Manuel Nicolás Aristóbulo Savio

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Manuel Savio.

Manuel Nicolás Aristóbulo Savio, más conocido como Manuel Savio, nació en la ciudad de Buenos Aires el 15 de marzo de 1892 y murió en la misma ciudad el 31 de julio de 1948. Mílitar e ingeniero argentino, su país le debe el comienzo del desarrollo de la industria siderúrgica —desde la explotación del primer yacimiento de hierro del país, Altos Hornos Zapla, hasta la concepción de la primera acerería, SOMISA— así como la puesta en marcha de muchas otras industrias desde la Dirección General de Fabricaciones Militares que concibió.


Biografía

Sus padres fueron el inmigrante genovés Manuel Savio y la argentina de padres italianos María Gazzani. Se graduó de bachiller en el Colegio Nacional de Buenos Aires, en 1908. Ingresó al Colegio Militar de la Nación el 3 de marzo de 1909, del que egresó como subteniente en 1910. En 1920, ya con el grado de capitán, se hizo cargo del Curso Superior Especial del Colegio Militar, donde dictó varias asignaturas científicas y técnicas. Comenzó allí su relación con el entonces director, Agustín Pedro Justo, y su experiencia en la formación técnica de los oficiales. La buena valoración que Justo tenía de él hizo que lo designara integrante de la Comisión de Adquisiciones en el Extranjero constituida para el cumplimiento de la Ley Nacional N° 11266 de armamentos. En ese carácter residió con su familia en Bruselas (Bélgica) entre 1924 y 1926, haciendo frecuentes viajes a Francia y Alemania. Como hablaba fluidamente el francés —tradujo obras de ingeniería militar de Dumez al castellano— recibió la mayor influencia del ejército francés, a diferencia de la mayoría de los altos oficiales de la época, más influenciados por el ejército prusiano. Esta orientación se puso de manifiesto en el nombre que dio, siguiendo la tradición de las grandes écoles francesas, a la institución que promovió para la formación superior de los oficiales. Savio obtuvo el grado de general de división dos años antes de morir de un paro cardíaco, en su casa de Buenos Aires, el 31 de julio de 1948.

Escuela Superior Técnica

Su experiencia en el Curso Superior Especial lo convenció de que éste era insuficiente para lograr una buena formación técnica de los oficiales. Propuso por ello a sus superiores la creación de una escuela especial de formación de ingenieros militares de todas las armas, como las que había conocido en Europa. Su propuesta, hecha a fines de la década de 1920, no tuvo inicialmente apoyo de los altos mandos militares. En 1929 se hizo cargo de las cátedras de Servicio de Ingenieros y de Organización Industrial Militar, tema este último al que dedicaría en lo sucesivo casi todos sus esfuerzos. Ascendido a teniente coronel a fines de ese año, se planteó el objetivo de fundar una Escuela Superior Técnica.

Cuando el 6 de septiembre de 1930 el general José Félix Uriburu se presentó en el Colegio Militar solicitando a los cadetes su apoyo para derrocar al gobierno de Hipólito Yrigoyen, se encontró allí con Savio. Según Larra (p. 29) Savio no habría participado previamente en la conjura y accedió a desgano a integrarse al movimiento como jefe de las secciones de Infantería y Órdenes del Estado Mayor del Comando en Jefe Revolucionario. Según Rogelio García Lupo, una de sus primeras tareas en esta función fue el arresto del legalista general Enrique Mosconi en el Arsenal de Guerra. Fue un paradójico encuentro entre dos militares con profundas coincidencias respecto al desarrollo industrial del país, pero con muy diferentes convicciones políticas. La destacada actividad directiva de Mosconi en el ámbito oficial terminó entonces, cuando la de Savio recién comenzaba.

Cuando Uriburu lo mandó a llamar para recompensarlo por su participación en el golpe militar, Savio le solicitó sólo la creación de la Escuela Superior Técnica. El 6 de noviembre Justo la creó por Decreto PEN N° 751/1930, designando como su primer director a Savio. En los considerandos del decreto, redactados por el propio Savio, se expresa que la formación técnica de los oficiales debe permitir que

el país pueda, progresiva y racionalmente, resolver sus propios problemas relativos a la defensa nacional, con independencia del extranjero en todo lo que sea posible.

Como director Savio organizó la escuela en todos los aspectos, desde la designación de sus profesores —que incluyeron a profesionales destacados en sus especialidades, como el físico Teófilo Isnardi— hasta la creación de su insignia. Se desempeñó como su director hasta la graduación de los primeros ingenieros militares en el año 1934.

