La Forestal
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La Forestal es el nombre con que fue popularmente conocida la Compañía de Tierras, Maderas y Ferrocarriles La Forestal Limitada, que a fines del siglo XIX y comienzos del XX taló los bosques del Gran Chaco argentino para fabricar extracto de tanino. La historia de La Forestal es la de uno de los mayores desastres ecológicos argentinos hechos por una sola empresa.
Historia
Cuando Sarmiento redactó el libro Facundo o civilización y barbarie en la década de 1840, escribió respecto al Gran Chaco argentino (Chaco, Formosa, noroeste de Santiago del Estero y norte de Santa Fe) que un espeso bosque cubre, con su impenetrable ramaje, extensiones que llamaríamos inauditas. Quien hoy recorre la misma región encuentra mayoritariamente matorrales achaparrados; el gran bosque ha desaparecido casi totalmente, víctima de una explotación que no tuvo otro límite que la rentabilidad.
El cronista francés Jules Huret, uno de los visitantes destacados de la Exposición Internacional del Centenario, escribió en 1910:
- Un día un obrero curtidor de la Boca de Buenos Aires observó el color de herrumbre y la cualidad del agua en que se mojaban los bloques de quebracho que llenaban el suelo de los muelles. Esa madera, que procedía sobre todo del Norte de la República, no era solicitada entonces más que por su extraordinaria dureza. Se conocía su cualidad imputrescible, por lo que era empleada en las construcciones. En la parte del Norte, hacia Tucumán, se utilizaba para hacer los rodillos moledores de la caña de azúcar. Ahora bien; parecióle a aquel obrero que el color herrumbroso tenía cierto sabor a tanino y que el quebracho debía tener, por consiguiente, las mismas cualidades que la corteza de encina, utilizada hasta esa época para el curtido de los cueros. Entonces ensayó esa nueva disolución y el experimento resultó concluyente. Fue un descubrimiento fácil, como otros muchos, pero maravilloso si se tiene en cuenta que ya no se trataba de la corteza de un árbol que suministraría la materia para curtir, sino del árbol mismo, y de un árbol que cubría los inmensos bosques del Norte de la Argentina.
En la década de 1870 un empresario francés, el barón de Portalis, decidió capitalizar las ventajas comparativas del quebracho para el curtido del cuero, explotando los bosques del norte de Santa Fe. En efecto, mientras que de las encinas solamente era aprovechable la corteza, toda la madera del quebracho, incluidas las ramas, era rica en tanino, que constituía 1/3 de su peso; además, reducía el tiempo de curtiembre a 1/4 del usual. A Portalis se sumó pronto un empresario alemán, Harteneck, exportando ambos la madera en bruto a las fábricas europeas y estadounidenses que fabricaban el extracto tánico. Con el fin de disminuir los costos de flete (el quebracho es una de las maderas más densas que se conoce, es decir, de mayor peso por unidad de volumen), Portalis y Harteneck se asociaron en 1902 con otro empresario alemán, Renner, para fabricar extracto tánico.
La sociedad, que recibió pronto aportes de capital británico y se transformó en la Compañía de Tierras, Maderas y Ferrocarriles La Forestal Limitada, más conocida como La Forestal, tuvo un rápido e impresionante éxito. Cuando Huret entrevistó a Portalis La Forestal explotaba casi un 1.000.000 de hectáreas (ha) de bosques vírgenes de quebracho, tenía 4 fábricas que producían anualmente 65.000 toneladas de extracto de tanino, 300 km de líneas ferroviarias, 5 embarcaciones, 1 vapor, 2 remolcadores, 2 puertos y 2 muelles, 26.0000 cabezas de ganados (de los cuales 15.000 eran bueyes destinados al acarreo de los troncos) y 12.000 empleados y obreros.
La poca importancia que se daba entonces a la tala de los árboles está bien ejemplificada por el siguiente relato de Huret:
- En honor nuestro va a ser talado uno de los árboles más viejos y corpulentos. Dos leñadores nos acompañan ante la víctima elegida. Es un gran quebracho de ramas enormes llenas de un musgo fino y verde como el de las encinas de la Luisiana. Pregunto su edad y los leñadores que no saben nada, por otra parte, me contestan que debe tener 1.000 años, por lo menos. Pero sí es cierto que el tronco espesa sólo algunos milímetros cada año y que un árbol centenario no da más que dos o tres buenas traviesas de ferrocarril... Los peones lo atacan rápidamente, a unos 50 cm del suelo, y muy pronto se lo ve a punto de caer. Todo cruje, y en derredor nuestro cae el polvo de los siglos sobre la vegetación reciente. Una especie de carromato al que van uncidos unos bueyes y que se mueve, no se sabe por qué prodigio, entre los intransitables breñales, conducirá el quebracho cortado a un taller próximo donde será trabajado.
