticinco clases diferentes. Todos los sustantivos y verbos corresponden a saberes de identificación, cuyo equivalente corporal es señalar algo con el dedo. Una de las mayores y más comunes estafas de la educación formal es hacer creer que el mero uso de una palabra (el dominio de la terminología) implica la capacidad de reconocimiento o discriminación del objeto que denomina. Mentar el [[constructivismo|pensamiento formal de Piaget]] no implica poder reconocer su presencia o ausencia en un estudiante. Cualquier rótulo carece de significado si no se sabe identificar el objeto o clase de objetos al que corresponde, y el mero conocimiento de rótulos es característico del vicio escolar del enciclopedismo, también presente en muchos libros y publicaciones seudocientíficos.