Para poder rastrear la importancia de las tecnologías en la literatura argentina hay que hacer dos discusiones previas. La primera es la del problema temporal de si debe incluirse sólo la literatura posterior al 25 de mayo de 1810 o al 9 de julio de 1816 o si ''literatura argentina'' incluye a toda la del actual territorio argentino —aún antes de que fuera el de una nación formalmente constituida— remontándose hasta alguna época determinada y cuál es esa época. La segunda es identificar qué tipo de obras deben estar incluidas en la categoría ''literatura'' (problema válido también para la literatura de cualquier otro país) ya que, como en todos los conceptos humanos, hay una borrosa frontera entre la ficción y el ensayo (caso del ''Facundo'' que se discutirá en otro artículo). Ninguna de estas dos preguntas tiene respuesta no polémica si no se delimita más claramente el campo a abarcar o, mejor, si no se establece previamente la finalidad de este artículo.
La finalidad con que fue creado este artículo fue la de indagar la [[función]] que el imaginario popular asigna a las tecnologías, su [[rol]] o función de agente en la visión del mundo o cosmovisión y su evolución temporal. La identificación de este rol serviría como un elemento de juicio más, aunque muy importante, en la indagación sobre el más complejo problema de la relación entre [[tecnologías y cultura]] en Argentina, teniendo en cuenta que la [[cultura]] es una construcción histórica. Desde tal punto de vista el problema temporal desaparece pues de ser posible habría que incluir la "literatura" precolombina, si la hubiera. Como literatura es lengua escrita y no hay evidencia convincente de que la única escritura conocida del territorio, los [http://es.wikipedia.org/wiki/Quipu quipus], tuviera otra función que la meramente contable, habría que remontarse al menos hasta los más antiguos escritos literarios hechos en el territorio, los de Luis de Tejeda (1604-1680).
No sólo las menciones explícitas son ilustrativas, ya que cuando algo no se menciona es porque no se considera que sea un problema o, si hay problema, es tema cerrado por ser insoluble. Aunque no son de fácil acceso, hay un gran número de documentos de la época colonial que tocan temás de la vida cotidiana y sus dificultades, caso de las probanzas de méritos de los colonizadores castellanos. También hay versos tal vez más antiguos que se recitaban en fiestas y ceremonias populares al compás de instrumentos como la quena y el bombo, las ''coplas populares'' recopiladas por investigadores como Juan Alfonso Carrizo.
* Carrizo, Juan Alfonso; ''Cancionero Popular de Catamarca''; Buenos Aires; 1926.
* {{:CarrizoJA CPJ}}.
* Carrizo, Juan Alfonso; ''Cancionero Popular de La Rioja''; editado por la [[http://www.unt.edu.ar/ Universidad Nacional de Tucumán]]; Buenos Aires; 1942.
* Carrizo, Juan Alfonso; ''Cancionero Popular de Salta''; Buenos Aires ; 1926.
* Carrizo, Juan Alfonso; ''Cancionero Popular de Tucumán'' en 2 tomos; editado por la [[http://www.unt.edu.ar/ Universidad Nacional de Tucumán]]; San Miguel de Tucumán; 1937.
==El Facundo de Sarmiento==
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Sobre estas técnicas no se dan consejos, sí en cambio, sobre la manera de relacionarse con las demás personas, en donde se destacan los maquiavélicos consejos del viejo Vizcacha (parte 15) y las recomendaciones de Fierro a sus hijos y el de Cruz (parte 32), que se discuten en el artículo [[cultura argentina]].
Una genuina valoración popular de la ciencia y las tecnologías podría haber sido expresada en esta obra en versos como los apócrifos de Carlos E. Solivérez que se transcriben a continuación, aunque probablemente contradecirían el espíritu central de la obra:
|''Celebremos la caña del ingenio<br>con su morada madurez que empolva<br>una escarcha de plata, cuando llega<br>para el recio trapiche la maniobra.<br>En muelle cabellera de cascada,<br>el bagazo por fuera se amontona,<br>mientras digiere el ardoroso tacho<br>en densidad de fuego la melcocha,<br>cuyos oros de flavo caramelo<br>cristalizado ya en blancura sólida,<br>encumbrando magnífica montaña<br>de tibio azúcar, el galpón acopia.
