El '''neoliberalismo''' no es una teoría económica, sino una política económica cuyas pautas fueron explicitadas por el denominado ''Consenso de Washington''. En este artículo se da una introducción al concepto y se señalan los rasgos principales de las políticas neoliberales aplicadas en Argentina por el presidente Carlos Saúl Menem.
En consecuencia, y como es también usual con las diferentes acepciones del término ''liberal'', no se puede hablar de una definición universalmente aceptada, uniforme en el espacio y constante en el tiempo, sino sólo de usos del término ''neoliberalismo'' en diferentes circunstancias.
==Consenso de Washington==Se denomina Consenso de Washington a un conjunto de medidas y políticas económicas que fueron impulsadas o impuestas a los países del Tercer Mundo por los países centrales (en particular EEUU) a través de organismos financieros internacionales como el [[Fondo Monetario Internacional]] (FMI) y el [[Banco Mundial]] (BM). El neoliberalismo término fue acuñado en 1989 por el economista estadounidense [http://en.wikipedia.org/wiki/John_Williamson_(economist) John Williamson] en la ponencia ''What Washington Means by Policy Reform'' (Qué es la Reforma de Políticas para Washington) presentada en un congreso del Institute for International Economics, al que pertenece. Según el propio Williamson, las 10 políticas y medidas listadas fueron las que en ese momento eran mayoritariamente aceptadas por las instituciones económicas con sede en Washington —la Reserva Federal de EEUU, el FMI, el BM y algunos ''think tanks'' económicos— como indispensables para ordenar las economías latinoamericanas, aunque no necesariamente concordantes con sus propias ideas. Reexpresadas en términos más familiares a los argentinos, las medidas/políticas impulsadas son las siguientes:[http://info.worldbank.org/etools/bspan/PresentationView.asp?PID=1003&EID=328] # Limitación del déficit fiscal para que evitar su financiación con "impuesto" inflacionario.# Reorientación de las prioridades del gasto público de las áreas clientelistas hacia las de crecimiento económico e infraestructura. # Aumento de impuestos de recaudación segura como el IVA, eliminando excepciones como alimentos y medicinas. # Liberación de las tasas de interés para que sean fijadas por el mercado.# Unificación de la tasa de cambio, eliminando distorsiones como las retenciones.# Eliminación progresiva de trabas a las importaciones, reduciendo los aranceles a valores comunes mínimos.# Favorecimiento de las inversiones extranjeras directas eliminando limitaciones al giro de ganancias y de la repatriación de capitales.# Privatización de las empresas estatales de producción de bienes y servicios.# Desregulación de las actividades de todo tipo para favorecer la libre competencia.# Garantía de los derechos de propiedad privada. El listado fue posteriormente modificado pero sin afectar su resultado principal: el aumento de ganancias de grandes empresas de países centrales a costa de problemas sociales y ambientales en los países periféricos donde operaban. Uno de los países que más acabadamente aplicó las propuestas fue Argentina bajo la presidencia de Carlos Saúl Menem con el catastrófico resultado de la crisis de diciembre de 2001. Algunos economistas señalan que Chile también lo hizo bajo la dictadura de Pinochet, pero que los resultados fueron allí totalmente diferentes. Sin embargo, los países periféricos que más crecieron desde entonces hasta hoy son China e India, que aplicaron en muchos aspectos políticas radicalmente opuestas a las del Consenso de Washington. Dos de los mayores críticos del Consenso de Washington son el economista Joseph Stiglitz y la escritora Naomi Klein. Stiglitz, Premio "Nobel" de Economía en 2001, y economista principal y vicepresidente del Banco Mundial (1997-2000), señala los errores cometidos por los organismos internacionales en su libro ''El malestar en la globalización'' y trabajos posteriores[http://multinationalmonitor.org/mm2000/00april/interview.html], pero los atribuye a errores de juicio, no a malas intenciones. Klein, en ''La doctrina del shock'', multiplica ejemplos para abonar su tesis de una deliberada conspiración para saquear los recursos más valiosos de los países afectados. ==Neoliberalismo en Argentina==En el período 1975-2001 se revirtieron totalmente las políticas del Estado de Bienestar de pleno empleo, alta participación del salario en el [[Producto Bruto Interno]] (PBI) y servicios sociales subsidiados, así como las de industrialización autosuficiente y protegida (que había llegado ya al límite de sus posibilidades). El proceso empezó en 1975 con el [[Rodrigazo ]] que anticipó las medidas de José Alfredo Martínez de Hoz, Ministro de Economía (1976-1980) del Proceso de Reorganización Nacional (1976-1983), medidas aplicadas con un rigor sólo viable por la implantación del [[terrorismo de estado]].
Los sucesos del período reflejaron cabalmente los del resto del planeta. La formación de la Organización de Países Productores de Petroleo (OPEP) y el subsecuente encarecimiento del petróleo en 1973 generó abundantes petrodólares y la gran expansión de actividades financieras al Tercer Mundo por la deslumbrante oferta de créditos (sólo inicialmente) a muy bajas tasas de interés. El aplaudido desmantelamiento impune del Estado de Bienestar hechos por la Primer Ministro Margaret Thatcher (Reino Unido) y el Presidente Ronald Reagan (EEUU) y luego formalizadas en el Consenso de Washington (1989), promovió por "efecto demostración" el auge internacional de las políticas neoliberales. La reunificación de Alemania (1990) y el colapso de la Unión Soviética (1991) estimularon un triunfalismo capitalista uno de cuyos voceros intelectuales fue Francis Fukuyama con su declamado Fin de la Historia. El aceleramiento de los desarrollos tecnológicos productivos y su integración en procesos cada vez más eficientes, complejos y piramidales (tecnologías basadas en otras tecnologías, a su vez basadas en otras tecnologías, y así sucesivamente) crearon gran demanda de capitales cada vez mayores y más concentrados por necesidades organizativas. Los formadores de opinión construyeron el conveniente mito de la imposibilidad de desarrollo tecnológico sin aporte de capitales extranjeros. Entre 2001 y 2002 salieron legalmente de Argentina unos 26.000 millones de dólares. Si el gran ingreso de capitales del período —ensalzado en su momento como un gran éxito— hubiera estado mayoritariamente aplicado a la actualización industrial, no habría sido posible su masivo éxodo del 2001 con su nefasto saldo social: las construcciones no se fugan y las máquinas sólo lo hacen si sus tecnologías son competitivas.