El entonces gobernador del Chaco, Martín Goitía, informa al gobierno nacional en 1906 que sólo en el año 1904 se han extraído 42.473 t (toneladas) de rollizos, 3.936 t de tanino, 2.936 t de durmientes y 7.900 postes. Señala que el incentivo de las grandes ganancias llevó a una explotación arrasadora de los bosques, en riesgo de extinción, y que para impedirla bastaría tomar simples medidas como la prohibición del corte de árboles menores de determinado diámetro. Reconoce, también, que el gobierno de la provincia carece de suficientes inspectores y medios de vigilancia para impedir el abuso.
En 1971, luego de 55 años de actividades ininterrumpidas, La Forestal decidió suspender sus actividades porque había encontrado una fuente más rentable de tanino, la mimosa africana. Cuando se retiró levantó hasta el último tramo de riel y también los tanques que abastecían de agua potable a las poblaciones ubicadas a lo largo de sus líneas ferroviarias, obligando a miles de desocupados y otros pobladores a buscar otras fuentes de trabajo y lugares de asentamiento.
Consecuencias de la explotación
La iniciación de actividades de la empresa en 1906 fue recibida con alborozo porque iba a brindar trabajo en una zona donde era notoriamente escaso, y donde el nivel de vida de la población era muy bajo. Cuando La Forestal cerró dejó un panorama desolador. Más de 2.000.000 ha habían quedado casi totalmente deforestadas. Donde antes prosperaban majestuosos árboles, ahora sólo crecían, en el mejor de los casos, arbustos leñosos (vinales) o en el peor espinillos y cactus. La erosión resultante por la falta de cubierta protectora de los árboles hizo que el proceso sea prácticamente irreversible, al menos al mediano plazo, sin mediar una reforestación de costo casi imposible de afrontar. La pérdida de la capacidad de retención de agua del suelo por la desaparición de la cubierta orgánica ha modificado también irreversiblemente el régimen hídrico de toda la zona, lavando minerales esenciales para su fertilidad. Algunas especies animales originalmente abundantes en la zona, como el ciervo de las pampas, están prácticamente extinguidas. Otras —como jaguar, aguará-guazú, tatú carreta, oso hormiguero, ciervo de los pantanos, tapir, pecarí, corzuela, gato del monte, avestruz, loro hablador, yacaré, tortuga— han disminuido mucho en número.
Las consecuencias sociales, igualmente devastadoras, han sido detalladamente descriptas en el informe presentado en 1964 por la Comisión Investigadora de la Cámara de Diputados de la Provincia de Santa Fe (Acevedo, pp. 130‑143) y visualmente noveladas en la película Quebracho.
El informe del gobernador del Chaco en 1906 muestra que ya entonces, al comienzo de la explotación, se tenía conciencia de los problemas que se estaban generando: no hubo aquí imprevisión sino inacción o corrupción. No había entonces legislación protectora del medio ambiente, pero fue una oportunidad de formularla para impedir al menos la repetición de hechos de este tipo, oportunidad que los legisladores no aprovecharon. La tala del bosque podría haberse hecho de manera sustentable sin perjuicio económico de la explotación; los gobiernos pudieron tomar recaudos suficientes de reforestación —tema bien conocido en la época— y de incorporación al patrimonio comunitario de la infraestructura construida por la empresa.
Es muy frecuente escuchar en los órganos legislativos municipales, provinciales y nacionales la justificación de entregas del patrimonio público, como son los bosques, hechas a la ligera a empresas que supuestamente brindarán puestos de trabajo. Como ilustra el caso de La Forestal, el deseado pan de hoy puede ser la miseria y la devastación de mañana. El resultado de la inversión de capital industrial más grande que recibió Argentina a comienzos del siglo XX no fue 55 años de bonanza para los trabajadores; fue la explotación extrema, con sangrientas revueltas y represiones, y la pérdida, por muchos siglos sino para siempre, de la capacidad productiva de un área equivalente a la de la provincia de Tucumán.
En noviembre de 1954, para preservar los escasos bosques restantes de quebracho colorado, se creó el Parque Nacional Chaco, con una superficie de 15.000 ha.[1]
Fuentes
- San Martín, Alejandro; El último refugio del quebracho colorado; Agencia de Noticias TELAM; Buenos Aires; leído el 27 de marzo de 2011.
Fuentes generales
- Huret, Jules; La Argentina: de Buenos Aires al Gran Chaco; Edit. Fasquelle; París (Francia); p. 371‑386. Hay texto electrónico en francés en http://gallica.bnf.fr/ark:/12148/bpt6k679789.pdf.
- Acevedo, Anacarsis L.; Investigación a la Forestal; CEAL; Buenos Aires; 1983.
- Ruta del tanino. Sitio web del gobierno de la Provincia de Santa Fe.
- Gori, Gastón; La Forestal: la tragedia del quebracho colorado; editorial Ameghino; Ciudad de Buenos Aires; 1999 (1ª edición).
- La Forestal.
- Los años de La Forestal y el fin de los quebrachales.