|''Y a la modesta gallineta que huye<br>con paso de mucama perentoria,<br>y remeda a la lima del herrero,<br>atareada como él desde la aurora.
|''Cantemos la excelencia de las razas[[raza]]s<br>que aquella sangre indígena mejora,<br>con el marmóreo Durham de los premios,<br>con el Hereford rústico que asocia<br>a la belleza de su manto rojo,<br>en blancura total cabeza y cola.
|}
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Las admirables destrezas de Arlt en la estructuración del mundo de la ficción, no se reflejaban en el [[realidad|mundo real]] de los [[artefacto]]s, como ilustra el siguiente relato de Bompadre:
:''Una tarde entra exaltado a la redacción de El Mundo.'' Me voy a hacer millonario, pibe. ¡Largo todo esto! Encontré una fórmula fantástica. Un invento. Lo usa todo el mundo, ricos y pobres, gordos y flacos, niños, adultos y viejos, blancos, negros... se gasta enseguida... ¡La media, pibe, la media! Conseguí hacer la media eterna. Reforzada en la puntera y en el talón con una combinación de caucho. ''Se forma un revuelo en su alrededor, se hace sacar una foto con la patente para enviársela a &laquo;la vieja&raquo;, a quien ya sueña con comprarle una casa. Luego pide un voluntario para probarla: se ofrece un joven de mensajería. '' A las tres horas apareció el muchachito. ''Pero ¿qué te pasa?'' —preguntó Roberto—. ''A ver, sacáte los zapatos.'' Las medias vulcanizadas se habían convertido en una masa única entre la piel, el zapato y la goma. Entre varios forcejearon y con dificultad consiguieron arrancar la media eterna de los pies del muchachito. Arlt se quedó con algunos trozos en la mano, convencido de que había que hacer algunas reformulaciones. ''Este nuevo fracaso —que se suma a otros inventos fallidos (algunos de ellos en coautoría con su padre), como una máquina para engordar gansos y venderlos, que en realidad no es sino un descomunal embudo; una máquina automática para hacer ladrillos y una máquina de escribir— lo devuelven a la literatura.''
===Fuentes===
==Ernesto Sábato==
[[Archivo:Sabato Ernesto circa 1972.jpg|300px|right|thumb|<small><center>'''Ernesto Sábato alrededor de 1972.'''</center></small>]]
Aunque pueden encontrarse manifestaciones de sus puntos de vista en todos sus escritos, es en sus ensayos donde Sábato explicita, con abundancia de detalles, su posición respecto a las tecnologías. Siguiendo la tradición anglosajona, cuando habla de ciencia engloba también a las tecnologías. En ''El escritor y sus fantasmas'' indaga con profundidad y claridad —independientemente de que se concuerde o no con sus ideas— en la relación entre [[cultura|modo de vida]], literatura, ciencias y tecnologías. Comparte con Lewis Mumford (véase, por ejemplo, [[:ISBN 9789871489107]]), a quien cita en este libro, la crítica a la uniformización de pensamiento y de comportamientos que generan las tecnologías, y reivindica a las artes como el medio más idóneo para la expresión de la integralidad de cada individuo, diferente a cualquier otro. Señala, por ejemplo (p.&nbsp;77):
:''De este modo, si es verdad que la desocupación, la miseria, la explotación de clases o de países enteros por clases o países privilegiados son males inherentes al régimen capitalista, también es verdad que otros males de la sociedad contemporánea subsistirían aún en el caso de un simple cambio social, porque son propios del espíritu científico y del maquinismo: la mecanización de la vida entera, la [[taylorismo|taylorización]] general y profunda de la [[raza ]] humana, dominada cada día más por un engendro que parce manejar la conciencia de los hombres desde algún tenebroso olimpo. Esta misma mentalidad [[cientificismo|cientificista]], ese mismo espíritu tecnolátrico, ese mismo endiosamiento de la máquina y de la ciencia, ¿no lo vemos acaso, por igual, en los Estados Unidos de los Rockefeller y en la Rusia de los Soviets?
:''Se me pregunta a menudo si lo que quiero es volver a la humanidad premecanicista; demagógicamente, se me pregunta si lo que deseo es prescindir de la heladera eléctrica. No, lo que yo quiero es algo mucho más modesto: es bajarla del pedestal en que ella está entronizada, como un grotesco diosecillo laico, para ponerla al nivel del suelo, en la cocina. Donde le corresponde.
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