Este industrialismo militar era compartido por la mayoría de los altos oficiales de la época, aunque no siempre concordaron en los medios y en las prioridades para alcanzarlo. Era un industrialismo nacionalista en el sentido que tendía a afianzar la autonomía del país en el concierto internacional de naciones, en tiempos internacionales turbulentos. No incluía, sin embargo, consideraciones sobre la importancia de la creación de puestos de trabajo que habían motivado especialmente a proteccionistas como Ferré, Alsina y Pellegrini. En este sentido es muy ilustrativa la expresión movilización industrial que repetidamente usaba Savio respecto a esas políticas. En la concepción del industrialismo militar los ciudadanos eran soldados al servicio de una causa superior a ellos mismo, la de la patria amenazada desde afuera. La concepción cambiaría radicalmente en la década de 1960 cuando los militares argentinos, bien adoctrinados por la Escuela de las Américas, reemplazarían en su hipótesis de conflicto al enemigo externo por el interno: los activistas de los derechos populares.

Fuentes

Fabricaciones Militares

El presidente Agustín Pedro Justo, por decreto del 24 de diciembre de 1936, creó la Dirección de Fábricas Militares, cuya conducción encomendó al recién ascendido coronel Manuel Savio. La dirección englobaba las instalaciones ya operativas de Puerto Borghi, de Material y Comunicaciones (en vías de organización), la Fábrica de Aceros que se inauguró pocos meses después y la licitación de las fábricas de pólvora y explosivos de Villa María y de la de Munición de Artillería de Río III (las 2 últimas propuestas por Justo cuando era Ministro de Guerra de Alvear). Al estudiar la viabilidad de la transformación de la industria privada en industria de guerra en caso de conflicto armado, Savio llegó a la conclusión de que aquella no podía en general adoptar procesos racionales que aseguren resultados normales y la debida precisión requerida por la intercambiabilidad de piezas. A este desalentador panorama se sumaba el hecho de que no había suficientes ingenieros ni instalaciones mecánicas capaces de ser adaptadas con buen rendimiento a otros usos que los de la paz (Larra, p. 44). La ineludible conclusión era que había crear esas instalaciones y generalizar suficientemente las buenas prácticas de fabricación, través de un organismo que Savio propuso denominar Dirección General de Fabricaciones Militares (DGFM).

En mayo de 1938 Savio elaboró el primer proyecto de creación de la DGFM, que abarcaría todas las fábricas militares pero podría también dirigir las fábricas privadas necesarias para llevar a cabo una guerra. El organismo sería centralizador de actividades pero autárquico, para evitar la pesada carga y grandes demoras de los trámites habituales de la Administración Nacional. Esto violaba valores básicos del régimen militar, como señala el Dr. Manuel Bonastre, Auditor del Ejército:

Considero que un organismo autárquico dentro del Ejército es incompatible con su régimen jerárquico. El Presidente de la Nación, como comandante en jefe, Art. 66 Inc. 15 de la Constitución Nacional, tiene mando total y absoluto, y es característica esencial dentro de la institución la subordinación que se traduce en la obediencia del subalterno al superior, por lo que no se conciben en ella entidades autónomas que escapen, aunque sea en parte, a su acción de mando que, por su naturaleza, debe ser y es constante y además indeclinable.

Por esta razón la propuesta de autarquía fue eliminada del primer proyecto de ley enviado al Poder Ejecutivo Nacional. El entonces presidente Roberto M. Ortiz comprendió la importancia de la autarquía, entonces vigente para Yacimientos Petrolíferos Fiscales, y la reintrodujo en el proyecto. La propuesta tuvo un largo trámite, pasó 5 veces de una cámara del Congreso a otra, hasta que fue finalmente sancionada en sesión secreta (contra los deseos de Savio) como Ley Nacional N° 12709, el 9 de octubre de 1941, durante la presidencia de Ramón Castillo. Las principales atribuciones y obligaciones que la ley establece para la DGFM son:

  • Fabricar materiales de guerra, mediante las fábricas y talleres militares y las instalaciones concurrentes a su funcionamiento o por convenios con las privadas nacionales, así como productos de uso civil cuando éstas no los produjeran en cantidad suficiente.
  • Relevar, estudiar y fomentar las actividades industriales requeridas para la movilización industrial.
  • Explorar y explotar cobre, hierro, manganeso, wolframio, aluminio, berilio y demás materias primas necesarias para la fabricación de materiales de guerra. Se prohiben además las exportaciones de hierro, acero, cobre, aluminio, antimonio, cinc, cromo, níquel, bronce y latón en cualquier forma, incluyendo residuos y chatarra, que no sea la de productos manufacturados en el país.
  • En igualdad de condiciones, calidad y precio final se da preferencia a los materiales nacionales sobre los extranjeros.
  • Los directores, nombrados con acuerdo del Senado, deben ser argentinos nativos y no pueden acumular sueldos si desempeñan otros cargos.
  • No pueden funcionar en el país fábricas de materiales de guerra sin previa aprobación del organismo.
  • Se eximen a todas las instalaciones y materias primas usadas por el organismo de todo impuesto con la única excepción de las tasas de servicios municipales.

