Ciencias en la literatura argentina

La enciclopedia de ciencias y tecnologías en Argentina

Las ciencias en la literatura argentina no aparecen con la misma frecuencia que las tecnologías. A diferencia de éstas —que son un fondo natural sobre el que se desarrolla la acción, en el sentido de la Psicología de la Gestalt— la invocación a las ciencias usualmente se hace en un contexto de legitimación de saberes o de acciones (frecuentemente ilegítimas). Pocos escritores argentinos de ficción han tomado las ciencias como el tema principal (la figura que se destaca sobre el fondo) y la mayoría de los que lo hicieron desvirtuaron uno o más rasgos esenciales de la ciencia. Se destaca en este sentido un único escritor, Jorge Luis Borges, que supo conjugar esos rasgos con la ficción a la vez que estimular la imaginación de los lectores intelectualmente más cultivados. Desde el punto de vista cultural, la escasa presencia de la ciencia en la literatura argentina ilustra no ya su baja valoración, como sucede con las tecnologías, sino su lisa y llana incomprensión.


Jorge Luis Borges

Jorge Luis Borges en 1978.

Una de las ciencias que más interesó a Borges fue la Matemática. Un ejemplo es el breve comentario que escribió en Discusiones sobre uno de los más logrados trabajos de divulgación de esa disciplina: el libro Matemática e imaginación de los escritores Edward Kasner (a quien se rastrea el origen del nombre de Google) y James Newman. De ese comentario queda claro que Borges hizo numerosos relecturas del libro, en el que han abrevado muchos divulgadores de la Matemática, incluso uno argentino, aunque no con resultados comparables. Hay alusiones científicas en muchos, tal vez en la mayoría, de los escritos de Borges, pero sólo algunas de las más destacadas se discuten en las secciones siguientes.

Tlön, Uqbar, Orbis Tertius

El cuento corto Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, uno de los más largos que escribió, fue originalmente publicado en la revista Sur en 1940, integrado a su libro El jardín de senderos que se bifurcan en 1941 y formó parte del libro Ficciones en 1944. Esta última es una de sus obra que más reediciones tuvo y probablemente la más citada en el ámbito internacional.

El relato comienza satisfaciendo uno de los requisitos básicos de los saberes científicos, la acreditación de una fuente que permita confirmar o refutar sus aseveraciones. Se trata en este caso de una enciclopedia ficticia que es copia textual de la real y reputada Enciclopedia Británica, salvo por una adición. El juego de la ambigüedad —aquí creada con la mezcla de fuentes reales e inventadas— se opone al requisito científico de la precisión y aparece constantemente en este y muchos otros de sus escritos.

La adición a la Enciclopedia Británica, cuyo origen desconocido alude al mundo fantástico de las creencias, es el artículo que describe a Uqbar, país cuya ubicación no figura en los atlas. Borges relata luego como él mismo encuentra luego un tomo de una enciclopedia sobre el planeta Tlön, donde aparecen Uqbar y Orbis Tertius. Según ese libro los habitantes de Tlön niegan el postulado básico de las ciencias fácticas: la existencia de una realidad independiente del observador. Aunque no está a sujeta a este requisito la Matemática, una de las ciencias que más fascinó a Borges, es la Psicología la única ciencia que afirma existe en Tlön. Esto se debe probablemente a la creencia generalizada entre los científicos, con escasas excepciones como Jean Piaget, de que la Matemática describe hechos exteriores a la mente humana ("reales"). Borges da luego otro argumento para esa inexistencia en Tlön: la imposibilidad de establecer las relaciones de causalidad que son también requisito ineludible de las ciencias fácticas:

La percepción de una humareda en el horizonte y después del campo incendiado y después del cigarro a medio apagar que produjo la quemazón es considerada un ejemplo de asociación de ideas. Este monismo o idealismo total invalida la ciencia. Explicar (o juzgar) un hecho es unirlo a otro; esa vinculación, en Tlön, es un estado posterior del sujeto, que no puede afectar o iluminar el estado anterior. Todo estado mental es irreductible: el mero hecho de nombrarlo —id est, de clasificarlo— importa un falseo. De ello cabría deducir que no hay ciencias en Tlön— ni siquiera razonamiento. La paradójica verdad es que existen, en casi inumerable número.

Claro está que tener innumerables ciencias alternativas equivale a no tener ninguna creíble.

La introducción de Orbis Tertius (Mundo 3º, en latín) es uno de los hechos más curiosos de este relato, por las siguientes razones.

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