Es común denominar a un tipo de producto por la marca que lo popularizó, simplificación justificable cuando el mismo es innovador, único, y no tiene un nombre genérico. Los que hoy llamamos bolígrafos fueron inicialmente fabricados bajo la marca Birome® (registrada por su inventor el húngaro nacionalizado argentino [[Ladislao José Biro]]), luego llamados ''esferográficas'' antes de tomar su actual nombre. El ácido acetilsalicílico fue comercializado por primera vez por Bayer con el nombre de Aspirin®; como la patente ya está vencida, hoy es lícito llamarlo aspirina, pero no lo fue antes. El primer fabricante de cierres a cremallera de Argentina los vendía, enfatizando la rapidez del cierre o la apertura, bajo la marca Relámpago®, y por mucho tiempo fueron llamados ''cierres relámpago''. Otro caso común es el del poliestireno expandido (poliestireno con inclusiones de burbujitas de aire) que todavía se sigue denominando Telgopor® (que algunos escriben ''tergopol''), marca bajo la que se comercializó inicialmente en el país. Muchos denominan todavía Plasticola® a la cola vinílica. Si usamos nombres comerciales en vez de los correctos nombres genéricos (o cuando usamos remeras con ellos), estamos haciendo [[propaganda comercial ]] gratuita a un fabricante.