Aunque el proyecto inicial abarcaba a todos los organismos militares, por razones que se desconocen el artículo 33 de ley excluyó explícitamente a la Marina, que dependía del ministerio de ese nombre, no del de Guerra:

Art. 33: Las disposiciones de la presente ley no serán de aplicación ni afectarán el régimen funcional de los establecimientos que para la construcción, fabricación y reparación de materiales de guerra, sean de pertenencia del Ministerio de Marina, como así tampoco a los materiales que la Armada adquiera, introduzca y fabrique, bien sea con destino a sus talleres, astilleros, fábricas, arsenales, etcétera, como aquellos que fuesen necesarios a la industria privada para el cumplimiento de los contratos que celebre con la marina de guerra.

Savio señala al respecto:

La unidad de mando en las fabricaciones redundaría en beneficio del mayor aprovechamiento de los recursos de cada una y en la eliminación de gastos que no son necesarios en caso de una dirección común para todas. El concepto de unidad en la acción es importante, pero no lo es tanto como el de unidad en la evolución de cada una y de todas dentro del conjunto, armonizándolas dentro de la vida industrial del país. Con sinceridad, entiendo que es un error creer que la preparación industrial del país se puede realizar por secciones o sectores especializados y, menos aún, por fábricas aisladas. Hay que rever esa apreciación con la idea de que no se prepara para la guerra tal o cual fábrica, sino que se preparan fabricaciones en tales o cuales fábricas. Es también por lo expuesto que creo, sin ánimo de crítica, que no reporta ninguna ventaja la inclusión del artículo 33 en el texto de la ley, por el cual se eximen de su régimen las actividades de esa índole de la Marina de Guerra, dado que la preparación para la guerra, tanto en los aspectos industriales como en los de cualquier orden capital, debe encararse con unidad de acción y comando.

La Fábrica Militar de Aviones creada por la Ley Nacional N° 11266 de 1927 (Ley Justo) quedó bajo la jurisdicción de la DGFM, pero fue sustraída de ella cuando la Fuerza Aérea se independizó del Ejército al crearse la Secretaría de Aeronáutica en 1945. Posteriormente se logró una integración parcial con las actividades industriales de la Marina cuando la DGFM obtuvo una participación del 4% en las acciones de los Astilleros y Fábricas Navales del Estado (AFNE).

Como primer director de la DGFM Savio impulsó la industria química pesada, creando las plantas químicas de Río Tercero, José de la Quintana y Tucumán. Formuló también el plan de producción de caucho natural y sintético y un proyecto de ley para proteger la industrialización de las materias primas básicas. Estableció un permanente intercambio científico y tecnológico con las empresas mecánicas privadas. Impulsó la minería bajo la regla de que la demanda interna debía ser satisfecha con recursos mineros nacionales, caso de la Mina Capillitas (Provincia de Catamarca).

Su más importante logro fue el gran impulso a la industria siderúrgica argentina. Para ello creó Altos Hornos Zapla, ubicada en la actual localidad de Palpalá (Provincia de Jujuy) para aprovechar el mineral de hierro (predominantemente hematita) del cerro contiguo. El 11 de octubre de 1945, durante la presidencia de Edelmiro Farrell y sin ninguna repercusión en la prensa nacional, se hizo la primera colada de arrabio. Savio formuló también el Plan Siderúrgico Argentino que fue aprobado por Ley Nacional N° 12987 de 1947 durante la primera presidencia de Juan Domingo Perón), más conocido como Plan Savio. Por esa ley se creó la Sociedad Mixta Siderurgia Argentina (SOMISA), de la que Savio fue el primer presidente.

Luego de su muerte muchos de sus proyectos se estancaron. El Plan Savio (Siderúrgico) fue puesto en marcha recién en 1958 (durante la presidencia de Arturo Frondizi), con la instalación de la planta de Punta Argerich, que luego se bautizaría Planta Siderúrgica General de División Manuel N. Savio.

Escritos

  • Movilización industrial; 1933.
  • Política argentina del acero; 1942.
  • Política de la producción metalúrgica argentina; 1944.
  • Conceptos que fundamentaron el proyecto de la ley de Fabricaciones Militares; 1944.

Fuentes

Véase también