Hubo un masivo y acelerado proceso de redistribución de actividades. Desapareció una enorme cantidad de pequeñas empresas de alta ocupación de mano de obra y aumentó el tamaño de los grandes concentrados industriales de menor ocupación de mano de obra, fenómeno que en el expendio de alimentos se expresó por la proliferación de supermercados. Las empresas oligopólicas, cuyas prácticas no fueron casi controladas por los gobiernos, duplicaron su participación en el producto bruto industrial. Disminuyó grandemente la variedad de las manufacturas argentinas y la producción se volcó a productos exportables de escaso nivel de elaboración y bajo valor agregado. La industria textil y la metal-mecánica liviana, grandes demandantes de mano de obra, fueron las que más se redujeron. La producción industrial se concentró: en 2001 el 2% de las mayores empresas (extracción de petróleo, siderurgia, petroquímica, cemento y alimentos) generaba el 60% del valor de producción y las más altas tasas de ganancias. En 1998 el 47% de las 322 mayores empresas del país estaban controladas por capitales extranjeros. Estas empresas "extranjeras" generaban el 61% de la producción industrial, el 66% de las exportaciones y el 73% de las importaciones y recaudaban el 70% de las ganancias. Aportaban el 48% de la ocupación de mano de obra y sólo el 17% del saldo positivo de la balanza comercial, dato este último indicativo de la intensa remisión de ganancias al exterior.
En la época del peso barato los inversores extranjeros no crearon nuevas industrias, compraron las existentes. Se arrendaron o vendieron los más valiosos bienes del Estado a una fracción de su valor real, alegando disminuir una deuda externa que pasó de 7.900 millones de dólares en 1975, a 150.000 millones de dólares en 2001. Se privatizó una de las más grandes empresas mundiales del rubro petrolífero, [[Yacimientos Petrolíferos Fiscales]] (YPF), que había hecho la mayor parte de la exploración de cuencas y la más grande red nacional de surtidores de nafta, viabilizando en su época el transporte automotor hasta en el último rincón del territorio. Se alegaba la incapacidad del Estado de administrar bien empresas y la falta de recursos para actualizar su infraestructura, pero no fue necesariamente así. Mientras la telefónica estatal [[ENTEL]] no había actualizado sus tecnologías ni satisfecho las enormes demandas de conexiones, [[Gas del Estado]] había canalizado con grandes gasoductos el gas hasta entonces desperdiciado de los yacimientos. El gasoducto Comodoro Rivadavia - Buenos Aires fue en su momento el más largo del mundo, superando barreras tecnológicas que grandes países productores de petróleo consideraron entonces insalvables. El déficit de YPF se debió a los valores subsidiados de las naftas, valores que se actualizaron justo antes de su privatización. Entre 1998 y 2000 [[Repsol-YPF]] extrajo el barril de petróleo argentino a un costo inferior a 3 dólares y lo vendió al precio internacional de 20 a 30 dólares. La mayoría de las empresas privatizadas hicieron sólo, y a veces ni siquiera, las inversiones indispensables para el mantenimiento de sus servicios y frecuentemente no pagaron sus cánones. Entre 1993 y 2001 la tasa anual promedio de ganancias de las empresas privatizadas —que —que gozaron del insólito privilegio de reajustar sus tarifas por la inflación de EEUU— EEUU— fue del 10%, mientras que la del resto de las empresas fue del 1%.
La ganadería se hizo comparativamente menos rentable y su producción disminuyó a pesar de los nuevos mercados abiertos por la crisis europea de la vaca loca y la erradicación nacional de la aftosa. El 80% de los productores de algodón del Chaco y Formosa eran minifundistas sin capital ni actualización tecnológica, y aunque el reemplazo de los braceros por cosechadoras mecánicas bajó a menos de la mitad el costo de recolección, su producción de algodón disminuyó de 130.000 toneladas en 1990 a 80.000 toneladas en 1999. El 91% de los fruticultores de Río Negro tenía menos de 25 hectáreas, un porcentaje elevado de su fruta era de baja calidad y debía ser transformada en jugos, la mayoría de las plantaciones necesitaban reconversión, mejores empaques y facilidades de almacenamiento. Salvo el asesoramiento del [[INTA]], no hubo políticas sistemáticas de actualización tecnológica de los pequeños agricultores, y la labor de las cooperativas se vió casi imposibilitada por las altísimas tasas de interés de créditos que eran "salvavidas de plomo". Sin embargo, en la época surgió un producto que se expandió de modo fulminante ampliando las fronteras agrícolas hasta los mismos pies de la cordillera; que usaba y usa las más avanzadas tecnologías; cuya tasa de ganancias casi duplica la del trigo, el maíz y el girasol; producto que se convirtió en la estrella mayor del firmamento rural argentino. La [[cultivo de soja|soja]] nos recolocó entre los primeros productores agricolas y protagonizó el mayor experimento genético del planeta. Aunque en 2001 el producto total agropecuario era sólo el 6% del PBI, el rubro fue y sigue siendo hoy la más importante contribución a la balanza de pagos.
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Neoliberalismo en Argentina

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