Historia de la industria argentina

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Historia de la industria argentina

Industria durante el menemismo

En 1975 la industria brindaba el 35% de los puestos de trabajo, en 2001 se redujo al 16%, menos de la mitad. En 1976 comenzó la apertura a los productos manufacturados extranjeros con gradual disminución de la protección arancelaria, salvo para la industria automotriz, protección que fue prácticamente anulada de modo indiscriminado por la gestión Menem en la década de 1990, produciéndose un aluvión de productos importados, demasiados de ellos de calidad "Todo por $2". Un importante industrial argentino de la época, Eduardo Bakchelián, —cuyas fábricas de calzado deportivo distribuidas por todo el país daban tasas de ganancias del 5 al 10% y trabajo a unas 30.000 personas— señaló que con tales políticas menos de 100 personas dedicadas a importar productos fabricados en países con mano de obra mal paga podían obtener con poco esfuerzo ganancias del 30 al 40% mientras quedaba sin fuente de ingresos una población igual a la de 15 Islas Malvinas. No hubo desindustrialización salvo al final del período (alrededor del 10%), ya que la producción industrial siguió creciendo en términos reales hasta 1998. Lo que sucedió fue un masivo y acelerado proceso de desnacionalización y redistribución de actividades. Desapareció la mayoría de las pequeñas empresas de menor productividad (mayor ocupación de mano de obra) y aumentó el número y tamaño de los grandes concentrados industriales de mayor productividad (menor ocupación de mano de obra), fenómeno que en el comercio de alimentos se expresó en la proliferación de supermercados. Las empresas oligopólicas, cuyas prácticas no fueron casi controladas por el gobierno, duplicaron su participación en el producto bruto industrial.

En 1998 el 47% de las 322 mayores empresas argentinas estaban controladas por capitales extranjeros. Estas empresas “extranjeras” generaban el 61% de la producción industrial, el 66% de las exportaciones, el 73% de las importaciones y recaudaban el 70% de las ganancias. Aportaban el 48% de la ocupación de mano de obra y sólo el 17% del saldo positivo de la balanza comercial, siendo este último dato indicativo de la intensa remisión al exterior de ganancias (que cuentan como importaciones).

Disminuyó mucho la variedad de las manufacturas argentinas, fenómeno constatado por la inexistencia de versiones nacionales de bolígrafos, pilas, pavas enlozadas, calzado deportivo, televisores y quién sabe cuantos productos más. La producción se volcó a productos exportables de escaso nivel de elaboración y bajo valor agregado. La industria alimentaria conservó su tradicional rol central (alrededor de 1/4 de la producción industrial), seguida por la industria química donde el oligopolio de fabricación de medicamentos —de muy baja demanda de mano de obra— disminuyó la cantidad de productos pero aumentó su recaudación (menos medicamentos y más caros); la industria argentina electrónica y de electrodomésticos se redujo a menos de la mitad. La industria textil y la metalmecánica liviana, grandes demandantes de mano de obra, fueron las que más se redujeron. Más del 50% de la producción industrial estuvo concentrada en rubros donde unas pocas grandes empresas generaron la mayor parte del producto (en 2001 el 2% de las industrias generaba el 60% del valor de producción) y las más altas tasas de ganancias, como la extracción de petróleo, la siderurgia, la petroquímica, el cemento y los alimentos elaborados de consumo masivo.

Durante un tiempo la industria automotriz tuvo un alto nivel de protección arancelaria, con recargos aduaneros de hasta el 75%. Cuando se abrió la importación de automotores, las empresas automotrices devinieron en ensambladoras de partes importadas, desapareciendo su importante efecto multiplicador sobre un amplio rango de otras actividades industriales. Hasta el Plan Canje de automotores obsoletos, supuestamente concebido para reactivar la producción automotriz nacional, se cubrió en importante proporción con automóviles brasileños. En síntesis, exportábamos los alimentos que les faltaban a los más pobres, e importábamos productos, como los electrónicos de última generación, para los más ricos, algunos de ellos exentos de derechos aduaneros, como el whisky y las joyas.

Fuentes

Industria durante el kirchnerismo

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